ESTAMOS SALVADOS

No sé muy bien si calificar el resultado de las elecciones como un éxito o como un fracaso, si bien pienso que el descontento de unos no puede producir nunca el éxito de otros, a pesar de que quizá en el anterior gobierno, si la memoria o mi ignorancia no me lleva a errar, también sucedió una cosa semejante a causa de un atentado terrorista. Entonces, si todo es cosa de las circunstancias y no de los méritos propios, esto sí que es una cosa que me da verdadero miedo.
Ahora, quizá muchos han elegido este nuevo gobierno pensando que es necesario un cambio que sin duda creen que va a mejorar nuestro país rescatándonos a todos de la crisis. En cualquier caso, a pesar de que cabe esperar alguna mejora, pienso que eso llevará aún mucho tiempo, pero también hay que darles una oportunidad a esos nuevos cargos del gobierno, aparte de tenerles simpatías o afinidades o no, para que trabajen siempre para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Son ellos los que han deseado ocupar estos cargos, y los ciudadanos quienes les han abierto las puertas. Así, hay que ponerse manos a la obra con toda diligencia, sin levantar más cortinas de humo echando la culpa a unos o a otros.
Si por contra, el nuevo gobierno busca llenarse los bolsillos como han hecho los predecesores y llenar también los de los familiares, amigos y conocidos, (a pesar de que visto el agujero que han dejado los de antes, no sé qué esperan sacar, pero que seguro que aún sacarán algo para no irse con los bolsillos vacías) en este caso, siempre estaremos a tiempo de levantarnos en una nueva revuelta o guerra civil que provoque que los dirigentes escuchen sinceramente lo que quizá hasta ahora sólo han sido pequeñas manifestaciones, porque al fin y al cabo, según dicen los seguidores de un calendario precolombino, el año que viene se acaba el mundo. Y si todos hemos de estrecharnos el cinturón, es lógico empezar por los que más comen de las arcas públicas y no que acaben pagándolo siempre los ciudadanos y trabajadores que les mantienen.
Dejando de hablar de ciencia ficción, sea lo que sea, por lo que veo o escucho de la gente que habla por la calle, en el trabajo o entre amigos, sólo espero que ahora no llegue una época como la edad media, de oscurantismo o inquisición y represión, con reducción o retroceso en los derechos sociales y especulación que acabe enriqueciendo más a una minoría y haciendo que la nombrada clase media pierda buena parte de su poder adquisitivo o bienestar, si bien también creo que ha estado viviendo en una fantasía muy por encima de su realidad, creyendo ser una clase social superior, pero que al fin y al cabo, es sólo un producto del modelo consumista en el que todo lo valoramos según lo que se tiene o lo que vale económicamente.
Llega ya el momento de decir que ponemos más tiempo, interés, ganas y dinero en fútbol que en política, a pesar de que la política también le cueste lo suyo al país, pero de estos números también parece que no somos tan conocedores, y eso que en este campo, todo es o debería ser completamente público. Seguro que de haber sido así, no se habrían producido tan extraños y grandes agujeros en las arcas públicas.
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USAR Y TIRAR

El matrimonio de la democracia y el capitalismo, que quizá estuvo a punto de seducir a los países islámicos como no supo hacer el catolicismo, bajo la aparente defensa de derechos y libertades, haciéndonos creer que el voto es la mejor herramienta en la protección de los intereses de sus ciudadanos, ahora es ya un viejo modelo que esta en crisis, porque tampoco se ha podido librar de la prostitución y la corrupción humana.

Así, como los hijos de este matrimonio, nos han enseñado a consumir en un mundo de usar y tirar; en el que todo caduca porque siempre hay que vender nuevos productos; en el que no podemos acabar de seguir modas que van y vienen; en el que vestimos ropa de temporada, que esta vieja o desfasada al año próximo; en el que los ordenadores, móviles o sistemas operativos, en muy poco de tiempo quedan desfasados; en el que resulta más barato comprar una impresora nueva que cambiar el cartucho de tinta agotado o comprar una lavadora nueva antes de que cambiarle cualquier pieza estropeada; en el que podemos utilizar platos, vasos y cubiertos de plástico por la "comodidad" de no tener que enjuagarlos; en el que también hay bolsas, jeringas o boquillas de alcoholímetro de usar y tirar; en el que todo necesita energía por funcionar; en el que se prefiere destruir los excedentes de producción, antes de que darlos a gente con pocos recursos; en el que incluso los famosos o los políticos tampoco duran demmasiado; en el que también el trabajo y los empleados o el matrimonio igualmente son de usar y tirar... Así, todo tiene una duración limitada o fecha de caducidad y nosotros lo vemos como una cosa completamente normal.

Este modelo consumista, insaciable, agotador de recursos, que busca vender más y más cada vez, concentrando la riqueza en sólo unas pocas manos,  por mucho que algunos quieran mantenerlo y salvarlo, parece no ser útil ya. Es necesario hacer prevalecer el ser humano, la honradez y la protección del medio natural y sus recursos por encima de la especulación y el negocio enriquecedor que ha estado deslumbrándonos a todos porque nos ha facilitado la capacidad adquisitiva. Así, parece que este bienestar nuestro, de la clase trabajadora, quien tenga trabajo, también llega a su fin.

Empezamos volviendo a utilizar los capazos de compra, y conforme están las farmacéuticas, nos veo reutilizando preservativos o jeringas, entre otras cosas; o quizá también empezará a haber más enfermos mentales sueltos, sin medicar porque no se podrán pagar los medicamentos o porque tampoco habrá centros para su tratamiento; como también drogodependientes, porque son un gasto sanitario poco eficiente o quizá menos prioritario y si es preciso reducir el gasto sanitario...; igualmente se podrán reducir las estancias en prisiones, en hospitales; y quizá también deberemos dejar aparcado el coche e ir más a pie, o sacrificar los almuerzos en el bar o los cenar y las copas del jefe de semana fuera de casa...

¿Nos podremos acostumbrar a vivir de manera más humilde?.

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PARIR EN TIEMPO DE GUERRA

Hace unos meses he sido padre y me sorprende ver la gran cantidad de niños que también acaban de venir al mundo, y más ahora, en estos tiempo tan difíciles de crisis, incertidumbre y desempleo. ¿Cómo es posible?. ¿Quizá no tenemos otra cosa mejor que hacer?. ¿Podremos garantizarles un buen futuro?.

Dicen que los niños siempre son una gran alegría y quizá es este el motivo por el que la gente ahora más que nunca, necesita tener niños, para experimentar alegría cuando todo está tan mal. Yo también llego en casa preocupado por el trabajo y ver la sonrisa de nuestra niña, es la mayor satisfacción que he experimentado desde que conocí a mi mujer. Me da fuerzas para seguir adelante y hacer lo que sea necesario para garantizar su supervivencia. Tengo ganas cada día de llegar pronto a casa y estar a su lado, viendo cómo crece día a día, feliz e indiferente a las preocupaciones de nuestra sociedad.

Si lo pensamos un poco, el ser humano ha vivido guerras, epidemias, hambre y desastres naturales de todo tipo y aun así, ha continuado trayendo hijos al mundo, adaptándose, sobreviviendo como ha podido. Resulta sorprendente esta muestra de valentía y de adaptación, a pesar de que algunos también lo podrían calificar de irresponsabilidad, pero quizá si por estos fuera, si nos dejásemos vencer por el miedo o la incertidumbre, igual ya nos habíamos extinguido como especie.

Quién sabe si estos años de bienestar y paz que hemos vivido, también nos han hecho acomodarnos, nos han sembrado miedo frente la inestabilidad y nos han hecho olvidar la valentía con la que nuestros antepasados nos trajeron al mundo en tiempos aún más difíciles de los que estamos viviendo. Así, el cambio y la adaptación, son elementos indispensables para no estancarnos y permitirnos la evolución, porque lo admitamos o no, puede resultar triste que el ser humano ha crecido, ha evolucionado más a base de conflictos, obstáculos y problemas, desarrollando ideas y tecnologías mayores que las que ha vivido en tiempo de prosperidad, paz y tranquilidad.

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CON LAS BARBAS A REMOJO

A menudo la gente habla que la cosa está mal, que con la crisis, no hay trabajo. Seguro que conocemos a algún amigo o familiar que está en el paro; incluso yo mismo estoy viendo peligrar mi trabajo. Así hay empresas que cierran o reducen el número de empleados porque bajan sus ventas; otros porque han acabado endeudadas o algunas porque no han cobrado lo que les debían, o incluso, porque eran subcontratos de la administración pública y esta tiene tantas deudas, que no sabe hacer frente a los pagos. Las empresas poco a poco van agotando las pólizas de crédito de los bancos, que generan intereses que no los pagan los morosos; van reduciendo el personal o la jornada laboral; van pidiendo aplazamientos para el pago de los seguros sociales; van retrasando los pagos de sus gastos; acaban pagando medio sueldo a los empleados; van reduciendo servicios...

A veces podemos llegar a pensar que estas situaciones quedan aún bastante lejos de nuestras vidas, pero lo cierto es que estar fijo en una empresa o incluso ser funcionario, tampoco acaba garantizándonos que las vacas flacas no acaben dentro de nuestra propia casa y se coman nuestro bienestar.

Dicen que hay que ser optimistas, que las vacas flacas no duran para siempre, como tampoco las épocas de vacas gordas que estábamos viviendo en los últimos años, situación que ya se refleja en antiguos libros sagrados. Lo cierto es que esta no parece ser ninguna situación nueva a lo largo de la historia, pero quizá o leemos poco, o poco hemos aprendido a la historia y nuestros antepasados, como si estuviéramos una vez tras otra viviendo las mismas circunstancias sin saber salir de ellas.

Quizá ahora hay que empezar a poner los pies en el suelo y quién sabe si vamos a volver a vivir como hace unos años vivían nuestros padres, de alquiler acabados de casar, comprando los muebles poco a poco; con sólo un coche en casa; compartiendo la vivienda con los suegros, o incluso teniendo los abuelos en casa; subsistiendo a base de garbanzos, lentejas y patatas; viviendo únicamente de un sueldo, generalmente del padre que hacía largas jornadas de trabajo.

Estaba claro que casarse ya con un piso completamente amueblado propio y con todo lujo de comodidades, a pesar de que sea a costa de cuantiosas hipotecas y préstamos, que se añaden a dos o tres vehículos por casa, que utilizamos incluso para ir a comprar pan a la esquina de bajo de casa; viviendo completamente emancipados de los padres y metidos los abuelos olvidados en cualquier asilo; cobrando sin necesidad de trabajar... eran privilegios que no podían durar demasiado.

Debo decir que tengo ganas de trabajar, pero voy con cierto miedo porque veo que se acaba. Quiero ser optimista, pensar que encontraré trabajo, que también me apetece un cambio que me permita no acomodarme demasiado tras años con las mismas rutinas i aprender cosas nuevas. No querría tener que cobrar ninguna prestación de desempleo, que seguramente acabaría con mis ganas de trabajar y quizá poco a poco haría a que fuera acomodándome mientras tuviera prestación y que no me moviese lo necesario para encontrar otro trabajo, si es que queda por algún sitio.

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