PRODUCE HORROR

Nunca he tenido espíritu empresarial, es más, también he sido bastando cobarde si alguna vez me ha iluminado una idea que pudiese haberse convertido en una empresa. Así, no he reunido el valor necesario para arriesgar, para lanzarme a la piscina, porque siempre me ha dado miedo que el invento no acabara de funcionar y como consecuencia, perdiese lo poco que tengo, arriesgando más la situación de mi familia. Entonces, siempre he preferido trabajar para otros, conformándome con tener lo necesario para sentirme útil y poder vivir yo y mi familia, sin otras ambiciones, sin mayores preocupaciones.

No obstante, sé bastante bien lo que ser empresario supone y más con estos tiempo de crisis, donde se ven peligrar los años de sacrificios, de arriesgar capital o incluso, patrimonio propio, peligros que también afectan a la gente contratada por la empresa, de quien quizá también dependen sus respectivas familias. Es una gran responsabilidad, con la que también entiendo que el empresario deba vivir mejor que el trabajador, eso sí, sin caer en la explotación. Con la crisis, caen las ventas, quizá también hay muchos impagos de los clientes e igualmente se debe hacer frente a los préstamos solicitados para levantar la empresa, los seguros sociales, las nóminas, etc.

Ahora que soy uno más de los que están en el paro, la mayor empresa de este país, también condenada a la quiebra, he estado recorriendo algunos polígonos y da lástima encontrar las empresas paradas, sin gente, mirándose las caras, esperando que la cosa mejore y muchas de ellas también han tenido que cerrar. Hablas con la gente, con la familia, algunos en el paro, otros con reducciones de jornada o expedientes de regulación de empleo, incluso habiendo estado trabajando en grandes empresas. Produce horror.

¿Dónde iremos a parar?. Es la pregunta que sin duda rondará entre la mayoría de la gente afectada por algunas de estas situaciones. Visitas los servicios públicos para la ocupación, y están desbordados, no tienen ofertas de trabajo para tanta gente. Es el momento de pensar en marchar del país, y esto sí que es una cosa para la que tengo valor, no me importa nada ir al extranjero si encuentro trabajo, llevándome también mi familia, a pesar de que no hablemos el idioma, que todo nos resulte desconocido.

Podría ser momento de buscar la manera de darle forma a una empresa, es quizá la oportunidad, pero me siendo completamente perdido, solo, sin saber por dónde empezar y dado como está la situación, es todo un riesgo iniciarse en el mundo empresarial. Tengo claro que quiero trabajar y si en este país no se puede,... Es una cosa que ya he hablado con mi mujer y tenemos claro que nos iremos. Lo ves en la televisión y mucha gente joven también está eligiendo esta opción.

Quizá hay que preguntarse: ¿Acabará quedando alguien que trabaje, que pueda mantener a todos los que no trabajan, o a los que charlan desde los púlpitos para acabar yéndose con los bolsillos muy llenos?.

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¿POR QUÉ?

El sábado pasado, poco después de la hora de comer, mientras paseaba con la familia y el perro por la ciudad, pasamos por delante de un cajero automático donde había tres personas, parece que un poco enojadas entre ellas. Una de estas, estaba un poco más disgustada y levantaba la voz, preguntando porque le tenía que pasar a él, precisamente eso, en fin de semana. Parece que se había quedado sin libreta porque el cajero se la había tragado, y por tanto, también resultó que no podría sacar el dinero que necesitaba.

Lo que mejor se pudo oír, es como preguntaba por qué tenía que pasarle a él. Los otros, más que tratando de calmarle, aún parece que le estaban riñendo.

Resulta curioso, pero seguramente muchos nos hemos hecho esta pregunta alguna vez en la vida, no porque nos haya podido suceder esto con un cajero, sino por muchas otras cosas, como por ejemplo cuando se nos pincha la rueda del coche, precisamente el día que tenemos prisa; o cuando al vecino de arriba se le revienta una tubería, que hace que acabe inundándonos la cocina o el lavabo; o cuando la policía se encuentra nuestro coche en un vado y pone una denuncia, aunque haya sido sólo por unos momentos y lo encontremos a media faena; o cuando precisamente nuestra empresa cierra o hace una regulación de empleo y nos quedamos sin trabajo; o cuando tenemos que pagar una derrama en la comunidad o una reparación del coche, cuando peor le viene a nuestra economía doméstica; o cuando la pareja se enamora de otra persona y acaba dejándonos; o cuando la marcha atrás que no había fallado nunca, acaba dejando embarazada a la mujer; o cuando vamos a pagar con la tarjeta y esta no funciona; o cuando buscando la parejita del que tenemos, nacen mellizos... ¡En fin!. Por miles de cosas más.

¿Por qué?. Esta es una pregunta que también hacen a menudo los pequeños, en esa edad en que empieza a despertarse la curiosidad. Sin duda, esta es la gran pregunta que ha atormentado al ser humano y le ha hecho moverse o cavilar en busca de respuestas que no se conforman con un “porque sí”.

A veces, buscando explicar estas situaciones que nos hacen cuestionarnos la vida, quizá cuando no hemos podido encontrar respuestas palpables, unos han dicho que cuando las cosas nos van mal, es por un mal karma que tenemos acumulado; otros dicen que es un castigo de Dios; otros que todo es fruto de la casualidad; también hay quien dice que todo forma parte de las leyes del caos que rigen el universo; o incluso hay quien afirma que es parte del destino y de lo que hemos venido a aprender en esta vida.

A pesar de que también podemos encontrar otras respuestas palpables, todo son explicaciones que pretenden dar respuesta al hecho de que no podemos controlarlo todo. Y quizá mientras no aceptemos que hay cosas que escapan al nuestro control o que no necesariamente deben gustarnos o suceder como nosotros quisiéramos, la vida transcurrirá, quizá haciéndonos sentir disgustados, malhumorados, frustrados...

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VENENO EN LA SANGRE

Quizá es difícil llevarse bien con todo el mundo y a veces pueden producirse fricciones en el trato con las personas y más cuando se interactúa con ellas bastante tiempo, por el trabajo, amistad, vínculos familiares, etc. Pero ¿Qué pasa cuando estas asperezas no se liman y de alguna manera continúa existiendo esa clase de relación?. Hay gente que tiene mucha facilidad para perdonar, o algunos que simplemente lo dejan pasar y olvidan, pero hay otras personas que se guardan las ofensas en una mochila, como una mascota que llevan siempre encima, y las alimentan día a día, quizá esperando el momento de poder vengarse y tirarles a la cara todas sus miserias o el peor menosprecio a quienes les han causado algún agravio.

Se dice que el resentimiento es un deseo de venganza, de poder desquitarnos y ver al otro sufrir. Pero también nos mantiene atados al pasado y nos impide ver cualquier opción u oportunidad futura de mejora. Algunos también pueden llegar a pensar que la vida es injusta con ellos, pero realmente la vida es igual para todo el mundo. Debemos tener claro que hay cosas que no podemos cambiar, aunque no nos gusten.

Lamentablemente, todos hacemos y decimos cosas que bien pueden gustar o desagradar a los demás, o bien los otros no siempre actúan como nos gustaría, ni tan siquiera nosotros actuamos siempre como gusta a los demás, por muy complacientes que queramos ser. Esto último nos da superficialidad y falsedad en nuestras relaciones y tampoco es la solución, porque continuamos alimentando el dolor de nuestro interior. Si realmente nos moviesen acciones honestas, con igualdad en el trato de persona a persona, aclarando bien toda pequeña insatisfacción o percepción que nos resulte dolorosa, dejaríamos de guardar resentimientos, así ganaríamos con nuestras relaciones personales y por tanto, también seríamos más felices.

Como decía Buddha, “Aquellos que están libres de pensamientos de resentimiento, viven en paz”. O según Norman Vincent Peale, creador de la teoría del pensamiento positivo, “El resentimiento no daña la persona contra la que usted mantiene esta emoción, todo al contrario el resentimiento lo está comiendo a usted por dentro”.

Pero añadiendo frases como estas, quizá la más aclaratoria es la observación de la actriz Carrie Fisher, quien dice que “El resentimiento es como tomar veneno esperando que la otra persona muriese”.

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ASESINATO INVOLUNTARIO

Esta semana vino a visitarnos una tía de mi mujer, que nos contó que había muerto una amiga suya y estaba un poco afectada, porque según decía, tenían ya una edad en la que cualquier cosa podía darles más que un susto. Nos contaba que cuando esta salió de casa, yendo por el centro, un delincuente le pegó un estirón a su bolso y arrancó a correr con él, sin mirar atrás.

La mujer cayó y como consecuencia del batacazo, se rompió la cadera. Poco después, tuvieron que intervenirla con una operación quirúrgica para ponerle una prótesis, pero parece que hubo alguna clase de complicación a causa de su diabetes y finalmente murió. Hacía ya dos días que estaba enterrada, según nos dijo, hablando del sentido de la vida y lo fácil que a veces la podemos perder con una tontería como esta. Ella decía que le cogió miedo de ir sola y por este motivo, había decidido que cuando tuviese que salir de casa, no llevaría ya ningún bolso. Además, igualmente así se lo habían recomendado sus hijos, conscientes que a ella también le podía haber pasado una cosa así.

Después añadió, que al ladrón, parece que alguien a quien quizá ya habíamos visto alguna vez por la calle, le habían cogido ese mismo día del delito, pero poco después, fue puesto en libertad por tratarse de una ratería sin mayor importancia.

Seguramente ni este mismo delincuente podría llegar a imaginarse la consecuencia de su acto, total porqué, ¿por unas cuantas monedas o unos billetes?. ¿Y qué iba a hacer con ello?. ¿Sería más importante que la vida de esta mujer?.

Tal vez habría que pensar que este buscaba su supervivencia, pero ¿somos quizá animales para los que la propia supervivencia se produce aún a costa de la vida de otros?. Quién sabe si este es un comportamiento más común de lo que nos pensamos, a pesar de que no sea de manera tan evidente.

A veces no llegamos a ser conscientes de la magnitud que pueden alcanzar nuestros actos, por muy insignificantes que nos puedan parecer en un principio. Una pequeña acción, es quizá el detonante de una gran tragedia o de todo un cambio, que afecte no solo a una persona, sino a muchas otras. Lo cierto es que nunca podremos medir ni controlar hasta dónde pueden llegar nuestros actos y hay tantos factores, que a veces no tendrán el impacto que esperábamos, pero siempre debemos actuar desde el respeto, la prudencia y las buenas intenciones. Seguro que así habrá menos consecuencias negativas.

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