NO ROBARÁS

Hace unas semanas entraron a robar donde yo vivo. Es un piso nuevo construido en el centro. Sucedió durante el día, aprovechando que todos los vecinos se habían ido a trabajar. No entraron por los tejados, ni haciendo un “rappel” por el patio de luces desde la casa vecina, ni por cualquier balcón o por el garaje; sencillamente entraron por la puerta de la calle como si de unos propietarios se tratase. Y una vez dentro de la finca, empezaron a quitar las mirillas de las puertas de los pisos y donde les apeteció, reventaron los cierres de seguridad con la facilidad de una rata royendo el marco de las puertas.
Puedo decir que yo tuve suerte, o mejor dicho, un perro que empezaría a ladrar al oír algún movimiento extraño por la puerta. A pesar de que en casa no tengo nada de un valor interesante, como joyas o dinero y los electrodomésticos, muebles o el ordenador están asegurados, sin duda me habrían arrastrado los demonios ante la mala leche que me cogería al ver que han entrado a robar en mi casa, por mucho seguro que pueda tener.
Quizá en este tiempo de crisis la gente intenta subsistir a la desesperada, pero también hay gente que lo tiene como un oficio. A pesar de esto, creo que de alguna manera, en mayor o menor escala, todo el mundo es un poco ladrón: unos con apariencia más decorosa, evaden impuestos, otros hinchan los presupuestos o los precios, también hay quien escatima minutos o horas de la jornada laboral, o quien no declara todas las horas de sus trabajadores, o quien utiliza el teléfono del trabajo para llamar a sus propios amigos y familiares, o también quien pasa una rato dentro de su jornada laboral “chateando” y navegando por Internet, o quien utiliza la piratería descargándose música y películas, o quien se lleva un periódico de la cafetería o recorta un artículo en un periódico de la biblioteca, o quien no devuelve lo que un amigo le dejó, o quien se pesa de menos en el supermercado, o quien alarga la baja laboral más de la cuenta, o quien se coge un caramelo o una fruta que no le han ofrecido...
Seguro que encontramos muchas maneras con las que las personas nos cogemos lo que no nos corresponde con mayor o menor importancia, pero que al fin y al cabo, constituye un robo, a pesar de que si se cosa menor, se pueda llamar “hurto”. Está claro que todos miramos por un mismo, sin importarnos los otros y sólo nos percatamos de su gravedad, cuando nos afecta negativamente a nosotros o supera determinada magnitud y causa daños, pero lo cierto es que de ninguna manera está justificado. Está claro que todos debemos ser un poco más honrados.