NO ROBARÁS

Hace unas semanas entraron a robar donde yo vivo. Es un piso nuevo construido en el centro. Sucedió durante el día, aprovechando que todos los vecinos se habían ido a trabajar. No entraron por los tejados, ni haciendo un “rappel” por el patio de luces desde la casa vecina, ni por cualquier balcón o por el garaje; sencillamente entraron por la puerta de la calle como si de unos propietarios se tratase. Y una vez dentro de la finca, empezaron a quitar las mirillas de las puertas de los pisos y donde les apeteció, reventaron los cierres de seguridad con la facilidad de una rata royendo el marco de las puertas.
Puedo decir que yo tuve suerte, o mejor dicho, un perro que empezaría a ladrar al oír algún movimiento extraño por la puerta. A pesar de que en casa no tengo nada de un valor interesante, como joyas o dinero y los electrodomésticos, muebles o el ordenador están asegurados, sin duda me habrían arrastrado los demonios ante la mala leche que me cogería al ver que han entrado a robar en mi casa, por mucho seguro que pueda tener.
Quizá en este tiempo de crisis la gente intenta subsistir a la desesperada, pero también hay gente que lo tiene como un oficio. A pesar de esto, creo que de alguna manera, en mayor o menor escala, todo el mundo es un poco ladrón: unos con apariencia más decorosa, evaden impuestos, otros hinchan los presupuestos o los precios, también hay quien escatima minutos o horas de la jornada laboral, o quien no declara todas las horas de sus trabajadores, o quien utiliza el teléfono del trabajo para llamar a sus propios amigos y familiares, o también quien pasa una rato dentro de su jornada laboral “chateando” y navegando por Internet, o quien utiliza la piratería descargándose música y películas, o quien se lleva un periódico de la cafetería o recorta un artículo en un periódico de la biblioteca, o quien no devuelve lo que un amigo le dejó, o quien se pesa de menos en el supermercado, o quien alarga la baja laboral más de la cuenta, o quien se coge un caramelo o una fruta que no le han ofrecido...
Seguro que encontramos muchas maneras con las que las personas nos cogemos lo que no nos corresponde con mayor o menor importancia, pero que al fin y al cabo, constituye un robo, a pesar de que si se cosa menor, se pueda llamar “hurto”. Está claro que todos miramos por un mismo, sin importarnos los otros y sólo nos percatamos de su gravedad, cuando nos afecta negativamente a nosotros o supera determinada magnitud y causa daños, pero lo cierto es que de ninguna manera está justificado. Está claro que todos debemos ser un poco más honrados.
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LA COMUNICACIÓN

A pesar de que parece el título de un tema de primaria, a nuestra edad parece quedar muy lejos esta materia que resulta fundamental para las relaciones humanas. A veces hemos ido a la escuela pensando que cuanto nos enseñaban, no servía para muchas cosas en la vida real; que la experiencia es la mejor universidad, y no nos percatábamos de la profundidad de su contenido.
El lenguaje es un instrumento de control del comportamiento ajeno, pero no somos realmente conscientes del poder de la comunicación, como una acción que puede cambiar el mundo a nuestro alrededor sólo con abrir la boca y decir algunas palabras. Por poner un sencillo ejemplo: Sin movernos del lugar, podemos acercar una silla, un libro, sólo diciéndole a alguien que lo haga por nosotros.
Pero a veces, abrir la boca más de la cuenta también nos puede llevar problemas, a pesar de que la lengua no tiene hueso y nos gusta bastante llevarla suelta. Así podemos herir a las personas sin tocarlas o de la misma manera, también nos pueden herir a nosotros. Ya se dice en el libro de Proverbios (21:23) “El que guarda su boca y su lengua, se preserva a sí mismo de angustias”.
Otra característica de nuestro lenguaje es que somos capaces de darle emotividad, pero bastante a menudo, no sabemos expresarnos correctamente, no encontramos las palabras adecuadas para nuestros sentimientos o no siempre los demás entienden qué queremos decir. Además, cada vez imperan más las nuevas tecnologías en nuestras comunicaciones, de manera que parece que nos aproximan en las distancias o nos lo hacen más sencillo, pero en realidad no permiten ese contacto humano tanto necesario, que también hace que a veces no sepamos expresarnos adecuadamente cara a cara con otra persona, o nos incomode hacerlo.
Pero además, un aspecto muy importante dentro del proceso comunicativo y quizá de los más descuidados y que por no ponerse en práctica da pie a muchos malentendidos, es lo que se nombra retroalimentación, que consiste en hacerle saber al nuestro interlocutor lo que hemos entendido de cuanto él nos ha dicho, pero a veces el problema también radica en que no sabemos escuchar.
Hay que decir que la capacidad de comunicación tan evolucionada del ser humano es la que más nos diferencia de los animales y es el lenguaje lo que también más nos ha permitido evolucionar, por eso hace falta no descuidarlo y debemos hacer siempre un uso adecuado. Dicen que “Las palabras dulces multiplican los amigos y un lenguaje amable favorece las buenas relaciones”. Y también “No retengas tu palabra cuando sea necesaria. No seas insolente en tu lenguaje, y perezoso y reticente en tus obras”.
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EL FIN DEL MUNDO

La semana pasada fui al cine y vi una película sobre el fin del mundo. Lo cierto es que no es la primera que he visto en estos últimos años. Podría decir que para llevar esta temática a la gran pantalla, los guionistas se han inspirado en religiones y culturas de todo el mundo que han ido anunciando su fin. En esta ocasión, según un calendario de una cultura sudamericana que prevé su final dentro de tres años. Pero según el cine, este fin puede llegar por medio de un cometa que se estrella contra la tierra, un desastre natural de proporciones salvajes e incluso atacados por unos seres superiores que también nos han ido avisando desde el espacio y se han llevado algunos de nosotros para poblar otro planeta.
Imaginación a parte, en realidad parece que tengamos ganas de que se acabe el mundo y estamos esperando un hecho que para muchos resulta inminente. Quizá hay que recordar que antes también se han marcados fechas del fin del mundo en las que una vez cumplidas, poco más ha sucedido. Pero quizá hace falta no bajar la guardia. Dicen que cuando el río suena... agua lleva.
Sin embargo, ¿por qué esperamos que acabe este mundo?. Tal vez porque no estamos a gusto; porque nos percatamos de que las cosas no van muy bien; porque hay avaricia, odio, incomprensión, guerras, intereses, corrupción, abusos; porque vivimos tiempo de crisis, carencia de valores, libertinaje; porque no hay ningún tipo de respeto. Entonces deseamos un cambio, pero nos sentimos tan perdidos o vencidos, que esperamos que sea un cataclismo el que acabo con todo.
Si no nos gusta el mundo en que vivimos, ¿qué estamos haciendo cada uno de nosotros para intentar cambiarlo?. ¿Nos estamos dejando arrastrar por la corriente de la perdición o la indiferencia?. Creo que todos sabemos reconocer cuando las cosas están mal. Pero ¿cómo actuamos?: ¿Con indiferencia?. ¿Con egoísmo pensando sólo en nuestra propia comodidad?.
Debo decir que a veces me gusta arañar las conciencias de las personas intentando que la gente piense un poco y cambie ciertas actitudes que hoy predominan en esta sociedad. Una vez más, espero que las palabras no se las lleve el viento o sirvan sólo para distraernos unos instantes.
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¡QUE HUMOR!

Eran casi las siete de la tarde de un sábado en el que yo acababa de salir de un cursillo y dispuse de tiempo para hacer la compra de la semana. Una vez cogí todo lo que necesitaba entre los numerosos estantes del supermercado, me dirigí a la caja donde me sorprendió muchísimo encontrar una chica con tanta alegría despidiendo a los clientes. Le dije que era cosa de admirar su buen humor, alegría y el trato que daba a los clientes y más por estar trabajando un sábado por la tarde. Ella enseguida dijo que había que tomarse la vida con alegría, y que no podía quejarse, porque al fin y al cabo, podía darle gracias a Dios por tener trabajo.
Lo cierto es que a lo largo de mi vida laboral me he encontrado con poca gente así, que goza de su trabajo, sea la que sea y todos protestan: que si el sueldo, que si la jornada, que si el “jefe”, que si resulta pesada, que si los compañeros... Me percato así que los seres humanos nos quejamos de todo: si tenemos trabajo, porque tenemos, y si no, porque nos falta. Parece que realmente poca gente sabe apreciar lo que tiene y mostrar ese agradecimiento a la vida, que revierta y contagie a los demás.
En este sentido, a veces no valoramos el sencillo hecho de tener trabajo y gozar de un sueldo. Pero esto no sucede sólo en el trabajo, sino en todos los ámbitos de nuestra vida. Parece que no sabemos ser felices con lo que tenemos y nos pasamos la vida deseando otras cosas, creyendo que serán mejores y así, navegamos inmersos en nuestras frustraciones y codicias, hasta el punto que en buena parte de nuestra vida, perdemos la oportunidad de vivir el momento presente con alegría y satisfacción.
Parece que “nos han vendido la moto” con aquello de la felicidad como una cosa que podemos encontrar fuera de nosotros, pero como dicen, “la felicidad es un trayecto, no un destino”. Así, pensamos que seremos más felices después de conseguir un ascenso en el trabajo; cuando nos jubilemos; después de comprar un coche; cuando nos podamos ir de vacaciones o cuando nos toque la lotería... Y todo será después, cuando lo verdaderamente importante es ahora; es el que estamos viviendo en el momento presente.
Sólo nosotros podemos decidir como ver la vida, indiferentemente de las circunstancias, y según lo que proyectemos, recibiremos de nuestro entorno.
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LA VERDADERA RELIGIÓN

Debo decir que soy una persona con inquietudes espirituales. Creo en Dios y a lo largo de muchos años de mi vida he estado buscándolo por todas partes y en la medida de mis posibilidades, tratando de comprenderlo, sino a él, por lo menos las leyes del universo. ¡Casi nada!. Así, he podido compartir con bastante gente maneras de creer y pensar muy diferentes en esta materia, pero también puedo añadir que a veces resulta difícil distinguir qué parte de esas creencias pertenece a Dios y cuál al ser humano y sus propias interpretaciones.
Entre los diferentes orígenes de la palabra religión, la etimología más aceptada es aquella que dice que viene de la palabra latina “religare”, que más o menos significa “unir”, es decir volver a acercar al hombre a Dios. Pero también encontramos el sustantivo “religiosus”, que quería decir “escrupuloso”, por tanto, el que no se comporta a la ligera sino cuidadosamente.
Por contra, algunos ateos dicen que las religiones responden a un sentimiento de trascendencia que hace que el hombre se rebele delante de la muerte y deseo perpetrarse más allá de cuanto supone la muerte. Así, a veces este ego tan apegado a la vida se proyecta más allá de la muerte y crea una nueva dimensión de vida, cuando en realidad no hay nada.
Lo cierto es que la religión, aparte de ser motivo de discusión, ha llegado a producir guerras, defendiendo que una es mejor que la otra, es decir, que es esta la verdadera y no la otra, apartándonos así de su verdadero propósito. Y este es uno de los argumentos más sólidos para quienes no creen en la existencia de Dios. Pero como posiblemente no encontraremos nunca a ningún hombre que sea poseedor de la verdad más absoluta, tanto si cree en Dios, como si no, yo por sí a caso me preocuparía de mi comportamiento ante mis semejantes.
Por el momento sólo puedo añadir que si no somos capaces de llevar la vida (lo que conocemos y vivimos cada día) por el camino más adecuado, que nos haga vivir mejor, más felices y en un mundo también mejor cada día, qué vamos a saber de cuanto hay después de la muerte. Y por sí a caso esta vida es una cosa única, quizá lo verdaderamente importante no sea “vivirla a tope”, sino ser felices llevándose bien con todo el mundo, porque al fin y al cabo, por muchas riquezas que tengamos o experiencias que vivimos, si nuestras relaciones con los semejantes son motivos de odio, envidias, discusiones, guerras... no nos permitirán gozar de una vida demasiado feliz.
Finalmente me quedo con las palabras del Dalai Lama que dice "La mejor religión es la que te aproxima más a Dios, al Infinito. Es aquella que te hace mejor. Y te hace mejor aquello que te hace más compasivo, más sensible, más desapegado, más amoroso, más humanitario, más responsable, más ético..." Que al fin y al cabo, este es el perfecto ejemplo de Jesucristo.
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EL MURO DE LA SOLEDAD

El otro día una persona me dijo que se sentía sola. Tenía ya más de cincuenta años, estaba divorciada, sus hijos ya seguían sus propias vidas y además, hacía ya años que había renunciado a sus amistades para dedicarse al matrimonio y la educación de los hijos, como exigió su marido por aquellos tiempos, que por suerte han cambiado. Ahora, después de tanto tiempo, se percataba de su problema.
Debo admitir que a veces también me he sentido solo en esta vida, incluso habiendo gente a mi lado. Resulta curioso que en un planeta superpoblado en el que hay millones de personas, haya gente que se sienta sola, pero hay que añadir que las personas no son animales de compañía y también en base a mi propia experiencia, debo decir que en gran parte, la soledad de cada uno, es consecuencia de su propia forma de ser o actuar. No cabe pensar que somos tan buenos como para que sean los demás los que deban venir a hacernos compañía. Eso quizá sólo les sucede a los ricos y famosos. Si sentimos que hay soledad en nuestra vida, sólo nosotros podemos poner remedio. Debemos abrirnos a los demás, buscarles, ofrecer conversación, compartir alguna actividad, vencer nuestra timidez, dejar de lado nuestros prejuicios o recriminarles nada, dado que sólo cuando hay una gran amistad y confianza, se pueden decir ciertas cosas a pesar que no siempre es así, pero antes de hacer amigos, debemos tener muchos conocidos y quizá hacer una buena selección para iniciar una gran amistad.
A lo largo de la vida, tampoco debemos descuidar ni un momento a las personas con las que nos sentimos a gusto o hay cierta relación y siempre hay que mantener el contacto, por muy ocupados que podamos estar. Hay que señalar que no debemos hacer servir la lástima para que los demás vengan a lamernos nuestras heridas. Debemos aprender a amoldarnos a las situaciones y las personas, paradójicamente aceptándolas como son y sin esperar que ellas nos acepten como somos nosotros. Debemos pensar que todos somos selectivos con nuestras amistades y queremos lo mejor, alguien con quien hablar, llenar el tiempo, divertirse, alguien en quien confiar o pedirle ayuda cuando la necesitamos. Pero para esto debemos mostrar siempre la nuestra mejor faceta. Si somos unos gruñones, no esperemos encontrar quien nos aguante. Lo aceptemos o no, así es. También forma parte de la egoísta naturaleza humana.
Por supuesto que no es cosa fácil, pero es muy posible y sólo cada uno lo puede poner en marcha, si realmente quiere dejar de lado su soledad, y lo cierto es que cuanto más tiempo dejemos pasar, será peor y más nos costará. La edad juega mucho en contra. Debemos tener claro que si no ponemos nuestros esfuerzos en esto, entonces tampoco debemos quejarnos de nuestra soledad. Para conocer gente siempre podemos hacer servir el voluntariado, cualquier curso de formación, el gimnasio, una comunidad religiosa, participar con alguna asociación, un grupo político, un centro social, una cena de empresa... El resto, también es cosa nuestra.
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PREDICAR CON EL EJEMPLO

Quizá alguna vez nos hayan puesto una denuncia por aparcar en doble fila, en un vado o en la zona de carga con horario determinado, o en aquella esquina en la que tampoco podíamos dejar nuestro vehículo. “Solo ha sido un momento!”. Dice siempre con indignación aquel que encuentra al policía en pleno trabajo. ¡Y no le digas nada a este!, porque aún será peor y él representa la autoridad.


¡En fin!. Te han amargado el día y a cualquiera le pica tener que pagar la denuncia, pero ¿qué pasa cuando encontramos situaciones como estas?. Ellos, que representan el orden, pueden aparcar en cualquier lugar y no pasa nada. No les preocupa que a una mujer con el carrito del niño o la persona en silla de ruedas, o la anciana con el carrito de la compra no puedan pasar. ¿Por qué ellos no pueden estar recorriendo todas las calles del barrio y buscar un lugar para aparcar y después ir caminando otras tantas calles hasta el lugar donde debían ir?. ¡Está claro!. ¡Ellos van de urgencia! y quedaría mal decir “hemos tardado en venir porque no encontrábamos donde aparcar”. ¡Nos puede pasar a cualquiera!.

Está claro que ellos pueden hacer lo que les sale en gana. Por eso son la autoridad: haz lo que yo diga, pero no lo que yo haga. Quizá a veces quepa pensar que quien no es capaz de cumplir la ley, tampoco está en condición de exigir su cumplimiento, pero en fin como se decía: “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”.
Sólo hay que añadir que pongamos nuestro esfuerzo en ser un poco más justos y consecuentes cada día.
¡Sin rencor, eh!.
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DE FLOR EN FLOR

A mí me gusta mucho el helado de turrón. Hay muchas otras clases que también están bien, incluso quizá haya mejores, pero a mí me gusta el turrón y no me canso de él. Si ahora digo que una relación de pareja quizá sea como la devoción por un helado, sin duda es para caer de la silla y estallar a reír por los suelos.
Lo cierto es que también hablar de “cuernos” es una cosa que da lugar a mucha parodia. Se hacen numerosos chistes y series televisivas en las que estas situaciones caen bien y hacen reír a todo el mundo, pero pienso que en la vida real la cosa es muy diferente. Quizá salvo algunas modernas parejas liberales, a nadie le cae en gracia la infidelidad conyugal. Es motivo de discusiones, divorcios, malos tratos e incluso causa de asesinato o suicidio.
Pero también hay quien dice que hoy en día no existe el adulterio, que las relaciones son así, lábiles y cortas y de esta manera ya no cabe pensar en la infidelidad. Simplemente hemos cambiado de pareja, como quien cambia de calzoncillos. Antes me gustaba el turrón, pero he probado el tiramisú y ¡me gusta más!.
Parece que el ser humano arrastra un profundo vacío interior que lo hace insaciable. Nunca tenemos bastante dinero, una casa suficientemente grande, un sofá bastante cómodo... o una pareja con la que sintonizar bien y compartir el resto de nuestros días; alguien a quien dedicarle constantemente los esfuerzos para que todo vaya bien, compartir las palabras bonitas, las sinceras, las necesarias; alguien con quien compartir también las responsabilidades, las preocupaciones, las satisfacciones. Quizá esta manera de pensar romántica ya está desfasada, pero cuando el mundo que nos rodea parece desbaratarse, creo que a veces hay que volver atrás y buscar aquellas maneras de vivir y pensar que daban estabilidad a nuestra vida.
Está claro que todo el mundo continúa intentando buscar la pareja perfecta con la que casarse, pero hay que admitir que la perfección es bastante inalcanzable para el ser humano. Así llega un tiempo en el que cruzado ya el umbral del enamoramiento, nos encontramos con una realidad diferente a la que imaginábamos. ¿Qué hay de las promesas de respeto, fidelidad y amor que las personas se habían hecho al casarse?. Quizá era solo una cháchara sin cordura, un producto más de consumo que entra con el lote del convite y el número de cuenta. Está claro que ya no se lucha por superar las dificultades y todo el mundo huye cuando hay problemas.
Alguien podría afirmar que todo llega a suceder por una insatisfacción con la pareja, pero ¿qué conduce a esa insatisfacción?. Quizá la rutina, la inactividad, los cambios del carácter, la incomunicación, la falta de confianza y todas las otras cosas que pueden o no suceder fuera o dentro de la cama. ¿Qué ha pasado con el amor que motivó esa unión conyugal?. Quizá sólo se trataba de intereses mutuos?.
Compartir toda una vida con otra persona es una de las decisiones más importantes en nuestra vida. Así, una vez hemos dado el paso, debemos mantener la relación tan fresca como el día que nos enamoramos. Sin dejar que nada la estropee.
Quizá habría menos quebraderos de cabeza en el mundo si esperásemos a encontrar la pareja perfecta y valorásemos más las relaciones humanas, en lugar de lanzarnos a la primera que surge o a la segunda, o a la tercera (hay quien afirma que hay que probar muchas antes de decidirse), pero claro, ¿quién es capaz de esperar y reprimir también los instintos sexuales?. O quien no tiene miedo a dejar perder una oportunidad, a quedarse solo o que se le pase el arroz?.
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ELIJE COLOR

Estas semanas ya podemos ver en la televisión, tanto en las noticias como en los anuncios, que pronto van a retirarse las bolsas del mercado porque tardan al descomponerse alrededor de 400 años. ¿Y ahora después de tantos años nos preocupamos por estas cosas?. Quizá la crisis nos obliga a utilizar la imaginación y crear un nuevo negocio, como es hacer bolsas biodegradables que en 180 días se descomponen, o hacer otros reutilizables, pero realmente no reciclamos todo lo que se podría reciclar, así, entre otras cosas, hay que decir que las bolsas de plástico de toda la vida también se pueden reciclar, pero no lo hacemos porque no parece rentable.
Lo cierto es que sólo se recicla aquello de lo que se puede sacar beneficio, sin haber una preocupación real por el medio ambiente. Así, a la hora de hacer el negocio, no importa el medio ambiente, aunque se utilice para llamar las conciencias de los ciudadanos. Si del reciclaje se puede sacar dinero, se recicla y si no, se entierra, sin que nadie se preocupe por lo que pueda pasar de aquí unos años con todos estos enterramientos. ¿Saben que todo lo que va a parar a los contenedores verdes suele acabar prensado y enterrado bajo tierra, entre otras cosas, con el riesgo que puede suponer para la naturaleza y los habitantes de los votantes, si no a corto si a largo plazo de tiempo?.
Salvo el cartón y el vidrio, sólo lo que llega a los contenedores amarillos pasa por un proceso de reciclaje y una vez separado todo lo que puede aprovechar, la restante va junto a lo que tiramos a los contenedores verdes.
Pero después de todo, al ciudadano de a pie poco lo importa el reciclaje o el medio ambiente, lo que verdaderamente le preocupa es su propia economía y tener la mejor calidad de vida a cualquier precio, sin preocuparle que esta calidad de vida actual, esté fundamentada en una sobreexplotación de los recursos naturales y humanos de países “menos desarrollados”, contaminación o consumo desmesurado e innecesario.
Quizá quepa hacerse una pregunta: ¿porque no las mismas envasadoras, que sacan bastante dinero creando tantos envases, que en realidad son innecesarios, no invierten parte de sus beneficios en un fondo perdido para la conservación del medio ambiente y reciclar lo que aún se puede reciclar, a pesar de que resulte caro?.
Ciertamente no debemos confiar que esto vaya a hacerse, pero después de todo, lo verdaderamente necesario es concienciarnos todos sobre la importancia del reciclaje y en la medida de nuestras posibilidades, contribuir siempre al hacer el proceso más sencillo y tirar cada cosa al contenedor correspondiente. Después sólo quedaría hacer una gestión responsable de los residuos, teniendo mucho en cuenta el medio ambiente y los recursos naturales de los que disponemos, y eso quizá ya sólo lo puede hacer quien tiene este poder, pero debemos recordar que los consumidores somos nosotros.
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¡BOMBA VA!

Dicen que con la crisis no hay trabajo, pero lo cierto es que cuando voy paseando por cualquier lugar encuentro un parque por mantener o vigilar, una persona mayor a la que acompañar, una pintada que quitar en una fachada, un camino que arreglar, una casa por rehabilitar, un barranco que limpiar, unos bancales yermos que trabajar. Está claro que trabajo hay, ahora bien, quizá lo que no hay es dinero para pagarla, a pesar de que no estoy muy de acuerdo. Desde mi gran ignorancia, me atrevo a evocar palabras de otros cuando dicen que el trabajo es un derecho amparado por la constitución y que dignifica al hombre, pero quizá no siempre hay muchas ganas de trabajar. Ahora bien, podemos hacer la prueba. Cuando a veces hablo con alguien que está en el paro, la mayoría suelen decir que ellos tienen ganas de trabajar. Entonces, si están cobrando alguna prestación por desocupación, es decir por no estar trabajando, que al fin y al cabo reciben del estado, ¿porque no pueden hacer una trabajo para el estado a cambio de esta prestación por desempleo?. Sin duda esto puede levantar ampollas. No digo que hagan la jornada completa por una prestación que mayoritariamente no llega al salario mínimo, pero quizá dedicarle unas horas semanales a hacer trabajos como las mencionadas ayudaría a tener una ciudad o país un poco mejor. Está claro que no todo el mundo sirve para hacer determinadas tareas, pero siempre se puede hacer una selección y formación que realmente resulte útil y práctica, porque hasta ahora, los desempleados pueden hacer muchos cursos en los que también se invierte mucho dinero, pero que al fin y al cabo, no llevan a ningún lugar y no siempre les permiten trabajar.
Pero dos cosas son ya seguras: nunca habrá político capaz de arriesgar su cargo adoptando una medida de gobierno como esta, y los que cobran del desempleo, mientras haya dinero para pagarles a cambio de nada, afirmarán que en realidad sin trabajar están mejor. Seguramente muchos podrán decir que es su derecho; que por eso han estado cotizando antes. Si verdaderamente lo creemos, es porque ya nos hemos acomodado mucho y estamos convencidos de nuestros derechos como ciudadanos, pero poco nos implicamos en el bienestar común. Sólo nos preocupamos por nosotros mismos, cosa que también se llama egoísmo.
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DEL AMOR AL ODIO

Eran poco más de las cuatro de la mañana. Su marido dormía suspirando confiado. Poco a poco, como pudo, toda magullada por la paliza con que aquella misma tarde él le había arremetido, se dirigió hacia la cocina. Con decisión cogió la sartén “tortillera” más grande que tenía y volvió hacia la habitación. Se detuvo unos instantes a su lado, cerciorándose que no erraría el golpe. ¿Cómo podía dormir tan tranquilamente después de lo que acababa de hacerle?. No había sido la primera vez. Hacía años que ella intentó salir de su silencio con el capellán de la parroquia, pero para sorpresa suya, este le dijo que debía entregarse a la voluntad de su marido. ¡Ahora ya estaba harta!. Sujetó con firmeza la sartén estirando el brazo bien arriba para tener la fuerza de impacto suficiente y en un santiamén, se la estampó en la cara.
A pesar de que esta es una historia en parte inventada, la realidad siempre es muy diferente y no acaba de la misma manera. Una vez más las noticias nos dicen que una mujer ha muerto asesinada por su propio marido. Dicen también que el miedo es libre; que a veces la persona maltratada se siente tan atada y dependiente de su marido, que no es capaz de dejarlo. También hay quien confía que todo es un problema pasajero, que quizá se deba a que el hombre ha tenido un mal día, que él no es así y cambiará. Pero ya se ve: las cifras de mujeres muertas a manos de sus maridos o parejas no paran de sumar.
Como hombre, lo cierto es que me cae la cara de vergüenza por esta muestra de cobardía haciendo uso de la fuerza bruta, que en realidad es la única cosa que hace que el nombrado “sexo débil” sea el femenino. El maltrato es así la máxima expresión de la cobardía y debilidad del hombre y el fracaso de una relación en la que no hay afecto, sino una dependencia malsana sobre otra persona. Quizá quepa mencionar que el verdadero amor nace de la confianza, la libertad, la comprensión, que es todo lo que falta en una relación en la que hay malos tratos.
Me atrevo a invitar a las mujeres a dejar plantado a cualquier hombre que muestre alguna clase de comportamiento petulante u hostil, por muy insignificante que pueda parecer, y en igualdad de condiciones, quizá una “sartén” en la cara mientras duerme le dará el toque necesario para que sinceramente cambie su actitud, pero por sí a caso y evitar represalias o no caer en el mismo delito, mejor armarse de valor y discretamente decirle adiós. Seguro que podrá encontrar profesionales que le ayudarán.
Ahora sólo queda preguntarse qué puede más: si el miedo a la muerte o el miedo a rehacer toda una vida, quizá sin trabajo, sin hogar y con la soledad. Pero seguro que con voluntad y decisión, encontrarán un nuevo camino.
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LA MARCA DE LA BESTIA

Conocido es por todos la existencia de numerosas religiones desparramadas por el mundo a lo largo de los siglos, unas más antiguas, otras más modernas y más o menos todas tienen el común de nombrarse estandartes de la Verdad, como una cosa única. Conocidas son también una gran cantidad de barbaridades y guerras promovidas en base a una determinada fe que no es compartida por otros. Estas dos circunstancias han influido notablemente en el desarrollo de la vida humana, la historia e incluso una evolución o progreso de las diferentes sociedades y relaciones entre ellas.
Pero de todas las religiones, hay una que poco a poco va destacando más y más sobre las otras, está claro que también con sus diferentes variantes. Llega al cine, la radio, incluso, ya se difunde por todas partes del mundo mediante la predicación de sus bases, con hábitos o sin ellos, de manera más o menos pura o adaptada a diferentes circunstancias o interpretaciones. A veces resulta curioso que cada una de sus variantes también quiera diferenciarse más de las otras declarándose como la verdadera entre sus hermanas.
Viendo esto, lo más fácil y cómodo resulta declararse ateo. Pero no sólo existe este fenómeno en la religión, sino también en la política, donde incluso hay división dentro los propios partidos y seguidores. Igualmente las marcas comerciales quieren diferenciarse unas de otras luchando contra el avance de las renombradas “marcas blancas”. Crean así una distinción entre quien puede pagar más o no; entre la que dicen que tiene más calidad y por tanto es mejor que la otra; crean división en el vestir, la comida, el coche o la casa. Marcan la diferencia entre quien tiene prestigio y quien no. Igualmente parece más válida una persona con estudios que otra sin ellos. Lo mismo sucede en el deporte, donde los fanáticos de un equipo incluso pueden arremeter contra los fanáticos del equipo rival.
Tanta diversidad y diferencias en las creencias religiosas o ideológicas, la política, las marcas de consumo, la afición por un equipo de fútbol, la educación, etc., lejos de formar parte de una diversidad cultural que resulte enriquecedora, crea división entre los seres humanos. Las divisiones o las discrepancias alimentan el ego y llevan a los conflictos basados en una intolerancia o prejuicios que nos hacen creer que lo nuestro es más válido o mejor que lo de los otros.
Todo esto nos aleja del único camino válido: la de la unión, la hermandad, la tolerancia, el respeto, la comprensión, la ayuda mutua y el amor.
Como consecuencia hay un especial “sufrimiento”, es decir, desajuste en nuestras vidas. Pero no siempre queremos ver el daño que nos hacen las afecciones, deseos y ambiciones, que son, mayoritariamente, programaciones que la misma sociedad nos imprime para hacernos más manipulables. Así nos dejamos arrastrar por esta sociedad, que en realidad también va perdida y navega dentro una misma corriente llena de intereses, pero nosotros pensamos que si ésta corriente tiene más seguidores es la mejor, a pesar de que al fin y al cabo, en realidad no nos ayuda ni nos hace vivir una vida mejor.
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LA RAZÓN DEL TERROR

Una vez más ha habido unos atentados terroristas ante de la indignación, el sufrimiento o la impotencia de miles de personas que se oponen a estos actos. Después de tantos años en que en esta parte del mundo sufrimos una especie de barbarie más propia de los animales, me vuelvo a hacer la pregunta de siempre: ¿Porque?. ¿Qué persiguen con estos actos?. Para mí, que la política sólo representa una pobre escenificación de títeres, sinceramente ya no creo que tengan ningún ideal; para mí su razón de ser es el asesinato. Si les dieran lo que piden, si es que ellos misma saben lo que quieren, pienso que continuarían causando la misma clase de terror y acciones como las que atormentan a los ciudadanos pacíficos que nada se deben, porque ya no tendrían ningún aliciente en su vida.
Estoy seguro de que sin el acto de asesinar, no tiene sentido la adquisición de armas, el entrenamiento, la fabricación de explosivos,... que es lo que puede presentar una especie de atractivo a los jóvenes “descerebrados” que sueñan con formar parte de organizaciones como estas, viviendo la clandestinidad y el riesgo, que tristemente es lo único que les hace sentirse algo en este mundo. Creo que en realidad se trata de personas altamente cobardes, que necesitan de la fuerza bruta para hacerse notar y demandar una atención que en realidad no merecen. No tienen otro medio de vida y pueden disfrazar sus acciones bajo cualquier tipo de objetivo político, pero que no os engañen que su verdadera función en este mundo es matar y sentirse así superiores en algún aspecto de su mísera vida y quizá así también hacer sentir unos desgraciados a las víctimas directas o indirectos de sus actos.
Me resulta triste pensar que pueda haber gente así. Me sabe mal, pero no lo sé entender y me gustaría encontrar quien me lo explicase. Para mí no cabe otra solución que la misma barbarie de la que ellos son capaz y aplicar aquella ley de “ojo por ojo, diente por diente” o quien “a hierro mata a hierro muere”. Quizá de ser capaz de aplicar esto, yo podría llegar a entenderlos, pero igualmente considero injustificada esta otra muestra de barbarie a su mismo nivel. Quizá es esta condición mía la que me hace ver y asumir mis debilidades, pero que también me permite considerarme un ser más evolucionado, a pesar de que otros puedan decidir si yo merezco o no continuar viviendo en defensa de nada más que la crueldad y la fuerza bruta, que es lo único que parece quedarles a quienes no saben dialogar, adaptarse, ceder. Como un matrimonio malavenido en el que no hay libertad ni afecto, sino dependencia, miedo a la soledad, o dominación de uno sobre el otro.
Finalmente es el más débil el que parece caer primero, pero el opresor ya lo ha perdido todo, y, por tanto, también su razón de vivir.
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LAS DISCUSIONES Y SUS FRUTOS

Quien no se ha visto nunca discutiendo con alguien en el trabajo, en casa o en cualquier coloquio entre amigos en que cada un defiende su posición sin querer aceptar el punto de vista del otro. Cuando la discusión llega a ser acalorada, ambos gritan y ya no hay conversación sino una lucha verbal llena de ruido y pocos deseos de reconciliación o paz.
Queda claro que en una situación desagradable, nuestra primera reacción natural es ponernos a la defensiva; y si el asunto displicente resulta sernos una conversación que ha tomado un mal cariz, sólo hay una forma de vencer: Evitarla como si se tratara de una serpiente venenosa.
En un noventa por ciento de los casos, cuando acaba una discusión, cada uno de los querellantes está más convencido que nunca de que él tiene razón. Si nosotros destruimos todo argumento que plantea nuestro rival, nos sentiremos satisfechos, pero habremos dañado el orgullo del otro y como consecuencia se tomará mal nuestro triunfo.
Ahora bien, podemos preguntarnos: ¿Qué nos mueve a dar unos argumentos y no otros?. La respuesta parece sencilla: Son las vivencias, la educación en el seno familiar y en la escuela, junto a las propias aptitudes y carácter... los que determinarán nuestra forma de pensar y modos de actuación. Posiblemente si aquel con quien discutimos hubiere pasado por las mismas situaciones, experiencias y demás, pensaría igual que nosotros y entonces la discusión no tendría lugar, pero sin duda esto no es posible, además de que tampoco sería necesario el diálogo.
Quizá tengamos razón cuando discutimos, pero intentar que nuestro contrincante cambie de opinión, supondría lo mismo que si nosotros nos equivocásemos en la argumentación.
Podemos recordar unas palabras de Buda: “El odio nunca es vencido por el odio sino por el amor”; así, pues, un malentendido no acaba nunca gracias a una discusión, sino mediante el tacto, la conciliación, la diplomacia y un buen deseo de apreciar el punto de vista de los otros (empatía).
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POR COJONES

Un título como este es difícil de publicar, quizá por el uso que se hace de esta palabra que suele ser considerada grosera, pero también está supervalorada dentro de su contenido machista que indica autoridad, que es el tema a tratar. Antes sE quejaba la gente de vivir en una dictadura, a pesar de que ni esto podía hacer. Entonces lucharon por la democracia, por la libertad, por la defensa de los derechos humanos y ahora resulta una paradoja ver que hemos llegado ya al extremo opuesto.
Vivimos un momento en el que no hay respeto por nada, la libertad es libertinaje y a veces parece que ya ni la guardia civil tiene autoridad. Así a los hijos no se les puede dar ni un coscorrón y quizá aprenden a crecer en un mundo que no les pone ningún tipo de límites, empezando por casa, pasando por la escuela o en la calle. Y por sí fuera poco, parece que el cine y la televisión ensalzan las actividades de delincuencia, promiscuidad, drogas, agresividad, etc. y que enseguida sintonizan con los jóvenes.
Así poco a poco va aumentando el vandalismo y no le puedes decir nada a nadie que esté rompiendo una farola o haciendo una pintada en una pared, porque después de que te acabe de encender más la sangre, te quedarás igual y, además, se habrán burlado de ti sin sacar nada de provecho que pueda disuadir al autor del delito. Este se irá pensando en su valentía convencido de que ha puesto los cojones encima la mesa y, por tanto, es invencible.
Así cada vez hay menos civismo y también menos gente se atreve a llamarle la atención a cualquiera que atente contra el orden público, en parte también porque poco le importa lo que haga otro o porque supone entrar en una lucha que no va a ganar. Llega un momento que tras unos hechos que consiguen mucha publicidad mediática, se propone investir de autoridad pública a los maestros, pero ¿servirá para algo, o simplemente alimentará un recelo como el que se le tiene a la policía?. Queda claro que nunca será posible una vigilancia o dirección constante por parte de la policía y los maestros, por eso todo el mundo debe implicarse para guiar los más jóvenes y tener valor, si alguna vez hay que llamarle la atención a alguien. Quizá viendo que nadan contra una corriente muy fuerte, cogen esta guía que necesitan en sus vidas.
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POLÍTICOS DE SALDO

Cada vez que pongo en marcha la televisión para ver las noticias mientras como, se destaca alguna noticia sobre las medidas del gobierno tras la crisis o cualquier otra cosa en la que unos políticos hablan y los otros siempre contradicen o atacan las palabras y decisiones de los anteriores. Para mí resulta vergonzoso ver este comportamiento infantil en personas como las que ostentan los cargos públicos para representar y defender los derechos de los ciudadanos. Se parece más a los “reality show” en los que la gente vulgar se estira de los cabellos o dice palabras groseras sin ningún tipo de compostura, sólo para atraer la audiencia de personas como ellas o de otros que miran estos comportamientos con sorpresa y curiosidad.
Digan lo que digan, por lo que a mí respeta como ciudadano, debo decir que tras de estos últimos veinte años, haya tenido la dirección cualquiera de los partidos políticos que han conducido el gobierno, he tenido la suerte de vivir igualmente bien; he tenido trabajo, he pagado impuestos, me he podido comprar un coche, he podido comer sin ningún lujo, tengo una casa,... Y si alguna vez he ido al médico, también me han tratado de la misma manera. Es decir, no he notado gran diferencia con respecto a quien llevaba el gobierno. Obviamente han subido los precios de la gasolina, la comida o la vivienda, pero en otros países ya tenían estos precios antes de que nosotros, de la misma manera que también hay donde aún están mucho más bajos. Pero todo esto forma parte de una economía mundial gobernada por intereses y deseo de mayores riquezas, que al fin y al cabo, debemos pagar los trabajadores comunes, e incluso los políticos, a pesar de que ellos tienen mucho mejor sueldo o ciertos privilegios.
Así que desde mi posición, no acabo de entender estas peleas por el poder y las acusaciones que se hacen. Pienso que sean del partido político que sean, todos ellos deben trabajar para defender los derechos de los ciudadanos, denunciar posibles abusos de poder, buscar soluciones a los problemas, etc., es decir, trabajar conjuntamente por el bienestar de todos, sin afán de protagonismo ni de llenarse los bolsillos. Y como personas dentro de este status social, no forman parte de un “reality show” sino de la seria responsabilidad de conducir un país y más en estos tiempo de crisis. Si así fuera, merecerían mi respeto y atención, pero si no son capaces de hacerlo, quizá les resultaría mejor cambiar de oficio para poder estirarse de los cabellos sin ningún tipo de censura, pero tampoco creo que se les diese demasiado bien y las cadenas de televisión no tendrían la misma audiencia.
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TIEMPO DE CRISIS

El otro día tuve invitados en casa para comer. Una de las comensales era extranjera y provenía de un país donde según dijo, no había pensiones de jubilación, orfandad o por viudedad, tampoco había prestaciones por desocupación ni coberturas en caso de baja laboral. Decía que en su país la gente se las apañaba como podía y siempre estaba trabajando en mejores o peores condiciones por tratar de subsistir; añadió que nosotros mismos nos cargábamos la economía de nuestro país creando un sistema que favorece la acomodación de los ciudadanos. Lo cierto es que esto deja un poco que pensar y también puede sacar cierta polémica.
Por suerte o por desgracia, yo he conocido a mucha gente con el objetivo de conseguir algún tipo de prestación, de estas de las que con suerte podemos gozar al nuestro país, teniendo capacidad para trabajar (pero pocas ganas), y lo peor de todo, es que muchos la han conseguido. Esto le da la razón a mi invitada, que por cierto era una universitaria inteligente, que demostró tener mejores conocimientos de economía que yo.
Después hay que añadir que los bancos nos han dado tantas facilidades, que nos hemos acostumbrado a vivir por encima de nuestras posibilidades y gastar mucho para estar a la ultima moda, con las mejores comodidades, con un gran coche o dos, una televisión de plasma de máximas dimensiones y una casa que vale mucho menos de lo que hemos pagado, porque el precio de la vivienda ha subido mucho en poco tiempo y eso que los sueldos de los operarios de la construcción y los materiales no han subido tanto. ¿Quien se embolsa la diferencia?.
Así también hay empresas de esas que son grandes, muy grandes y venden por todo el mundo, que siempre buscan aumentar sus beneficios con respecto al año anterior, llevándose sus fábricas de producción allí donde la mano de obra es más barata y si de esta gran cantidad de beneficios que sacan no hay una inversión para crear nuevos puestos de trabajo proporcionalmente mayor con respecto al año anterior y en los países de origen, poco a poco entre unos y otros vamos dejando el mercado sin dinero, es decir en crisis.
Ahora hay que añadir que los medios de comunicación, sin medir demasiado el alcance de sus poderosas palabras sobre las masas, crean un estado de alerta y miedo que aún favorece un poco más el receso económico.
Habrá muchos más factores, pero ahora lo más fácil es echarle la culpa al gobierno, como si fuera una sola persona la que controlara absolutamente todos y cada uno de los movimientos de ciudadanos, bancos, medios de comunicación y empresarios, cuando el egoísmo colectivo también tiene mucho que ver.
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