LLEGA NUESTRA SALVACIÓN

Por fin la buena fortuna empieza a sonreír a nuestra ciudad. Uno de los dos más destacables equipos nacionales de fútbol, llegará a esta villa para jugar con nuestro humilde equipo. Y dicen que quien juega con este que está entre los grandes, asciende a segunda división!. ¡Cojones!. ¡Mira que si ahora lo conseguimos!.

Pero eso no es todo. Ahora se deberán hacer nuevas contrataciones para montar unas gradas supletorias que den mayor capacidad a un acontecimiento como este. Y después también habrá que desmontarlas. Será igualmente necesaria la contratación de más vigilantes de seguridad, que cuando hay mucha gente... ¡Ya se sabe!. Lógicamente, con un acontecimiento de esta magnitud, también se llenarán los hoteles, bares y restaurantes por todo el grupo de seguidores de este suntuoso equipo del fútbol. También las empresas de la construcción y vecinos del barrio de Batoi estarán de suerte porque habrá que acabar por fin el puente y asfaltar algunas explanadas para el masivo aparcamiento de vehículos que vendrán de fuera a contemplar un acontecimiento de la magnitud de aquellos que llenaron el Coliseo repleto hasta los topes. Las imprentas también irán a destajo, haciendo carteles y entradas, que se venderán a un precio que le permitirá al club tener los recursos necesarios para apoyar su ascenso. Después, las tiendas, vendiendo bufandas, camisetas y gorras del equipo o pinturas para pintarse en la cara los colores de su equipo favorito, también harán su año. No debemos olvidarnos de los servicios de limpieza, tan necesarios ante de la suciedad que generará tal cantidad de gente. Así que también será necesario aumentar esta plantilla. Por supuesto, que igualmente hay que contemplar el pago de los derechos de retransmisión del partido, con lo cual, empezaremos ya a salvar las magulladas arcas municipales.

Pero como todo, indistintamente del resultado del partido, el acontecimiento pasará, no obstante, la buena suerte continuará de nuestra parte, porque después, se venderán las fotografías y películas de las mejores imágenes del partido, o camisetas y balones firmados por estos destacables jugadores. Y cuando estos efectos empiecen a decaer, ya estaremos en fiestas de Moros y Cristianos y continuará así la buena racha de turistas que volverán a gastarse el dinero en nuestra ciudad, a llenar los hoteles, bares y restaurantes, a comprar souvenirs... ¡Y más si caen en fin de semana!. Y cuando todo esto pase, ¡quien sabe!. Después de más de siete meses de buena suerte, quizá hay que esperar que toda la crisis haya quedado atrás, sólo como un amargo recuerdo que olvidar pronto.

Y a pesar de que no soy aficionado al fútbol, pero entiendo a esa gente que si lo es, dejando ya de lado toda muestra de ironía, con la que sólo quería aportar una nota de humor para estos tiempos tan difíciles que corren, una cosa es cierta: hay que agradecer a personas como los cantantes, los corredores de motos o fórmula 1, los jugadores de fútbol, escritores y actores, etc. que sean capaces de reunir grandes masas de gente a la que darles unos momentos de alegría e ilusión.

--   Daniel Balaguer  https://sites.google.com/site/danielbalaguer
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UNA DE BUITRES

Este no es un artículo que habla de un proyecto de reintroducción de especies desaparecidas de nuestras comarcas; ni el relato de un buitre que sobrevolaba la plaza u otro que estaba desorientado y con las alas abiertas en medio de una transitada avenida; o tampoco el del rapaz que cogió con sus garras el perrito que paseaba tranquilamente una mujer. Como casi siempre, quiero retratar con las palabras aquellas partes más oscuras de la naturaleza humana, que todos llevamos dentro.

Así, dicen de los rapaces que son unas aves que se alimentan de los cuerpos muertos, o bien de otras aves que matan a sus propias presas, pero también se dice que un buitre es una persona capaz de hacer estas cosas sobre otra persona, está claro que con un sentido más o menos figurado. Son depredadores que aprovechan las desgracias o debilidades de los otros para levantarse por encima.

Es curioso que exista gente así, pero en todos los grupos humanos, parece ser necesario que haya una oveja negra: Alguien que siempre haga mal las cosas o fuera de la norma o que tenga la culpa de todo. Entonces, todos se ceben hablando mal de esa otra persona cuando no está delante. Y si ha sido alguien muy conocido o importante, aún da más que hablar. Curiosamente, si esa persona estaba en la cima, a su alrededor todo eran halagos (lameduras de culo). Si esa persona se ha venido abajo, los mismos que chupaban sus posaderas, ahora lo apedrean. Es un hecho que parece que sucede desde la antigüedad.

Amigos, pareja, empresarios, alcaldes, políticos, compañeros de trabajo... nadie escapa. Todos acabamos haciendo algo mal o que no siempre gusta a todo el mundo. Y eso parece que provoca las más variadas conversaciones a nuestras espaldas. Incluso, también parece que a veces pensamos, que para quedar bien con unos, es necesario hablar mal de otros. Quizá también creamos que mientras se desvía la atención hacia lo malo de los otros, parece que nosotros quedamos excusados o en un segundo plano. Sin duda, es un comportamiento inmaduro. Con la de cosas que hay por hacer, y nosotros perdiendo el tiempo en murmuraciones!.

Seguro que haciendo pequeños cambios individuales, como evitando este tipo de murmuraciones, llegaremos a ser mejores personas y también conseguiremos así una mejora en nuestro entorno y a la larga, una mejora social.

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VENDER LA MOTO

Hace ya más de diez mil años que el ser humano empezó a practicar la ganadería y la agricultura. Entonces, con los crecientes avances tecnológicos de la época, como la mejora de los conocimientos de cultivo y el uso de los animales o las herramientas, empezaron a obtenerse unas cosechas cada vez mayores y esto hizo que no fuera necesario que todo el mundo se dedicase a la agricultura. Así, también fueron surgiendo las diferentes especializaciones en otros sectores como la alfarería y la siderurgia. De esta manera, los excedentes agrícolas empezaron a intercambiarse por otros objetos producidos por estas comunidades especializadas en unos menesteres diferentes a la ganadería y la agricultura. Había nacido el comercio, principalmente como una actividad de intercambio de mercancías, bastante antes de que se crease la moneda.

Así, que hace cerca de diez mil años que el ser humano ha ido desarrollando y perfeccionando la técnica del comercio, unos con más destreza que otros, pero sin duda, todos sabemos vender una idea, un producto, un estado de ánimo... con más o menos habilidad, pero ya de manera innata. A menudo, esta capacidad comerciante ha estado infectada por otra capacidad humana muy antigua, como es la mentira, sobre todo, buscando el mayor beneficio propio. Es decir, en este sentido, somos bastante especialistas en “vender la moto”. Esta es una expresión coloquial muy relacionada con el engaño, que significa destacar cualidades ficticias de un producto para venderlo. Y la capacidad de vender, se traduce en negocio y finalmente, en poder.

Entonces, el que mejor habilidad tiene para vender, es siempre el ganador. Así, hasta somos capaces de vender cosas tan abstractos como la felicidad, la esperanza, la confianza, la salvación, la seguridad, la vida eterna, el castigo de Dios... e incluso, nuestra propia salud, y a cambio de estos maravillosos productos, obtenemos la voluntad de las personas, su dedicación, sus bienes, su apoyo... quizá llegando a convertir a algunas de estas otras habilidosas personas del comercio a gran escala, en poderosas, omnipotentes, privilegiadas, ricas, indestituibles, respetables, necesarias, intocables...

¿Pero que pasa cuando nos percatamos que hemos sido engañados?. Supongo que lo primero que afecta es a nuestro orgullo, el amor propio, al ver que no hemos sabido detectar el engaño. Después podemos manifestar cierta ira hacia la persona que nos ha engañado y finalmente, quizá también acaba traduciéndose con la pérdida de confianza hacia la persona que nos ha engañado o incluso, hacia otras personas.

Y cuando nos han engañado tanto, vendiéndonos tantas cosas de las que no hemos encontrado el sentido real, sino es que en verdad nos atan, nos privan de la libertad... parece que al final nos sentimos derrotados y asumimos nuestras limitaciones, pasando después a mostrar indiferencia y es ahora, la indiferencia, la que se instala dentro de nosotros y también nos acaba dominando. Y así, acabamos convertidos en seres humanos esclavos del consumo, víctimas de los que dirigen este sistema, sometidos a su tiranía, arrogancia y avaricia y por sí fuera poco, parece que aún lo asumimos y acabamos aceptando que nos quiten los derechos sociales, que nos bajen los sueldos, que nos alarguen la edad de jubilación, que nos suban los impuestos... y un largo etcétera que nunca se dice en la campaña electoral porque lo que siempre hacen, es vender la moto y esta vez, hemos pagado más de lo debido por un trasto que ni siquiera es una moto, sino quizá una bicicleta vieja, oxidada, sin sillín y con las ruedas pinchadas.

¡En fin!. ¡Quizá siempre podría ser peor!, porque incluso nos han enseñado aquello que dice: “Más vale malo conocido que bueno por conocer”. Ahora bien, ¿volveremos a consentir que esto suceda de nuevo?. ¿Nos apretaremos el cinturón al mismo tiempo que también nos bajaremos los pantalones?.
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ESTÁ PROHIBIDO

Quizá una de las cosas a las más que nos hemos acostumbrado los seres humanos es a la transgresión de lo que llamamos como “la norma”, es decir, constantemente saltamos por encima de todo lo que está prohibido. Así, está prohibido tomar drogas, y mucha gente continúa tomando; está prohibido coger el coche después de beber alcohol, pero son numerosos los casos que se producen, algunos de ellos con efectos mortales; también está prohibido sobrepasar los límites de velocidad, pero cualquiera puede circular por encima de lo permitido, incluso en ciudad o en autopista, porque curiosamente también construimos coches con motores que duplican la velocidad permitida; igualmente está prohibido hacer fuego en la montaña, quizá queriendo evitar los incendios, pero tampoco ha evitado que se produzcan, incluso parece que ahora hay más que antes; tampoco se puede circular en bicicleta por algunos senderos, para evitar la erosión, y no obstante se permite hacer macroautopistas y líneas de ferrocarril o gasoductos que parten en dos todas las montañas a su paso; está prohibido acampar por cualquier lugar en la montaña, quizá para evitar que la gente abandone sus desperdicios, pero hay barrancos llenos de basuras, cosa igualmente prohibida; está prohibido robar y cada día continúan produciéndose más y más robos de todas las maneras imaginables; también está prohibida la piratería, y mucha gente utiliza programas o juegos piratas para el ordenador o la videoconsola o se hacen miles de descargas de música y películas; también se ha prohibido fumar en establecimientos públicos y ahora parece que le conceden a un inversor extranjero que se pueda fumar en su recinto; igualmente está prohibido el maltrato o la violencia y a menudo vemos por la televisión casos de violaciones y violencia de género que llega a acabar en muerte; incluso, se ha prohibido la prostitución y también hay países donde se castiga la homosexualidad o la pedofilia, sin que ello haya conseguido acabar con estas prácticas...

Y así, cada día nos van prohibiendo más y más cosas y lo que parece que es una democracia, acaba con más prohibiciones que las que había en una dictadura. Y ahora me pregunto yo: ¿Han servido de algo tantas prohibiciones, si todo lo que está prohibido continúa haciéndose al margen de la ley?

Entonces puede parecer un absurdo crear tantas prohibiciones, si al fin y al cabo, a efectos prácticos, unos u otros siempre acabamos saltándonos esta o la otra prohibición como la cosa más natural, pensando que es una cosa que todo el mundo hace. Sin embargo, ¿porque hay tantas prohibiciones?. La respuesta es sencilla y responde al tipo de individuos que van caracterizando esta época. Así, entre las personas parece que cada vez hay más abusos, más irresponsabilidad, más individualismo... que provocan que pensemos en el otro lo menos posible, pero por sí fuera poco, sin el menor remordimiento.

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