DE FLOR EN FLOR

A mí me gusta mucho el helado de turrón. Hay muchas otras clases que también están bien, incluso quizá haya mejores, pero a mí me gusta el turrón y no me canso de él. Si ahora digo que una relación de pareja quizá sea como la devoción por un helado, sin duda es para caer de la silla y estallar a reír por los suelos.
Lo cierto es que también hablar de “cuernos” es una cosa que da lugar a mucha parodia. Se hacen numerosos chistes y series televisivas en las que estas situaciones caen bien y hacen reír a todo el mundo, pero pienso que en la vida real la cosa es muy diferente. Quizá salvo algunas modernas parejas liberales, a nadie le cae en gracia la infidelidad conyugal. Es motivo de discusiones, divorcios, malos tratos e incluso causa de asesinato o suicidio.
Pero también hay quien dice que hoy en día no existe el adulterio, que las relaciones son así, lábiles y cortas y de esta manera ya no cabe pensar en la infidelidad. Simplemente hemos cambiado de pareja, como quien cambia de calzoncillos. Antes me gustaba el turrón, pero he probado el tiramisú y ¡me gusta más!.
Parece que el ser humano arrastra un profundo vacío interior que lo hace insaciable. Nunca tenemos bastante dinero, una casa suficientemente grande, un sofá bastante cómodo... o una pareja con la que sintonizar bien y compartir el resto de nuestros días; alguien a quien dedicarle constantemente los esfuerzos para que todo vaya bien, compartir las palabras bonitas, las sinceras, las necesarias; alguien con quien compartir también las responsabilidades, las preocupaciones, las satisfacciones. Quizá esta manera de pensar romántica ya está desfasada, pero cuando el mundo que nos rodea parece desbaratarse, creo que a veces hay que volver atrás y buscar aquellas maneras de vivir y pensar que daban estabilidad a nuestra vida.
Está claro que todo el mundo continúa intentando buscar la pareja perfecta con la que casarse, pero hay que admitir que la perfección es bastante inalcanzable para el ser humano. Así llega un tiempo en el que cruzado ya el umbral del enamoramiento, nos encontramos con una realidad diferente a la que imaginábamos. ¿Qué hay de las promesas de respeto, fidelidad y amor que las personas se habían hecho al casarse?. Quizá era solo una cháchara sin cordura, un producto más de consumo que entra con el lote del convite y el número de cuenta. Está claro que ya no se lucha por superar las dificultades y todo el mundo huye cuando hay problemas.
Alguien podría afirmar que todo llega a suceder por una insatisfacción con la pareja, pero ¿qué conduce a esa insatisfacción?. Quizá la rutina, la inactividad, los cambios del carácter, la incomunicación, la falta de confianza y todas las otras cosas que pueden o no suceder fuera o dentro de la cama. ¿Qué ha pasado con el amor que motivó esa unión conyugal?. Quizá sólo se trataba de intereses mutuos?.
Compartir toda una vida con otra persona es una de las decisiones más importantes en nuestra vida. Así, una vez hemos dado el paso, debemos mantener la relación tan fresca como el día que nos enamoramos. Sin dejar que nada la estropee.
Quizá habría menos quebraderos de cabeza en el mundo si esperásemos a encontrar la pareja perfecta y valorásemos más las relaciones humanas, en lugar de lanzarnos a la primera que surge o a la segunda, o a la tercera (hay quien afirma que hay que probar muchas antes de decidirse), pero claro, ¿quién es capaz de esperar y reprimir también los instintos sexuales?. O quien no tiene miedo a dejar perder una oportunidad, a quedarse solo o que se le pase el arroz?.