¡QUE HUMOR!

Eran casi las siete de la tarde de un sábado en el que yo acababa de salir de un cursillo y dispuse de tiempo para hacer la compra de la semana. Una vez cogí todo lo que necesitaba entre los numerosos estantes del supermercado, me dirigí a la caja donde me sorprendió muchísimo encontrar una chica con tanta alegría despidiendo a los clientes. Le dije que era cosa de admirar su buen humor, alegría y el trato que daba a los clientes y más por estar trabajando un sábado por la tarde. Ella enseguida dijo que había que tomarse la vida con alegría, y que no podía quejarse, porque al fin y al cabo, podía darle gracias a Dios por tener trabajo.
Lo cierto es que a lo largo de mi vida laboral me he encontrado con poca gente así, que goza de su trabajo, sea la que sea y todos protestan: que si el sueldo, que si la jornada, que si el “jefe”, que si resulta pesada, que si los compañeros... Me percato así que los seres humanos nos quejamos de todo: si tenemos trabajo, porque tenemos, y si no, porque nos falta. Parece que realmente poca gente sabe apreciar lo que tiene y mostrar ese agradecimiento a la vida, que revierta y contagie a los demás.
En este sentido, a veces no valoramos el sencillo hecho de tener trabajo y gozar de un sueldo. Pero esto no sucede sólo en el trabajo, sino en todos los ámbitos de nuestra vida. Parece que no sabemos ser felices con lo que tenemos y nos pasamos la vida deseando otras cosas, creyendo que serán mejores y así, navegamos inmersos en nuestras frustraciones y codicias, hasta el punto que en buena parte de nuestra vida, perdemos la oportunidad de vivir el momento presente con alegría y satisfacción.
Parece que “nos han vendido la moto” con aquello de la felicidad como una cosa que podemos encontrar fuera de nosotros, pero como dicen, “la felicidad es un trayecto, no un destino”. Así, pensamos que seremos más felices después de conseguir un ascenso en el trabajo; cuando nos jubilemos; después de comprar un coche; cuando nos podamos ir de vacaciones o cuando nos toque la lotería... Y todo será después, cuando lo verdaderamente importante es ahora; es el que estamos viviendo en el momento presente.
Sólo nosotros podemos decidir como ver la vida, indiferentemente de las circunstancias, y según lo que proyectemos, recibiremos de nuestro entorno.