EL MURO DE LA SOLEDAD

El otro día una persona me dijo que se sentía sola. Tenía ya más de cincuenta años, estaba divorciada, sus hijos ya seguían sus propias vidas y además, hacía ya años que había renunciado a sus amistades para dedicarse al matrimonio y la educación de los hijos, como exigió su marido por aquellos tiempos, que por suerte han cambiado. Ahora, después de tanto tiempo, se percataba de su problema.
Debo admitir que a veces también me he sentido solo en esta vida, incluso habiendo gente a mi lado. Resulta curioso que en un planeta superpoblado en el que hay millones de personas, haya gente que se sienta sola, pero hay que añadir que las personas no son animales de compañía y también en base a mi propia experiencia, debo decir que en gran parte, la soledad de cada uno, es consecuencia de su propia forma de ser o actuar. No cabe pensar que somos tan buenos como para que sean los demás los que deban venir a hacernos compañía. Eso quizá sólo les sucede a los ricos y famosos. Si sentimos que hay soledad en nuestra vida, sólo nosotros podemos poner remedio. Debemos abrirnos a los demás, buscarles, ofrecer conversación, compartir alguna actividad, vencer nuestra timidez, dejar de lado nuestros prejuicios o recriminarles nada, dado que sólo cuando hay una gran amistad y confianza, se pueden decir ciertas cosas a pesar que no siempre es así, pero antes de hacer amigos, debemos tener muchos conocidos y quizá hacer una buena selección para iniciar una gran amistad.
A lo largo de la vida, tampoco debemos descuidar ni un momento a las personas con las que nos sentimos a gusto o hay cierta relación y siempre hay que mantener el contacto, por muy ocupados que podamos estar. Hay que señalar que no debemos hacer servir la lástima para que los demás vengan a lamernos nuestras heridas. Debemos aprender a amoldarnos a las situaciones y las personas, paradójicamente aceptándolas como son y sin esperar que ellas nos acepten como somos nosotros. Debemos pensar que todos somos selectivos con nuestras amistades y queremos lo mejor, alguien con quien hablar, llenar el tiempo, divertirse, alguien en quien confiar o pedirle ayuda cuando la necesitamos. Pero para esto debemos mostrar siempre la nuestra mejor faceta. Si somos unos gruñones, no esperemos encontrar quien nos aguante. Lo aceptemos o no, así es. También forma parte de la egoísta naturaleza humana.
Por supuesto que no es cosa fácil, pero es muy posible y sólo cada uno lo puede poner en marcha, si realmente quiere dejar de lado su soledad, y lo cierto es que cuanto más tiempo dejemos pasar, será peor y más nos costará. La edad juega mucho en contra. Debemos tener claro que si no ponemos nuestros esfuerzos en esto, entonces tampoco debemos quejarnos de nuestra soledad. Para conocer gente siempre podemos hacer servir el voluntariado, cualquier curso de formación, el gimnasio, una comunidad religiosa, participar con alguna asociación, un grupo político, un centro social, una cena de empresa... El resto, también es cosa nuestra.