UNA MAQUINA EN LA CAMA

La tecnología, o lo que algunos llaman progreso, va camino de unos avances que parecen automatizar con máquinas y ordenadores muchos ámbitos de nuestra vida, que a menudo sustituyen a las personas. Así las reclamaciones se hacen por teléfono exponiéndole el problema a una máquina, en lugar de hablar con una persona que hay detrás del mostrador; hay fábricas donde casi todo se hace con máquinas y robots y sólo hay contadas personas para supervisarlos; ya podemos pagar recibos por el cajero automático, hacer gestiones bancarias y administrativas con firmas digitales, vigilar nuestra casa desde el móvil o desde un ordenador conectado en Internet, hacer cualquier compra o incluso, conocer y relacionarnos con mucha otra gente por medio de un ordenador conectado a Internet. Así también, igual que utilizamos el ordenador para conocer gente, de la misma manera podemos utilizar el móvil por cortar con una relación de pareja, quizá porque ya no tenemos valor de enfrentarse o tratar con una persona a la cara.
A veces he ido al banco a hacer alguna gestión y no han tardado mucho en decirme que eso lo podía hacer desde el cajero. Entonces me pregunto ¿qué hace esa gente que hay en las oficinas de los bancos?. Parece que huyen del trabajo o que los obligan a hacer que tratemos con las máquinas. Qué sensación deben tener al ver que su porvenir será reemplazado por una maquina más productiva y económica a largo plazo de tiempo, que nunca estará de baja por depresión, ni necesitará cotización a la Seguridad Social, ni recibir una nómina.
Me imagino así el día en que ir al médico se haya convertido en poner la lengua y la tarjeta sanitaria en una espècie de cajero automático y este nos dirá lo que tenemos y lo que debemos tomar. O también gente que no sepa relacionarse con otras personas y tengan un robot de apariencia humana con quien meterse en la cama y a su completa disposición. Me estremece pensar que lo que parecen argumentos de películas de ciencia ficción algún día puedan ser realidad.
A pesar de esto, el otro día fui al cajero a sacar dinero y me encontré en su pantalla con un sencillo mensaje que considero muy interesante: “CON MÁS IGUALDAD MENOS VIOLENCIA”. Seguramente querría transmitir algún mensaje respeto la violencia de género, pero no hay emoción, pasión o contacto humano que nos pueda hacer conectar con la idea o acabar de entenderla. Sé que detrás de ese cajero automático hay una persona, pero por el momento no creo que lo que quiera transmitir llegue a tener la misma fuerza. No obstante dio la casualidad que aquel día leí el mensaje. En muchas otras ocasiones no lo he hecho pensado que se trataba sólo de publicidad. Y me gustaría reflexionar un poco sobre la magnitud de este mensaje que me sorprendió. Creo que tiene un significado mucho más profundo que la dramática moda de la violencia de género.
Si no hubieran diferencias ante del color de la piel, la cultura, la religión, el sexo, las ideologías políticas, la posición social, los derechos, el sueldo... Quizá no habría robos, guerras, lucha por el poder, imposición o seducción por una forma de pensar, abusos de poder, envidia, rivalidad... Pero por desgracia, parece que este argumento no atrae las productoras cinematográficas y esta es una ficción muy idealista que tristemente puede tardar más en conseguirse que tener un robot por pareja, que si nos estorba o no hace lo que queremos, siempre podremos desconectarlo de la luz.
LEER MÁS...

MUJERES AL VOLANTE

Hace poco estuve en un país árabe donde me sorprendió ver unas mujeres engarzadas bajo un paño negro, del que apenas solo se le podían ver los dos ojos de todo su cuerpo. Lo curioso de la situación, es que estábamos en una mundialmente conocida cadena de hamburgueserías y me percaté como una de ellas estaba enfilándose la comida por bajo de aquella tela que le cubría la cara, sin que se mostrara la más mínima parte de su rostro. No sé si habéis experimentado comer cualquiera de estas hamburguesas, pero a mí me chorrean las salsas, se me resbala la carne o la ensalada... Es decir, como ensuciándome como un cerdo o como un niño al que constantemente deben estar limpiándole los morros. ¡No quiero ni imaginar hacerlo rodeado en una tela como esta!.
Ya en nuestras tierras, cuatro chicos acabábamos de hacer la compra en un supermercado y hablando animosamente de la jornada de trabajo y la compra que habíamos hecho, nos adentramos en el ascensor para bajar al parking. En el momento que la puerta empezaba a cerrarse, una joven amorró su carro y de un golpe, la puerta del ascensor se volvió a abrir y ella se metió dentro. Toda conversación entre nosotros desapareció por completo. Como si estuviéramos aguantando la respiración, sin quitarle ojo a aquella chica de complexión atlética enfundada en unas mallas ajustadas que definían todos sus contornos. Ella sonrió y tan pronto como se abrió la puerta del ascensor en el aparcamiento, salió con una sonrisa triunfal despidiéndose de nosotros y nuestro denso y sospechoso silencio.
Lo cierto es que hace semanas que el calor favorece que las mujeres muestren su belleza de una manera quizá insinuadora que, además, también puede resultar peligrosa, por ejemplo cuando un hombre va al volante por en medio de una avenida al menguar la tarde. Parece que las mujeres estén diseñadas para lucir sus encantos o los gusta demasiado que todo el mundo las mire. Sobre los hombres cae el hecho de babear por ellas o perder la vista mirándolas de arriba abajo. ¿Porqué?
¿Qué tienen estas curvas que tanto nos hacen embelesar?. Quizá esto me hace entender porque en otros países las mujeres no pueden mostrar sus encantos: para no distraer la atención de los hombres. Quizá si no somos capaces de dominar nuestros ojos, el hambre o el deseo, la mejor solución es la vida de clausura, pero si no aguantamos vivir en una prisión aislado del mundo, o nos parece una medida desproporcionada, que mejor solución que tapar lo que es deseable, atractivo, insinuador, provocativo... Es otra medida igualmente desproporcionada, como bien podría ser taparles los ojos por la calle a los hombres.
Así se ve claramente quien domina el mundo, quien es capaz de conducir a los hombres y desviar toda su atención y sentidos. Así, si los hombres no son capaces de vencer ese deseo, esa atracción tan poderosa, quizá sólo les queda hacer servir su fuerza dominadora sobre las mujeres, por ejemplo encubriendo sobre la tradición, la cultura o la religión el hecho de que no pueden controlarse delante de los encantos y la belleza femenina, a veces llegando hasta la supresión de los derechos y libertades o el maltrato de las mujeres.
LEER MÁS...

EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA

El otro día estaba yo junto al cauce del río leyendo el periódico cuando oí a alguien hablando sobre el vandalismo que hay en los bancos, fuentes, barandillas y farolas de este entorno. Se trataba de un padre explicándole a su hija que todos los ciudadanos pagamos con los impuestos todo lo que hay a nuestra ciudad; que es para el nuestro beneficio y satisfacción, pero que no todo el mundo lo entiende así y hay gente que, quizá como un acto de rebeldía contra las autoridades o “el sistema”, atenta contra lo que está a su alcance. Curiosamente en el periódico se hablaba de la creación de uno nuevo puesto de trabajo en una población vecina: el educador de calle. Se trataba de dos personas que irían recorriendo el pueblo informando a los ciudadanos sobre normas de civismo. Algún motivo habrá para que se piense en crear puestos de trabajo como estos.
Lo cierto es que me pareció muy loable que un padre tratara un tema como este con su hija, ejerciendo la función responsable de ser padre: que podría ser una cosa así como educar los hijos por que sepan desarrollarse en este mundo con plena autonomía, alimentando la capacidad de razonar u opinar y ser responsables y partícipes de sus actos dentro de la sociedad en que se mueve cada uno.
A menudo he visto padres mirando a otro lado mientras su hijo hacía algo que no estaba bien, con total indiferencia; o argumentando que su decisión es “porque sí”, sin ningún otro razonamiento; o encarándolos al televisor o el videojuego por que no estorben, sin dedicarles demasiado tiempo para pasarlo con ellos escuchándolos, hablando y jugando... a menudo también he oído padres diciendo que no pueden con los hijos, o adultos diciendo que no entienden a las nuevas generaciones... Así cambia la sociedad, cambian los valores, pero a menudo no cambia para que nosotros seamos promotores de ese cambio, sino porque dejamos hacer, quizá como otros han ido dejándonos hacer a nosotros, dejándonos descubrir sin ningún guía. Así nuestros progresos como "seres humanos" son muy lentos y a veces vamos muy a la deriva, dejando perder oportunidades que no se volverán a repetir. Ser padre exige responsabilidad, paciencia, ser un ejemplo práctico, promover el cambio de aquellas cosas que se pueden hacer mejor... Pero parece que todos estamos demasiado inmersos en nuestro trabajo, préstamos, relaciones o problemas como para preocuparnos por los otros.
Se reclama también así la necesidad de crear una nueva asignatura, porque hay muchas cosas que vienen fallando en la educación de las nuevas generaciones. Hay quien se pone las manos a la cabeza antee los contenidos de esta asignatura, pero todo son intentos de abordar problemas o carencias que se han ido detectando en la educación de las nuevas generaciones. Y estos son tan amplios y variados, que quizá hace falta más que una asignatura. Lo cierto es que si hubiéramos tenido una buena educación integral de base, seriamos capaces de enfrentar mejor toda situación y comportarnos mejor dentro de la sociedad a la que pertenecemos. Pero podemos decir que esto no se consigue con una asignatura o con los educadores de calle, sino que requiere la implicación de todo el mundo: maestros, compañeros, amigos, vecinos, familia, ciudadanos...
danibalaguer@movistar.es
LEER MÁS...

LA MUJER DE LA SILLA

Volvíamos de allá arriba de los pirineos circulando ya por la misma carretera nacional que también siempre ha atravesado nuestro pueblo. Eran poco más de las once de la mañana cuando pasamos por delante de una mujer sentada en una silla de plástico al lado de la carretera. Yo iba conduciendo y me pareció muy extraño encontrar aquella mujer como quien se sienta en una silla en la terraza de verano de una cafetería, pero en medio de ningún lugar. ¿Qué hace esa aquí sentada?, le comenté inocentemente a mi mujer, que se puso a reír. ¿Qué va a hacer?, preguntó ella, añadiendo si la había visto bien. Al rato vimos otra mujer también sentada en una silla al otro lado de la carretera. Lo tuve claro: una mujer con un “top” fucsia y una falda muy corta, tan corta que por bajo se le podían ver los pelos de... ¡No quiero ni imaginar la de cosas que se habrán visto por bajo de aquella falda!. ¡Con toda la solana y sin una sombrilla!. ¡Cojones!. Hay que tener valor y ganas. Y después también vimos muchas sillas vacías. Ciertamente ganas no debían faltar y ya se sabe que cualquier hora siempre es buena, y si no, que se lo pregunten a un hombre.
Me imaginé una furgoneta llena de sillas y mujeres, repartiéndolas a lo largo de la carretera nacional, como quien reparte el pan o la prensa. Pero ¿porque no había también hombres sentados en aquellas u otras sillas?. Curiosamente algunas dicen que las mujeres tienen el mismo deseo que los hombres, pero yo no lo tengo demasiado claro. Otros dicen que ellas mantienen más la decencia y no lo manifiestan tan visible y desesperadamente como los hombres. Lo que está verdaderamente claro es que hay más demanda de mujeres que de hombres. Por algún motivo debe ser: o los hombres están insatisfechos, o son unos inconformistas, o les gusta explorar terrenos nuevos, o ellos siempre tienen más ganas...
Lo cierto es que debe ser todo un negocio, a pesar de que esté lleno de miseria, abusos, explotación, marginalidad, violación de derechos y libertades... Se puede decir que es un viejo oficio que también ha ido adaptándose a los tiempos pero que salvo posibles enfermedades de transmisión sexual, tampoco parece haber decaído o sufrido graves crisis y no ha necesitado I+D como otros sectores, a pesar de que también deba competir con el mercado asiático, africano, del este...
A menudo este negocio suele estar relacionado con el de las drogas y hay gente que habla tanto legalizar uno como el otro, porque dicen que así no habría los mismos abusos, estaría todo más controlado... Hay quien dice que la prohibición y la ilegalidad favorece el desafío, la delincuencia, la marginalidad... Posiblemente si el gobierno metiese mano para controlarlo, aparte que todo sería más caro por los impuestos, irónicamente hay que añadir que quizá no habría suficientes funcionarios para controlarlos.
Falta saber si la libertad de cada uno es compatible con la propia responsabilidad y si nuestras decisiones y actos no van a afectar negativamente a los otros. Los más conservadores o moralistas defienden la prohibición, no sin ser consumidores encubiertos algunos de ellos. Los más libertarios y posibles consumidores mayoritarios defienden su legalidad. Así nos movemos a caballo haciendo la vista gorda entre unos y otros, porque ciertamente nunca habrá acuerdo y por encima del si o del no, continuará habiendo consumo. Porque?.
LEER MÁS...

LA RANA EXPERTA EN JUICIOS

Había una vez una rana que vivía en una laguna bajo un gran puente de hormigón. Esta rana se pasaba el día trabajando en los fangos, porque lo cierto es que no tenía estudios. Cuando acababa su jornada de trabajo, no hacía otra cosa que hablar de fútbol, política, gente de las revistas del corazón, “sapos y culebras”. Era una rana idealista que nunca había salido de aquel estanco, no obstante era experta en toda clase de aguas en ríos, lagos, embalses y pantanos, incluso de agua salada.
Pero esta rana no era del todo feliz. Constantemente esperaba a que viniera el príncipe de la lotería y la sacase del fango, pero el príncipe nunca llegaba. Mientras le esperaba con una ilusión constante, llenaba su tiempo juzgando todo lo que hacían las otras ranas, los peces, las libélulas, las sanguijuelas, los sapos, las serpientes y mosquitos de la laguna: que si el alcalde, que si el presidente del gobierno o la de la oposición, que si los homosexuales, que si los capellanes, que si la vecina divorciada, que si los drogadictos, que si los inmigrantes, que si la sociedad... Parece que desde su punto de vista, en comparación a ella misma, todo el mundo tenía defectos.
Para ella era todo un asco vivir en aquella laguna en la que nadie le preocupaba que a las personas tiraran latas y otra clase de desperdicios, o las tortugas extranjeras se comieran los peces, o las algas invadieran las aguas, o los mosquitos transmitieran enfermedades. Ella era una víctima más de la forma de vida de la laguna. Así soñaba en el día en que el azar llamara a su puerta con el premio de la lotería, día en el que podría mirar a los otros por encima del hombro, haciéndoles ver que era mejor que los otros, que había triunfado y dejaría por fin aquella caótica laguna. Y mientras aquel día llegaba, en lugar de hacer nada por mejorar su entorno y la miseria de su vida, esperaba que su suerte cambiare, pero mientras esperaba, no hacía otra cosa que esperar. Así, el tiempo pasaba.
A menudo oigo la gente hablar y parece que todos nos creemos expertos en toda materia. A veces nos creemos bastante sabios para dar consejos y por supuesto, juzgamos las actuaciones de los otros, como si nosotros fuésemos auténticos modelos de perfección. Pero si tan buenos somos, quizá hay que preguntarse ¿que hemos aportado nosotros a la humanidad o nuestro entorno para mejorarlos?. Fácil es hablar, incluso escribirlo, pero el verdadero reto, es actuar. Así hay que mejorar las relaciones con los nuestros semejantes, que tendrán tantos defectos como nosotros mismos, fomentando el respeto, la lealtad, el afecto, la comprensión, el perdón... Y juntos creceremos como personas, como hermanos.
LEER MÁS...