LOS PELIGROS DE UNOS POLÍTICOS EN EDAD DE JUBILARSE

En estos días está hablando en los medios de comunicación que el gobierno quiere alargar la edad de jubilación hasta los sesenta y siete años. Sin más preámbulos, debo decir que me parece una medida realmente absurda o paradójica, quizá fruto de la desesperación de los políticos frente a la crisis, la mala previsión del fondo de las pensiones por jubilación y la escasa cotización a la Seguridad Social.

Sólo si nos paramos a analizar un poco el mercado laboral, podremos ver que resulta curioso que haya muchos parados de larga duración, todos ellos mayores de cincuenta, que tienen muchas dificultades para ser contratados. Pero sin duda, parece que aún será una minoría con respecto a los que pasadas estas edades, todavía están trabajando y cotizando.

Así me imagino gente a la que aún le quedaría algún tiempo para jubilarse, como un conductor de mercancías peligrosas de 66 años conduciendo de paso por una poblada ciudad; o a un obrero de 63 años colgado de una cornisa para arreglar una fachada o caminando por los andamios de una construcción; o un minero de 64 años sacando carbón de bajo tierra; o a un dentista de 65 años amolando un diente para hacer un empaste; o un mecánico de 66 años cambiando el motor de un coche; o un soldador de estructuras metálicas de 65 años haciendo la cubierta de una nave industrial.

Para suavizar su disparate, que parece se les ha ido de las manos, han añadido que dependerá de casos, pero seguro que no se jubilarán antes los casos que yo he comentado, sino aquellas personas que por su oficio, podrían estar trabajando hasta una edad más avanzada, como políticos (con dudas), banqueros y funcionarios.

Quizá lo que en realidad quiere el gobierno con esta medida es mantener trabajando a los que tienen ganas y cotizan, porque estos deben mantener a todos los otros que no tienen ganas y quieren cobrar su pensión; o a quienes queriendo trabajar, no tienen trabajo y también cobran una prestación; o pagársela a una envejecida población donde también hay un numeroso grupo de personas que por su edad, derecho y años de oficio, finalmente se han jubilado. Está claro que si se paga más de lo que se ingresa, la vaca pronto se queda sin leche.

Al fin y al cabo, medidas como estas siempre las pagan los que tienen la suerte de poder trabajar para vivir honestamente y sacar sus familias adelante sin grandes lujos.

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1, 2, 3 ...Y la Navidad se hizo.

Eran mediados de junio allá por el año 133 a.C. cuando el ejército romano acababa de invadir Asia menor. Lo cierto es que por allí no encontraron mucho con que engrandecer su imperio, pero no podían volver con las manos vacías; así que, en vistas de que carecían de una religión estable con la que someter al pueblo y dado que entre aquellas tierras se toparon con la fuerte influencia del mitraísmo, a alguien se le ocurrió la idea de importar algo que no se había hecho hasta entonces: podían llevarse una religión a casa.

No se vio ninguna estrella en el cielo que les indicase un atajo para un regreso que se vaticinaba largo ante la llegada del verano. La ruta tampoco estaba señalizada y las migas de pan que habían dejado como rastro para la vuelta, se las habían comido los pájaros. De no ser por tres o cuatro poblaciones asoladas que habían dejado a su paso, no habrían sabido volver, o habrían tardado unos cuantos años. El camino era muy largo, sobre todo, recordando que las legiones iban a pie y las autopistas no existían.

El invierno les cogió de regreso cerca de Nazaret, pero por aquel entonces, el cristianismo estaba muy lejos de toda imaginación o profecía. Los romanos celebraban por aquellas fechas las saturnales. En estas fiestas, tras las ceremonias religiosas y los banquetes, se intercambiaban regalos y visitas y a los esclavos se les concedía libertades poco corrientes, pero de nuevo empezaron a perder las nociones de su propia religión con el cargamento que llevaban. Lo cierto es que el mitraísmo prometía ser una religión ideal para el pueblo romano.

El tiempo pasó y aquella religión efectivamente alcanzó una expansión formidable, aunque estaba empezando ya la competencia del cristianismo; pero hacia el año 385 d.C, Teodosio I dictó fuertes medidas contra esta creciente amenaza a su culto. A pesar de esto, ni todos los leones del coliseo pudieron acabar con los cristianos y a alguien se le ocurrió aquello de “si no puedes con tu enemigo, únete a él”. Y fue así como el cristianismo empezó a ir ganando terreno a las otras religiones; pero por supuesto, lo que más atraía a los seguidores de una determinada religión, eran las fiestas propias de ella. Del nacimiento de Jesús, poco se sabía; cuando Él nació era un chico normal del que poco cabía imaginar su gloria, así que nadie se anotó aquella fecha como algo memorable; sí, su madre se acordaría, pero sólo mientras viviese. Echando unos siglos de por medio, evidentemente aquella fecha quedó en el más absoluto olvido. ¿Cómo se les podía haber pasado algo tan importante?.

Así que para ganarse el beneplácito de los romanos, adoptaron las fechas de las saturnales y alguna de las costumbres propias de aquella vieja religión como fecha del nacimiento de Jesús; con ello consiguieron más seguidores del cristianismo.

En su creciente expansión, el cristianismo fue topándose con otras religiones a lo largo del mundo y fue contagiándose de las otras, de las que fue cogiendo algún detalle para no discriminar a los seguidores de esas otras religiones, que finalmente acababan por seguir el cristianismo, dado que se estaba poniendo de moda y tenía muchas fiestas.

Así pues, las saturnales romanas y a fiesta pagana de los britanos, tenía lugar hacia el 25 de Diciembre. Más o menos, se estuvo de acuerdo en fijar aquella fecha como la del nacimiento de Jesús, dado que había sido muy notable en las tradiciones anteriores. También conservaron el hecho de hacer regalos.

Del mitraísmo, se adoptaron ideas como la inmortalidad del alma, puesto que aquel detalle gustaba mucho y daba más poder a esta religión, pero también la creencia en el castigo eterno de los malos y la perdurable felicidad de los buenos, puesto que aquel detalle servía para dirigir al pueblo por el camino que más interesaba: el camino del bien. En aquel mundo de hombres, las mujeres estaban excluidas de las prácticas del culto, aunque se insistía mucho en la caridad del prójimo.

Para dar color a la fecha del nacimiento de Jesús, se adoptó también la costumbre de adornar las iglesias con muérdago y acebo; decorar la casa con guirnaldas, era una costumbre nórdica de la que también se sirvió el cristianismo...

Y fue más o menos así como entre saturnales, mitraísmo, regalos, guirnaldas, caridad y demás, nació la navidad del cristianismo.

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CARA O CULO

El otro día estaba con mi mujer y un amigo y los dos se pusieron a hablar de una persona que ambos conocían; charlar a las espaldas de otro, hecho muy común entre los seres humanos. Para uno era una bellísima persona y para la otra era la encarnación del propio demonio. ¿Cómo es posible que una persona pueda tener dos caras tan diferentes?. Quizá tiene que ver la simpatía entre las personas, sentimiento muy poco objetivo y bastante egocéntrico dentro de las relaciones humanas.

Igualmente tuve la oportunidad de conocer a una compañera de trabajo, que aparte de ser poco trabajadora y que no engranaba demasiado bien dentro del equipo, porque era muy resistente a cualquier cambio y boicoteaba todas las nuevas acciones, ella siempre se esforzaba en tratar de dar la imagen contraria ante cualquier otro que no la conociese o con el que pudiese haber más simpatía. No la despedían por miedo y por ser hermana de una persona influyente. Los compañeros se quejaban al jefe, pero este acababa diciéndoles unas palabras que después no tenía valor de decirle, o por lo menos ni tan siquiera era capaz de supervisarle el trabajo o exigirle un poco más. Cuando finalmente al cabo de muchos años se decidieron a despedirla de mala manera, aprovechando una baja de maternidad, ella en seguida sacó la cara de repuesto, y lo cierto es que se sabía vender como la víctima de las manías de los compañeros y defendiendo que siempre había sentado muy trabajadora y nunca había tenido ninguna queja.

En otro lugar, se vivía una situación semejante y cuando la gente se quejaba al presidente, él decía unas cosas que daban la razón a los que se quejaban. En otro contexto, cuando los que se quejaban no estaban delante, la razón la daba a la persona de la que habían quejado. Sólo una persona neutral que está en los dos contextos puede percatarse de esto. ¿Qué podemos opinar?.

Parece que nos gusta mucho jugar a dos bandas y ganarse siempre a la audiencia que tenemos delante. Sin duda es toda una muestra de la mayor falsedad humana y de nuestra incapacidad para la conciliación, labor de todos cuantos ostentan cargos como presidentes, políticos, alcaldes, jefes...

Así que para evitar estas situaciones, pienso que lo mejor es tratar siempre todos los temas conflictivos a la cara ante todos los implicados. Sin duda es tarea difícil que puede convertirse en toda una batalla campal entre dos egos diferentes si no lo hacemos ante un buen mediador, y si el deseo de las dos partes no es llegar a la conciliación. Parece que no somos conscientes de que si en lugar de cambiar de cara, solucionamos los conflictos y acabamos llevándonos bien, todo nos irá realmente mejor.

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MEDIDAS DESESPERADAS

Hoy hay una mujer divorciada más. Hacía ya tiempo que la situación en casa era desesperada. El hombre no hacía nada. No trabajaba, tampoco atendía los hijos, ni contribuía en las tareas de la casa. También había empezado con el alcohol. El tiempo pasaba en forma de horas días, semanas, meses y años y nada cambiaba. Ella debía trabajar para poder pagar la hipoteca y la comida, además de todos los otros gastos de la casa y las necesidades de los hijos, a los que también debía dedicarles atención y tiempo. Después debía hacer las camas, cocinar, limpiar la casa y si un poco de tiempo o ganas le quedaban, quizá debía amar a su marido, que se pasaba el día en casa, sin salir más que a comprar tabaco o cerveza, hasta que también decidió comprarse un ordenador con tarifa plana de conexión a Internet, por sí la economía doméstica no estaba suficientemente magullada.
Después de pasar mucho de tiempo pensando en la decisión de divorciarse, reunió el valor necesario y se lo dijo. Su marido se mostró totalmente indiferente, como si no se lo creyese; como si estuviese convencido de que eso realmente no acabaría sucediendo. Con paciencia, ella le fue repitiendo su decisión un día tras otro, hasta que el marido empezó a percatarse que iba seriamente. Entonces él empezó a moverse y en seguida encontró trabajo, pero la decisión estaba igualmente tomada. Al ver que su mujer continuaba firme en lo que había decidido, dejó el trabajo cuando aún no hacía una semana que había empezado a trabajar. Empezó a decirle a su mujer que ella tenía un amante y por eso quería dejarlo.
Como aquella provocación tampoco surgía el efecto deseado, empezó a publicar anuncios e imágenes pudorosas de su mujer diciendo que necesitaba un hombre. Mientras tanto, él conoció a otra mujer en un chat con la que inició una relación, quizá para utilizar los celos o hacer creer que aún era un hombre deseable, pero tampoco surtía efecto. Después empezó a amenazarla que iba a suicidarse. Así un día, al volver de trabajar, le vio tirada en medio del corredor de casa, en el lado de una botella de alcohol y unas pastillas. Ella no le hizo caso. Cuando se le pasaron los efectos de la "cogorza", él volvió en sí. La mujer le presentó los papeles del divorcio que él no quiso firmar. Lo tuvieron que hacer ante un abogado unos días después, dándole un corto período de tiempo para dejar la casa. No se preocupó ni en buscar un lugar donde vivir, y no paraba de decirle a su mujer que se iba bajo del puente o que haría una locura con la que ella debería cargar siempre. Después continuó yendo a la casa cuando la mujer y los hijos no estaban para enchufar el ordenador. La situación era cada vez menos sostenible. Tuvieron que cambiar la cerradura.
Un día acabaron ingresándolo en el hospital por un intento de suicidio, pero los especialistas confirmaron que no había ningún tipo de depresión y sólo quería llamar la atención de su ex-mujer. Por el momento deambula por las calles sin afeitarse ni ducharse.
Por suerte no acabó siendo un caso más de violencia de género en la que la mujer acaba muerta, pero es un caso de maltrato psicológico como muchos otros que habrá al mundo y que pasan desapercibidos.
¿Porqué actuamos así las personas?. ¿No es mejor intentar agradar al otro o ayudarse mutuamente que tratar de doblegarlo, manipularlo o forzarlo?. Parece claro que a nivel de relaciones humanas aún tenemos mucho que aprender y corregir, porque a menudo están basadas en miedos, debilidades, inseguridades, acomodamientos, desconfianza, incomunicación...
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MEDALLA DE COBRE

Hace unos días estaba haciendo una actividad en un parque con un grupo juvenil y de repente vimos un ardilla (especie animal) botando entre los árboles del parque sin ningún tipo de pudor ante todos los espectadores, que sorprendidos le seguían con exclamaciones. Pronto surgió otro adolescente que la persiguió a pedradas. A pesar de que en aquel momento yo no tuve valor para decirle nada, o no fui suficientemente rápido para llamarle la atención, otra monitora lo hizo por mí. Por suerte aquel adolescente calló y se fue, cosa poco habitual porque a menudo se envalentonan y todo acaba con una discusión donde el ciudadano que llama al civismo suele ser increpado, insultado y humillado sin ninguna consideración ni respeto. Y en situaciones como estas, debo admitir que si me meto en ella, yo no callo la boca y me suelo poner al mismo nivel, convirtiendo la situación en un intercambio de palabras inútiles y vulgares, en que los nervios y la falta de paciencia me vencen. Además, cuando veo este tipo de comportamientos, generalmente también me cogen ganas de pegarles un pescozón o un buen estirón de orejas, que quizá podrían acabar de peor manera.
Una vez el adolescente se fue, en seguida surgió un gato, que quiso acabar de hacer el trabajo que el adolescente no había completado, persiguiendo a la ardilla hasta que esta, más rápida en agilidad y reflejos, se enfiló ramas arriba botando de un árbol a otro. Sin duda aquel ardilla tuvo un mal día.
Dos noches después se repitió una situación semejante, pero esta vez estaba yo solo. Vi a tres personas causando daños en el mobiliario urbano a plena noche. Estaban hurgando en unas farolas, seguramente tratante de extraer el cableado de cobre. Los saludé con indiferencia y pasé de largo por su lado, no sin volver a dudar qué podía hacer. Finalmente me decidí a coger el teléfono y llamar a la policía, que no tardó en aparecer como si de una gran persecución pudiere tratarse. Vinieron dos unidades móviles que necesitaron que les señalara a los autores del delito. Estos trataron de huir, no sin dejar de insultarme por haberles delatado. Un coche de policía hizo un giro de 180 grados en medio de la calle y reanudó la persecución, mientras el otro fue a dar la vuelta, quizá para rodearlos y evitar a que se escaparan.
Yo no tuve muy claro que los pudieran coger y finalmente me fui en casa a dormir sin conocer el final de la historia. Dos días después en el periódico salía la noticia. Habían detenido a dos de ellos, uno de los cuales era menor. Al parecer el tercero había escapado.
Es así como la implicación ciudadana puede ayudar a impedir daños mayores o corregir los actos poco cívicos de algunas personas. Quizá si todos velaremos por estas cosas y le llamásemos la atención cuando vemos que alguien está haciendo una pintada o cuando hay un perro "cagando" en la acera o el parque mientras su amo mira hacia el universo, o cuando otro está tirando pedradas a una farola o un animal, o cuando vemos gente dejándose la bassura en el parque o la montaña, u otro tirando un bote o un papel en cualquier lugar,... sin duda ya estaríamos contribuyendo a hacer un entorno mejor.
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CON FRANCO VIVÍAMOS MEJOR

A pesar de que esta es una frase hecha que parece oírse aún por nuestro país, una dictadura es sinónimo de autoritarismo, pero sobre todo, de represión, donde parece que se gobierna haciendo uso del miedo. Y con el miedo, parece que todo el mundo se comporta. En cambio, con la democracia creemos que se tienen más en cuenta las libertades y derechos del individuo. Y acabamos por no respetar nada.

Así el otro día nos invitaron a un banquete en un restaurante y dos personas empezaron a fumar en la mesa, al lado de dos niños. A uno de ellos, la madre de los niños, una mujer fumadora que con total discreción había salido del restaurante cuando le apetecía fumarse un cigarrillo, le llamó la atención y este enseguida apagó el cigarrillo, pero la otra persona continuó fumando y defendiendo su derecho con fuego y espada. Pronto surgió así un tema acalorado como es que con la ley del tabaco no se podrá fumar en casi ningún lugar, incluso los parques donde juegan los niños. Mientras aquella mujer defendía entusiastamente que con su cuerpo hacía el que quería y que había conocido a mucha gente fumadora que no había sufrido ninguna consecuencia física, mientras otros no fumadores estaban sacando los pulmones por la boca, la conversación subía de tono.  Llegó a decirse que con tanta prohibición estábamos viviendo bajo una dictadura encuberta, donde no podíamos fumar donde nos apeteciese.

Muchos defendemos la libertad como un derecho y un valor que también va consiguiéndose con el progreso. Así parece que aquella mujer tenía razón, pero recuerdo con gran interés lo que un día le oí decir a otra persona; y es que “ser libre implica haber de ser responsable”. Lo cierto es que la palabra “responsabilidad” es la gran olvidada cuando hablamos de libertad. Parece que cada vez hay menos civismo y respeto. Somos ciudadanos menos responsables. Entonces es necesario ir metiendo nuevas leyes y prohibiciones porque no sabemos convivir muy bien con otra gente. Así, por ejemplo, cuando no hacemos caso de los límites de velocidad dentro de la ciudad es necesario poner sobre elevaciones del nivel de la calzada que golpeen los amortiguadores del coche. Tampoco se puede hacer fuego o acampar en la montaña porque tiramos muchos desperdicios o no tenemos en cuenta los posibles riesgos de incendio. Igualmente no podemos ir en moto o bicicleta por la sierra porque hacemos mucho de ruido o vamos de manera que causamos daños en los caminos. Las sanciones también cada vez son mayores, porque tampoco somos responsables al volante y seguro que si rebuscamos aún encontraremos muchas otras cosas.

Entonces podemos hablar de derechos y libertades, pero primero debemos aprender a ser más responsables, más cívicos, menos individualistas y menos indiferentes con lo que nos rodea, teniendo en cuenta que por el hecho de vivir en sociedad, todo esto es necesario, además de que también debemos cumplir con nuestras obligaciones como ciudadanos.

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INCONFORMISTAS

Había una vez una mujer viuda que lloraba desconsoladamente la pérdida de su marido, cuando oyó que llamaban al timbre. Al abrir encontró una pareja que decía necesitar dinero para coger el autobús e ir a la capital de la provincia. Ella, metiendo la mano en su monedero, cogió lo que tenía y se lo dio. En seguida aquella joven pareja extranjera no dudó al decir que les parecía muy poco lo que les había dado. Ella dijo que no tenía más y estos le dijeron que les extrañaba mucho, que viviendo en una casa como aquella, pudiese tener y darles tan poco. En seguida ella les dijo que cambiaría la casa y su situación por la de ellos, en la que por lo menos se tenían uno a otro y que les había dado lo que tenía. Si no estaban de acuerdo, se podían ir con las manos vacías. Sin demasiado convencimiento y nada más que añadir, aquella pareja de jovenes cogió el dinero y se fue. Mientras, la mujer continuó añorando su marido.
Parece estar en la naturaleza del ser humano no conformarse con lo que tiene y desear siempre lo que pueda tener el otro. Quizá esto tiene que ver con el sentido de propiedad privada y la envidia cuando no tenemos lo que nos gustaría. Siempre parece mejor lo que tiene el otro y mientras envidiamos, no somos capaces de aprovechar y vivir felices con lo que tenemos. Además hay quien no se conforma al desear lo que tienen los otros e incluso, decide recurrir al robo para conseguirlo, pero lo cierto es que resulta fácil hablar de estas cosas cuando tenemos las necesidades cubiertas o cuando afecta a otros. Para que no nos roben lo que tenemos, pregonamos que no hay que robar; para que la envidia que nos puedan tener no llegue a hacernos mal, decimos que no hay que envidiar. Pero lo cierto es que todo esto surge cuando no somos capaces de amar y compartir con el otro, o llegar a preocuparnos tanto por el bienestar de los demás como de nuestro propio bienestar. Y con seguridad se puede decir que hasta que no llegamos a entender y aplicar esto, viviremos dentro del modelo del mundo que ahora tenemos, que parece ir cada vez más a la deriva, y que tampoco acabará por mucho que algunos se afanen en predicar que el fin del mundo está próximo.
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EL PROXENETA

Hace unos días vi una película donde al principio el protagonista decía no estar interesado por el dinero. Era un estudiante, que por un proyecto innovador, recibió importantes ofertas de trabajo que acabó rechazando y donando el fruto de sus habilidades gratuitamente. Después este personaje inició otro proyecto que igualmente quiso ofrecer a la gente de manera gratuita, pero avanza ayudado por algún amigo que pone el capital, apropiándose también de una vaga idea de otros y cogiendo pequeñas inquietudes de sus compañeros de universidad. Así, una idea madurada entre todos y que también parte del despecho hacia una novia y la necesidad de conocer chicas, o la ambición de otros amigos y la traición entre unos compañeros de universidad, acaba transformada en una gran empresa y él se convierte en el multimillonario más joven del mundo. Curiosamente es la ambición de los otros lo que hace que él acabe siendo millonario y en este punto, él ya no renuncia al dinero y sus principios altruistas quedan completamente ahogados.
Lo cierto es que todo el mundo sueña en tener dinero y si no somos capaces de ganarlo por nosotros mismos, con nuestro esfuerzo, sólo queda ya confiar que nos toque la lotería. Así dicen que no se puede servir a Dios y al dinero, porque parece que este último es más goloso y en esta efímera vida, donde nos da seguridad y comodidad, también acaba corrompiendo a los seres humanos. Cuando más dinero tenemos, también queremos más; parece no haber bastante y cuando lo que nos preocupa es almacenar más y más dinero para vivir con ciertos lujos y comodidades, estamos dejando de lado mucha otra gente que a veces no tiene lo mínimo para vivir dignamente.
También hay quien utiliza estas necesidades de otras personas para tocar la sensibilidad de la gente y recaudar dinero, que quieren conseguir a la desesperada acosándonos con loterías y donativos; apelando a la buena voluntad, la caridad o la solidaridad. Algunos a veces lo hacen renunciando ya a sus verdaderos valores o principios, o incluso como medio para su propia subsistencia y una vez llenas las arcas, el dinero tampoco llega a utilizarse para su finalidad, sino que van bañando allá por donde pasa y finalmente poca parte de los recursos recaudados acaban llegando a su destino solidario.
Es una realidad que todo se cuantifica y valora con dinero y llega a hacerse cualquier cosa para tener; incluso hay gente que dice que si no tienes dinero no puedes hacer nada y esto es triste: quiere decir que le hemos quitado todo el valor al ser humano y sus capacidades y se lo hemos dado al dinero. A veces también nos pueden plantear hacer un donativo o participar como voluntario y parece resultar más cómodo contribuir con un donativo y no calentarse más la cabeza. ¿Pero qué pasa o qué hacemos cuando la economía falla?. Entre otros muchas cosas, quizá es cuando algunos miran hacia arriba y le preguntan a Dios porque o le piden ayuda.
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ZONA CERO

Cuando una bomba nuclear impacta en un lugar, este punto en el que la destrucción es mucho más grave se llama zona cero, a pesar de que la radiación y los efectos destructivos llegan mucho más allá. En el Medio Año Festero el centro de nuestra ciudad se convirtió en esa zona cero, en la que podíamos encontrar los efectos de la destrucción del civismo en forma de basura por las calles, vasos por encima de los coches o los portales, vómitos y meadas por todas partes, o incluso alguien durmiendo en un portal.
Yo también volví a casa bastante tarde y me sorprendió ver que la calle donde vivimos se había convertido en toda una discoteca, en la que había música que salía de algún local de alquiler y en la esquina bajo de mi casa, se congregaba más gente que en la manifestación de una huelga general. Lo cierto es que había un ambiente que casi invitaba a quedarse y ver qué sucedía o como se desarrollaba la noche en aquel lugar, pero quizá lo más sorprendente fue encontrar a la gente improvisando su propio lavabo por aquí y por allá, entre dos coches o en cualquier otro rincón, aireando la sardina o la concha sin demasiado pudor. Eso si que era un espectáculo que ni las mejores "Go-go" o "strippers" serían capaces de reproducir dentro de una discoteca.
Lo cierto es que me sorprende bastante ver esas muchachas todas bien vestidas y pintadas con tanto "glamour" como si a una cena de gala fueran, que después en cualquier rincón, que siempre queda más a la vista que meterse dentro de un lavabo, no dudan en bajarse las bragas con una facilidad desvergonzada y despatarrar las piernas para dejar ir el agua de mar. Los chicos parece que lo tienen más fácil y ellos amorrando el cañón en cualquier portal lo tienen arreglado en unos pocos segundos sin necesidad de desvestirse ni airear el culo también. Después con dos sacudidas y frotándose las manos como si se acabaran de poner colonia, todo queda arreglado.
A veces ver estas cosas es más entretenido que mirar la televisión, porque el espectáculo aún puede ir más allá, como por ejemplo, al ver alguien atacado por la diarrea, que al lado de un árbol, suelta unos caldosos resoplidos intestinales que parece salpicaron el calzado, dado que acabó refregando los zapatos por unas hierbas, porque realmente no creo a que estuviere sacándoles brillo. Cómo se las apañaría para enjuagarse las manos o limpiarse el culo, es una incógnita que me atrevo a dejar en el aire. Si después alguien le dio la mano, ya es cosa del otro.
Así, desde el centro, el impacto se podía encontrar mucho más allá, llegando hasta el río, donde también grandes bandadas se congregaban alrededor de cualquier banco, teniendo más botellas que en una licorería, que una vez acabada la fiesta, tampoco tienen la consideración de recoger, y que incluso, llegan a romper. Menos mal que los servicios de limpieza actúan de manera eficiente incluso los días de descanso.
Puede resultar un poco triste ver lo que muchos jóvenes nombran diversión, que consiste al juntarse por ejemplo en un banco a la intemperie, los que puedan sentarse en él, con un montón de bebidas alcohólicas y sin muchos más alicientes que no sean coger un buen pedo, hacer ostentación de valentía y desafío a todo tipo de orden o hablar de cosas banales, pero bueno, confiemos que a la larga, lleguen a ser gente de provecho que no caiga en los errores de quienes los precedieron y que esta falta de civismo no sea una tendencia que perdure.
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ADIÓS AMIGO

Hace unos días nos dejó un amigo. A pesar de que él no tuvo una vida fácil o con grandes éxitos, sino que más bien hizo sufrir un poco a la gente de su alrededor, debo decir que yo no conocí de él este pasado, sino que le conocí en un buen momento de su vida, quedándome ya el recuerdo de su sonrisa o el sentido del humor y viendo también que el cambio siempre es posible con un poco de voluntad. No pudimos gozar de su presencia demasiado tiempo, porque lo cierto es que ninguno de nosotros iba a imaginar que el cáncer pronto acabaría con él, pero en ésta recta final, a mí me sorprendió la valentía con la que enfrentaba su enfermedad, de la que era plenamente consciente, sin perder el ánimo, la esperanza o un envidiable sentido del humor, dadas las circunstancias. Cuando pensábamos que con aquel talante tenía más posibilidades de vencer, de repente se fue sin pena ni gloria, sin que nos pudiésemos despedir.
Pienso que en su última etapa de la vida se pudo reconciliar con sus hermanos, que con suerte permitieron ver el cambio y la mejora en su vida y le acompañaran en su final, pero son muchos los compañeros que le notamos a faltar y a alguno le sabe mal no haber podido visitarlo en el hospital, porque el proceso también ha sido bastante rápido. También le notarán en falta quienes compartían con él algunos momentos en la cafetería o el bar.
La muerte es la gran incógnita del ser humano, de la que todo el mundo quiere retrasar su encuentro, cosa que nunca conseguiremos por mucho que pensamos lo contrario. Generalmente la asociamos a tristeza, separación, pena o dolor, porque tampoco asumimos que la muerte es también la consecuencia de la vida.
Así, la vida de todo el mundo acaba de la misma manera, cogiendo a ricos y pobres, buenos y ruines, sin olvidar a ninguno y haciéndonos dejar atrás todas nuestras posesiones, creencias y recuerdos. Y cuando nos toca de cerca, reaccionamos como si no la hubiéramos conocido nunca. Así la vida es un punto en el tiempo, por tanto debemos disfrutarla mientras dure y no malgastarla sin sentido. Se puede añadir que el que distingue a uno de los otros es como vivió y como murió. También hay que saber que entregarse a las diversiones no equivale a saborear la vida.
Un filósofo dijo que hay quien opina que la vida falta de valor porque tiene un final, pero que también se puede pensar el contrario: que si la vida no tiene un final, también pierde valor, es decir, en cierta medida, el peligro constante de perderla es lo que nos permite darle valor. Pero quizá también hay que señalar que la responsabilidad de todo ser humano debe ser aspirar a hacer algo de provecho, haciendo que este sea un mundo mejor que el que encontramos y eso es en gran medida lo que le dará valor y sentido a nuestra vida.
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CABRAS POR CAMELLOS

Ayer estuvimos hablando con unos amigos de nuestro viaje de bodas y algunas de las cosas que más recordábamos era el regateo que debimos sufrir a la hora de comprar cualquier cosa. Los productos no tenían un valor real, sino un valor de necesidad o deseo. Es una cosa que me recuerda al intercambio de bienes o trueque que ya hace siglos quedó atrás con la aparición de la moneda.
Precisamente las primeras formas de comercio entre los hombres consistieron justamente en el intercambio de productos mano a mano: lo que un tenía y no necesitaba, se cambiaba por lo que el otro tenía y no necesitaba. Dicen que la primera condición para que exista intercambio de bienes es la capacidad de producir excedente. El excedente es una parte de la producción que no se necesita consumir y es lo que permitió emprender el hábito de intercambiar productos. Pero también para que exista el intercambio entre individuos debe existir previamente la institución de la propiedad privada.
El desarrollo de nuevos bienes de consumo y el crecimiento de la actividad comercial demostró que este sistema era poco práctico: en primer lugar porque no siempre el otro necesitaba lo del que un disponía. En segundo lugar, también era un problema determinar cuál era el valor exacto de los productos a intercambiar. Para resolver estos primeros problemas los hombres buscaran un producto de referencia: los valores de todas las mercancías se establecerían basándose en ese producto. Esa referencia es el primer paso en la historia de la moneda, que es un elemento intermedio que sirve para facilitar los intercambios.
Sin duda fue todo un gran avance, pero con el tiempo estamos percatándonos que este sistema monetario también empieza a traer sus problemas, principalmente derivados de la aparición del lucro. Las necesidades de las personas están más que cubiertas y para que haya consumo, es necesario crear nuevas necesidades. Cuando un recurso abunda, tampoco es lucrativo, así, para poder lucrarse, igualmente es necesario crear una escasez, aunque esta sea artificial, es decir, inexistente. Incluso llega a producirse un excedente que acaba destruyéndose.
Así la tecnología caduca para alimentar el consumo. Tampoco interesa vender carne de calidad, sino producir mucha cantidad de carne que vender. Si las alteraciones químicas de los alimentos no producen enfermedades, no es necesaria la química para curar. Siempre predomina el lucro y el interés sobre la verdadera necesidad, eso motiva engaños, especulación y abusos que provocan que unas personas tengan mucho y otras muy poco. Con el dinero también se crea la deuda de unos sobre otros. Entonces no hay honradez ni valores humanos, predominando el lucro por encima de la persona.
La crisis es sólo el principio de un estallido que debe traer cambios, y como en todos los cambios a lo largo de la historia, el que no se adapte, parece que acabará quedando atrás, porque en un intento de sobrevivir, son pocos los que acaban tendiendo la mano a los otros.
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EL DÍA QUE PISARON LA LUNA

Hace mucho de tiempo, había un hombre llamando al timbre y no le abrían la puerta. Quería cobrar unos recibos y dada la insistencia de aquel hombre, sin dar ninguna explicación, la madre acabó diciéndole a uno de sus hijos que se acercara a la ventana para decirle que su madre no estaba. La misma escena se repitió en otras ocasiones. Una situación semejante también sucedió cuando una mujer le dijo a su marido que aquel televisor nuevo lo habían obtenido como premio por comprar una determinada marca de galletas para su hijo o que la nueva lavadora casualmente también la habían ganado en una rifa. Quizá las adquisiciones de una mujer las pagaban los recibos pendientes de la otra.
De la misma manera, el político le dijo a aquel hombre desesperado a que se pasara por su despacho y él le daría un puesto de trabajo que en realidad no tenía, pero nunca le dijo donde encontrar el despacho o si realmente podría llegar hasta él. Solo se libró de una situación incómoda.
Una vez más el marido llegaba tarde en casa diciendo que venía de trabajar, cuando en realidad acababa de ver a su amante. Un hijo también le decía a su madre que no podría verla aquel día porque estaba muy ocupado, cuando en realidad no le apetecía mucho ir a visitarla. Una madre que compraba teléfonos compulsivamente le decía a su hijo que se los habían regalado. También una chica hablando con sus amigos decía ser amiga de la famosa cantante que en realidad no conocía, pero que hizo que todos le prestaran más atención en la conversación.
Lo que pueden parecer escenas de una u otra película acaban reflejando la cantidad de mentiras que tenemos a nuestro alrededor. Con algunas de ellas nos lavamos la conciencia diciendo que son mentiras piadosas que son utilizadas para evitar un mal mayor y que acaban dando la razón a quien dice que el fin justifica los medios. Pero en realidad no dejan de ser mentiras y no son más que peligrosas trampas para la conciencia, que a veces pueden acabar impermeabilizando y haciendo de la mentira un hecho demasiado habitual en nuestras vidas.
Pienso que los fundamentos que nos hacen utilizar las mentiras son la falta de confianza, el miedo, la falta de comunicación, el deseo de protagonismo... que en realidad acaban construyendo peligrosos puentes con maderas carcomidas que nos pueden hacer caer a nosotros mismos en un precipicio y que también pueden arrastrar a otra gente.
Pero como dicen, antes se coge a un mentiroso que a un cojo.
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EL PRECIO DE LA VOLUNTAD

Caminaba un día por la calle y me encontré a un hombre que apelaba a mi voluntad para poder dar de comer a sus numerosos hijos aquel día. Sin pensarlo demasiado, le asigné un valor a mi voluntad en forma de tres monedas, creyendo que quizá, mi aportación iba a ser invertida en otros menesteres que no fuesen la alimentación de unos hijos desolados y hambrientos.
Le di de comer sin haberle enseñado a pescar. Aquel día el mundo iba a continuar igual que el día anterior y que el anterior del anterior, porque tú, te habías topado ya con aquel hombre u otro parecido en otra ocasión. Los dos hicimos lo mismo.
Otro día, tu y yo nos encontramos y sin saber cómo, surgió el tema: los dos teníamos clavado el aguijón de aquel hombre que pedía comida. Protestamos ante las autoridades; lo denunciamos en la radio y la prensa: “Hay un hombre que hoy tenía dificultades para dar de comer a sus hijos”. Pero todo se quedó en oídos sordos. Nadie nos dio solución alguna. Mi vecina viuda quiso apoyar nuestra causa; después se apuntó un joven universitario. Llegamos a ser siete los preocupados por aquel hombre. Lo buscamos un día y otro y otro más, pero no apareció; aunque en el camino, encontramos a cuatro más como él, que además de no tener para comer, tampoco tenían donde dormir. Tres de nuestros compañeros se marcharon decepcionados por un sistema en el que ya no creían. Por nuestra parte, con un garaje, unas mantas y un cocido, los “sin techo” comieron aquel día y durmieron a salvo de la lluvia. A la noche siguiente había más bocas que alimentar y más calor que ofrecer.
Nadie nos había pagado; lo hacíamos por propia voluntad; porque nos preocupaban los demás; porque nos aburría un mundo siempre igual de acomodado; porque le pedíamos algo más a la vida.... Era necesario hacer mucho más, aunque carecíamos de recursos. Un empresario se solidarizó con nosotros y tras algunos trámites, aquel tres de marzo se creó nuestra asociación.
Vimos que a nuestro alrededor estaban surgiendo otras asociaciones de voluntarios preocupadas por los discapacitados; por los ancianos; por las mujeres maltratadas; por los inmigrantes; por los enfermos de alzheimer; por los niños marginados... Por aquel entonces empezaba a estar de moda ser voluntario.
Poco después, nos dimos cuenta de que mi vecina tenía nuestra compañía; el universitario llenó su curriculum; al empresario le desgravaron en los impuestos y tuvo prestigio social; y yo... me sentí a gusto conmigo mismo; pero entre todos, le pusimos un parche al sistema capitalista, que por supuesto, apoyaba toda labor voluntaria.
Pasaba el tiempo en forma de semanas, meses, años. Yo me cansé y no encontré un relevo para llevar mi testigo. La vecina enfermó. El universitario encontró novia y se fue a buscar trabajo y el empresario prefirió invertir en bolsa.
Parece que ser voluntario ya no estaba de moda. ¿Dimos nuestra voluntad o alimentamos nuestros intereses?.
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LAS IMPLICACIONES DE UNA TROMBOSIS

El viernes por la tarde estábamos volviendo de dar una vuelta con la bicicleta y bajando de la parte alta por una transitada calle del centro, de repente nos percatamos que se hacía una cola de coches. Mirando delante vimos un coche parado en medio de la calle. Después de maldecir por el comportamiento de la gente que no le importa parar su vehículo en medio de cualquier lugar, sin tener en cuenta que pueda estorbar a otra gente, cogimos la bicicleta y yendo por la acera, pudimos librarnos del colapso circulatorio, pensando que se hacía tarde si queríamos ir a la próxima sesión de cine. Cuando pasábamos por delante de aquel coche y la gente a quien parecía estar hablando el conductor, nos percatamos que el coche en realidad estaba averiado. Así que nos detuvimos para ver si podíamos hacer algo. Otro muchacho que había en la acera dijo que después de haber llamado a la policía, le habían dicho a que avisara a su seguro, que ellos no podían hacer otra cosa.
Era un hombre mayor que acababa de recoger el coche de su hijo del mecánico. Nos dijo que no podía mover el vehículo. Nosotros nos lo creímos y le dijimos que sería necesario avisar al servicio de seguros, pero el hombre no llevaba móvil. Toda la gente con quien hablaba el conductor, pronto desapareció y nos quedamos sólo nosotros tres con él.
Hice uso de mi teléfono pensando que llamar a aquella línea especial podía agotar mi saldo del móvil. El servicio de seguros dijo que la grúa podía tardar alrededor de cuarenta minutos y tomó mi número de teléfono para las próximas notificaciones con la grúa. Así que debíamos esperar hasta que esta llegara. Ciertamente nosotros ya no llegaríamos al cine. Mientras tanto, el tráfico empezaba a colapsarse más y más por los dos sentidos. Pasaban conductores "pitando" y maldiciendo nerviosos, incluso los autobuses tuvieron que ir por encima de la acera porque la calle era muy estrecha. Veinte minutos después apareció la policía. Le explicamos que no podíamos mover el coche ni adelante ni atrás, ni poniéndole el punto muerto, que estaba bloqueado. Aquel municipal necesitó pasárselo por las manos. Tan pronto pudo poner el coche en marcha, dijo un poco agitado que si que arrancaba, pero finalmente se percató que efectivamente el coche estaba bloqueado.
Él y su compañero trataron de poner orden dentro de aquel caos circulatorio en el que había gente de derecha, gente de izquierda y también apolíticos; gente creyente, otra atea; gente cristiana, protestante y otra de musulmana; gente que tenía prisa y otra que solo había cogido el coche para ir a cualquier lugar; gente que trabajaba, gente que estaba en el paro y pensionistas; gente de nuestras tierras y gente inmigrante; también peatones que querían caminar por una acera ahora invadida por los vehículos; y de la misma manera, en el parque de enfrente había gente expectante a quien todo le parecía un espectáculo.
Finalmente apareció la grúa y nosotros pudimos continuar nuestro camino hacia casa, percatándonos que la cola ocupaba toda la plaza e incluso uno de los puentes más representativos de nuestra ciudad. Resultaba increíble ver como un pequeño problema que a nadie pudiese importarle, afectaba una gran multitud de la que pocos sabían lo que había sucedido, pero que muchos maldecían. Es curioso también ver todo tipo de comportamientos de la gente en un espacio tan pequeño como el centro de nuestra ciudad y como seamos como seamos, el malestar de una persona puede afectar al bienestar de muchas otras.
Quizá si en algo queremos avanzar en este mundo, ciertamente debemos aprender a cuidar y preocuparnos todos de todos en lugar de mirar solo por nuestro propio culo.
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COMPUESTA Y SIN NOVIO

Éramos un grupo de adolescentes en el que había una chica que para todos los chicos resultaba ser el epicentro de cualquiera las actividades que se hacían. Era muy abierta de carácter y a todos caía demasiado bien, hasta el punto que de alguna manera cada uno de nosotros quería ir más allá de una buena amistad y formar pareja con la chica.
Ella se sentía muy a gusto en aquella posición desde la que nos tenía a todos comiendo en la palma de la mano, incluso alimentaba las esperanzas de cada uno de los chicos con leves insinuaciones o comentarios, pero no se decantaba nunca por nadie, como si quisiese saborear al máximo su posición de poder. Al cabo de un tiempo trajo algunas amigas, quien sabe si para agrandar más el grupo o alimentar su soberanía, pero curiosamente empezó a emparejarnos a unos y a otros, diciéndoles a las chicas algunos detalles de la vida de los chicos o que si a esta le gustaba el otro, o concertando encuentros en solitario... Mientras ella guiaba todas nuestras vidas, aquellas amistades adolescentes rodaban muy bien; de alguna manera todos teníamos lo que necesitábamos pero cuando alguien se percató que todo dependía de sus acciones y quiso actuar por cuenta propia, la amistad quedó desbaratada e incluso llegó a poner enemistad entre hermanos, acusar a alguna de las chicas de borracha y de moral laxa, o incluso de quedar embarazada.
Lógicamente con el tiempo cada chico fue dejando el grupo y buscando una novia más asequible o que no fuera pareja de conveniencia. Así ella se quedó agraviada con casi todo el mundo y sin hablarse con nadie, quitando de su fiel escudero, un chico paciente, noble y de buena voluntad, quizá ya con más esperanzas de conseguir lo que nadie había sabido conquistar. Tampoco tuvo esa suerte!.
Ella finalmente acabó decantándose por alguien de su mismo sexo, con cara de manzanas agrias y sin saludarnos a ninguno por la calle.
En el ser humano resulta curioso donde puede llegar la mezcla del ego, la baja autoestima, el deseo de complacer al otro, los celos, el orgullo, el deseo de ser adulado,... sentimientos que con esta extraña combinación siempre acaban mal, quizá fruto de la superficialidad de nuestras relaciones.
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NO ESTAMOS SOLOS

A menudo me he sentido solo, fuera de lugar en un mundo en el que no acabo de encajar, porque hay cosas que no me gustan o hacen que no me sienta bien. También me he sentido vacío, sin ganas de hacer nada, dejándome arrastrar por este río que no lleva a ningún lugar y en el que también he encontrado gente que, en lugar de echarte una mano para llevarte hacia el borde, aún te empujan más adentro. Pero me levanto cada día con ganas de hacer cosas, pensando que puedo tener un potencial desaprovechado, que podría dar más de mí, pero el mundo no hace más que frenarme, poner obstáculos.
Creo que se podrían hacer muchas cosas para tratar de mejorarlo, por muy condenado que piensan algunos, diciendo que esta vida es una cosa transitoria, o creyendo que vivirla consiste al pasarlo el mejor posible, de fiesta en fiesta, con comodidades y cerrando los ojos ante los problemas de los demás. Pero ahora que aún estamos vivos, creo que debemos aprender mucho a amar y hacer cosas por los otros, dejando de lado nuestras diferencias, nuestros propios intereses, preocupandonos por el bienestar común.
Algunos dicen que soy demasiado idealista, que así siempre iré tropezando, estaré solo y acabaré por no hacer nada. A veces pienso que tienen razón y he llegado a pensar que es un castigo no ser un mortal más que se conforme cada día al ir a trabajar, tener una casa, un coche, pareja, hijos y pasar una rato con los amigos viendo un partido de fútbol con una cerveza. Pero parece que no soy un caso aislado. He encontrado gente que ha vivido o está viviendo la misma situación que yo y nos hemos juntado.
Fruto de nuestras inquietudes, carencias, necesidades, pasiones, capacidades, intereses y deseos de mejorar..., hace tiempo que hemos empezado a reunirnos cada semana. El propósito está claro, y a pesar de que aún estamos un poco perdidos, juntos estamos poniendo una parte de nosotros, buscando cubrir expectativas, motivarnos, apoyarnos para hacer cambios en nuestro entorno, que queremos que empiecen con una nueva forma de relación, en condiciones de igualdad, haciendo lo que nos gusta, aportando lo mejor de nosotros, puliéndonos como personas y sobre todo, conociendo gente y tratando de hacer una red de relaciones humanas, cara a cara, de persona a persona. ¿Te apuntas?

http://noestemsoles.blogspot.com
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LA VOZ DE LA EXPERIENCIA

Hace ya muchos años, acabando de dejar atrás la adolescencia, me puse a trabajar en una fábrica del metal. Allí había gente trabajando desde hacía muchos años, incluso, algunos desde antes de entrar en la adolescencia. Así todos tenían sus rutinas y hábitos de trabajo forjados a lo largo de los años. La mayoría de ellos vivían quemados ya por el esfuerzo físico, con la espalda dolorida y por el trato recibido y la poca vida que gozaban, porque entrábamos de noche y salíamos de noche. Todos hacíamos jornadas de once horas y también trabajábamos el sábado de mañana.
Como yo era nuevo, no conocía ningún procedimiento de trabajo y empecé a hacer algunas cosas según me parecía, porque para el patrón, el que enseña no produce, así que no hacía falta invertir enseñando a las nuevas incorporaciones; ellos ya se cogerían a la marcha de trabajo. En algún caso, mi manera de proceder resultó más ágil y efectiva y algún compañero me llamó la atención, diciéndome que no debía trabajar así y era necesario que me relajara un poco. ¡Curioso!.
Pasaron los años y empecé a estar tan quemado como la mayoría de ellos con las inacabables jornadas de trabajo, con el trato que nos daba el encargado o el patrón, para quien parecíamos ser animales de carga. Empezó a formarse cierto carácter agresivo, a pesar de que todo fuera de boca. Quería vivir, reivindicar derechos, quejarme por el trato recibido. Parece que iba mordiendo por todas partes. Entonces entró a trabajar un adolescente a quien yo ya le sacaba bastantes años. Quizá viendo mi carácter, este un día me dijo: “se consigue más lamiendo que mordiendo”. No quería decir que hay que ir de “lame culos” o pelota por el mundo, sino que una lengua afable consigue más que la lengua afilada. Era toda una lección de alguien bastante más joven que yo.
A menudo relacionamos la edad con la madurez, y también son las experiencias vividas las que igualmente pueden determinar la madurez de una persona. Así, a más edad y más experiencias, podemos deducir que hay más madurez. Entonces parece que a todo el mundo le desagrada que alguien más joven mande sobre él o le diga cómo debe hacer las cosas o demuestre sabiduría, porque se supone que el adulto tiene siempre la mejor perspectiva.
Pero, ¿qué son las experiencias sino vivir determinadas circunstancias personales muy concretas?. Sabemos que una misma circunstancia puede ser vista de manera diferente por personas diferentes, dependiendo de la cultura, la educación, las relaciones personales, el optimismo o el negativismo, o el estado de salud emocional de esa persona, o incluso la influencia del pensamiento de otros.
También se dice que la mente joven está más abierta, es más plástica y modelable. Por contra, la mente adulta va cerrándose más cada vez y afianzándose así con sus propias convicciones, en baza a sus propias experiencias, educación e influencias recibidas en sus relaciones con otras personas a lo largo de toda su vida. Entonces debemos saber ver que la opinión de cada uno siempre está dotada de gran relatividad, es decir, nunca es absolutamente cierta. ¿Y si buena parte de lo que nos hubieran transmitido hubiese sido una gran mentira adornada con intereses o tradiciones y pequeñas pinceladas de verdad?.
Por tanto, a veces no hace falta subestimar tanto la gente joven, porque siempre nos pueden dar grandes lecciones y no han sido tan manipuladas. Realmente la madurez consiste al saber ver los errores y sabernos adaptar al entorno, asumiendo de manera responsable las consecuencias de nuestros actos y decisiones. Así quizá hay que saber diferenciar la madurez de las experiencias y la sabiduría, y combinarlas con las perspectivas de la mente adulta y la mente joven, porque sólo podemos alcanzar el conocimiento con amplitud de mira.
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UNA MAQUINA EN LA CAMA

La tecnología, o lo que algunos llaman progreso, va camino de unos avances que parecen automatizar con máquinas y ordenadores muchos ámbitos de nuestra vida, que a menudo sustituyen a las personas. Así las reclamaciones se hacen por teléfono exponiéndole el problema a una máquina, en lugar de hablar con una persona que hay detrás del mostrador; hay fábricas donde casi todo se hace con máquinas y robots y sólo hay contadas personas para supervisarlos; ya podemos pagar recibos por el cajero automático, hacer gestiones bancarias y administrativas con firmas digitales, vigilar nuestra casa desde el móvil o desde un ordenador conectado en Internet, hacer cualquier compra o incluso, conocer y relacionarnos con mucha otra gente por medio de un ordenador conectado a Internet. Así también, igual que utilizamos el ordenador para conocer gente, de la misma manera podemos utilizar el móvil por cortar con una relación de pareja, quizá porque ya no tenemos valor de enfrentarse o tratar con una persona a la cara.
A veces he ido al banco a hacer alguna gestión y no han tardado mucho en decirme que eso lo podía hacer desde el cajero. Entonces me pregunto ¿qué hace esa gente que hay en las oficinas de los bancos?. Parece que huyen del trabajo o que los obligan a hacer que tratemos con las máquinas. Qué sensación deben tener al ver que su porvenir será reemplazado por una maquina más productiva y económica a largo plazo de tiempo, que nunca estará de baja por depresión, ni necesitará cotización a la Seguridad Social, ni recibir una nómina.
Me imagino así el día en que ir al médico se haya convertido en poner la lengua y la tarjeta sanitaria en una espècie de cajero automático y este nos dirá lo que tenemos y lo que debemos tomar. O también gente que no sepa relacionarse con otras personas y tengan un robot de apariencia humana con quien meterse en la cama y a su completa disposición. Me estremece pensar que lo que parecen argumentos de películas de ciencia ficción algún día puedan ser realidad.
A pesar de esto, el otro día fui al cajero a sacar dinero y me encontré en su pantalla con un sencillo mensaje que considero muy interesante: “CON MÁS IGUALDAD MENOS VIOLENCIA”. Seguramente querría transmitir algún mensaje respeto la violencia de género, pero no hay emoción, pasión o contacto humano que nos pueda hacer conectar con la idea o acabar de entenderla. Sé que detrás de ese cajero automático hay una persona, pero por el momento no creo que lo que quiera transmitir llegue a tener la misma fuerza. No obstante dio la casualidad que aquel día leí el mensaje. En muchas otras ocasiones no lo he hecho pensado que se trataba sólo de publicidad. Y me gustaría reflexionar un poco sobre la magnitud de este mensaje que me sorprendió. Creo que tiene un significado mucho más profundo que la dramática moda de la violencia de género.
Si no hubieran diferencias ante del color de la piel, la cultura, la religión, el sexo, las ideologías políticas, la posición social, los derechos, el sueldo... Quizá no habría robos, guerras, lucha por el poder, imposición o seducción por una forma de pensar, abusos de poder, envidia, rivalidad... Pero por desgracia, parece que este argumento no atrae las productoras cinematográficas y esta es una ficción muy idealista que tristemente puede tardar más en conseguirse que tener un robot por pareja, que si nos estorba o no hace lo que queremos, siempre podremos desconectarlo de la luz.
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MUJERES AL VOLANTE

Hace poco estuve en un país árabe donde me sorprendió ver unas mujeres engarzadas bajo un paño negro, del que apenas solo se le podían ver los dos ojos de todo su cuerpo. Lo curioso de la situación, es que estábamos en una mundialmente conocida cadena de hamburgueserías y me percaté como una de ellas estaba enfilándose la comida por bajo de aquella tela que le cubría la cara, sin que se mostrara la más mínima parte de su rostro. No sé si habéis experimentado comer cualquiera de estas hamburguesas, pero a mí me chorrean las salsas, se me resbala la carne o la ensalada... Es decir, como ensuciándome como un cerdo o como un niño al que constantemente deben estar limpiándole los morros. ¡No quiero ni imaginar hacerlo rodeado en una tela como esta!.
Ya en nuestras tierras, cuatro chicos acabábamos de hacer la compra en un supermercado y hablando animosamente de la jornada de trabajo y la compra que habíamos hecho, nos adentramos en el ascensor para bajar al parking. En el momento que la puerta empezaba a cerrarse, una joven amorró su carro y de un golpe, la puerta del ascensor se volvió a abrir y ella se metió dentro. Toda conversación entre nosotros desapareció por completo. Como si estuviéramos aguantando la respiración, sin quitarle ojo a aquella chica de complexión atlética enfundada en unas mallas ajustadas que definían todos sus contornos. Ella sonrió y tan pronto como se abrió la puerta del ascensor en el aparcamiento, salió con una sonrisa triunfal despidiéndose de nosotros y nuestro denso y sospechoso silencio.
Lo cierto es que hace semanas que el calor favorece que las mujeres muestren su belleza de una manera quizá insinuadora que, además, también puede resultar peligrosa, por ejemplo cuando un hombre va al volante por en medio de una avenida al menguar la tarde. Parece que las mujeres estén diseñadas para lucir sus encantos o los gusta demasiado que todo el mundo las mire. Sobre los hombres cae el hecho de babear por ellas o perder la vista mirándolas de arriba abajo. ¿Porqué?
¿Qué tienen estas curvas que tanto nos hacen embelesar?. Quizá esto me hace entender porque en otros países las mujeres no pueden mostrar sus encantos: para no distraer la atención de los hombres. Quizá si no somos capaces de dominar nuestros ojos, el hambre o el deseo, la mejor solución es la vida de clausura, pero si no aguantamos vivir en una prisión aislado del mundo, o nos parece una medida desproporcionada, que mejor solución que tapar lo que es deseable, atractivo, insinuador, provocativo... Es otra medida igualmente desproporcionada, como bien podría ser taparles los ojos por la calle a los hombres.
Así se ve claramente quien domina el mundo, quien es capaz de conducir a los hombres y desviar toda su atención y sentidos. Así, si los hombres no son capaces de vencer ese deseo, esa atracción tan poderosa, quizá sólo les queda hacer servir su fuerza dominadora sobre las mujeres, por ejemplo encubriendo sobre la tradición, la cultura o la religión el hecho de que no pueden controlarse delante de los encantos y la belleza femenina, a veces llegando hasta la supresión de los derechos y libertades o el maltrato de las mujeres.
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EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA

El otro día estaba yo junto al cauce del río leyendo el periódico cuando oí a alguien hablando sobre el vandalismo que hay en los bancos, fuentes, barandillas y farolas de este entorno. Se trataba de un padre explicándole a su hija que todos los ciudadanos pagamos con los impuestos todo lo que hay a nuestra ciudad; que es para el nuestro beneficio y satisfacción, pero que no todo el mundo lo entiende así y hay gente que, quizá como un acto de rebeldía contra las autoridades o “el sistema”, atenta contra lo que está a su alcance. Curiosamente en el periódico se hablaba de la creación de uno nuevo puesto de trabajo en una población vecina: el educador de calle. Se trataba de dos personas que irían recorriendo el pueblo informando a los ciudadanos sobre normas de civismo. Algún motivo habrá para que se piense en crear puestos de trabajo como estos.
Lo cierto es que me pareció muy loable que un padre tratara un tema como este con su hija, ejerciendo la función responsable de ser padre: que podría ser una cosa así como educar los hijos por que sepan desarrollarse en este mundo con plena autonomía, alimentando la capacidad de razonar u opinar y ser responsables y partícipes de sus actos dentro de la sociedad en que se mueve cada uno.
A menudo he visto padres mirando a otro lado mientras su hijo hacía algo que no estaba bien, con total indiferencia; o argumentando que su decisión es “porque sí”, sin ningún otro razonamiento; o encarándolos al televisor o el videojuego por que no estorben, sin dedicarles demasiado tiempo para pasarlo con ellos escuchándolos, hablando y jugando... a menudo también he oído padres diciendo que no pueden con los hijos, o adultos diciendo que no entienden a las nuevas generaciones... Así cambia la sociedad, cambian los valores, pero a menudo no cambia para que nosotros seamos promotores de ese cambio, sino porque dejamos hacer, quizá como otros han ido dejándonos hacer a nosotros, dejándonos descubrir sin ningún guía. Así nuestros progresos como "seres humanos" son muy lentos y a veces vamos muy a la deriva, dejando perder oportunidades que no se volverán a repetir. Ser padre exige responsabilidad, paciencia, ser un ejemplo práctico, promover el cambio de aquellas cosas que se pueden hacer mejor... Pero parece que todos estamos demasiado inmersos en nuestro trabajo, préstamos, relaciones o problemas como para preocuparnos por los otros.
Se reclama también así la necesidad de crear una nueva asignatura, porque hay muchas cosas que vienen fallando en la educación de las nuevas generaciones. Hay quien se pone las manos a la cabeza antee los contenidos de esta asignatura, pero todo son intentos de abordar problemas o carencias que se han ido detectando en la educación de las nuevas generaciones. Y estos son tan amplios y variados, que quizá hace falta más que una asignatura. Lo cierto es que si hubiéramos tenido una buena educación integral de base, seriamos capaces de enfrentar mejor toda situación y comportarnos mejor dentro de la sociedad a la que pertenecemos. Pero podemos decir que esto no se consigue con una asignatura o con los educadores de calle, sino que requiere la implicación de todo el mundo: maestros, compañeros, amigos, vecinos, familia, ciudadanos...
danibalaguer@movistar.es
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LA MUJER DE LA SILLA

Volvíamos de allá arriba de los pirineos circulando ya por la misma carretera nacional que también siempre ha atravesado nuestro pueblo. Eran poco más de las once de la mañana cuando pasamos por delante de una mujer sentada en una silla de plástico al lado de la carretera. Yo iba conduciendo y me pareció muy extraño encontrar aquella mujer como quien se sienta en una silla en la terraza de verano de una cafetería, pero en medio de ningún lugar. ¿Qué hace esa aquí sentada?, le comenté inocentemente a mi mujer, que se puso a reír. ¿Qué va a hacer?, preguntó ella, añadiendo si la había visto bien. Al rato vimos otra mujer también sentada en una silla al otro lado de la carretera. Lo tuve claro: una mujer con un “top” fucsia y una falda muy corta, tan corta que por bajo se le podían ver los pelos de... ¡No quiero ni imaginar la de cosas que se habrán visto por bajo de aquella falda!. ¡Con toda la solana y sin una sombrilla!. ¡Cojones!. Hay que tener valor y ganas. Y después también vimos muchas sillas vacías. Ciertamente ganas no debían faltar y ya se sabe que cualquier hora siempre es buena, y si no, que se lo pregunten a un hombre.
Me imaginé una furgoneta llena de sillas y mujeres, repartiéndolas a lo largo de la carretera nacional, como quien reparte el pan o la prensa. Pero ¿porque no había también hombres sentados en aquellas u otras sillas?. Curiosamente algunas dicen que las mujeres tienen el mismo deseo que los hombres, pero yo no lo tengo demasiado claro. Otros dicen que ellas mantienen más la decencia y no lo manifiestan tan visible y desesperadamente como los hombres. Lo que está verdaderamente claro es que hay más demanda de mujeres que de hombres. Por algún motivo debe ser: o los hombres están insatisfechos, o son unos inconformistas, o les gusta explorar terrenos nuevos, o ellos siempre tienen más ganas...
Lo cierto es que debe ser todo un negocio, a pesar de que esté lleno de miseria, abusos, explotación, marginalidad, violación de derechos y libertades... Se puede decir que es un viejo oficio que también ha ido adaptándose a los tiempos pero que salvo posibles enfermedades de transmisión sexual, tampoco parece haber decaído o sufrido graves crisis y no ha necesitado I+D como otros sectores, a pesar de que también deba competir con el mercado asiático, africano, del este...
A menudo este negocio suele estar relacionado con el de las drogas y hay gente que habla tanto legalizar uno como el otro, porque dicen que así no habría los mismos abusos, estaría todo más controlado... Hay quien dice que la prohibición y la ilegalidad favorece el desafío, la delincuencia, la marginalidad... Posiblemente si el gobierno metiese mano para controlarlo, aparte que todo sería más caro por los impuestos, irónicamente hay que añadir que quizá no habría suficientes funcionarios para controlarlos.
Falta saber si la libertad de cada uno es compatible con la propia responsabilidad y si nuestras decisiones y actos no van a afectar negativamente a los otros. Los más conservadores o moralistas defienden la prohibición, no sin ser consumidores encubiertos algunos de ellos. Los más libertarios y posibles consumidores mayoritarios defienden su legalidad. Así nos movemos a caballo haciendo la vista gorda entre unos y otros, porque ciertamente nunca habrá acuerdo y por encima del si o del no, continuará habiendo consumo. Porque?.
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LA RANA EXPERTA EN JUICIOS

Había una vez una rana que vivía en una laguna bajo un gran puente de hormigón. Esta rana se pasaba el día trabajando en los fangos, porque lo cierto es que no tenía estudios. Cuando acababa su jornada de trabajo, no hacía otra cosa que hablar de fútbol, política, gente de las revistas del corazón, “sapos y culebras”. Era una rana idealista que nunca había salido de aquel estanco, no obstante era experta en toda clase de aguas en ríos, lagos, embalses y pantanos, incluso de agua salada.
Pero esta rana no era del todo feliz. Constantemente esperaba a que viniera el príncipe de la lotería y la sacase del fango, pero el príncipe nunca llegaba. Mientras le esperaba con una ilusión constante, llenaba su tiempo juzgando todo lo que hacían las otras ranas, los peces, las libélulas, las sanguijuelas, los sapos, las serpientes y mosquitos de la laguna: que si el alcalde, que si el presidente del gobierno o la de la oposición, que si los homosexuales, que si los capellanes, que si la vecina divorciada, que si los drogadictos, que si los inmigrantes, que si la sociedad... Parece que desde su punto de vista, en comparación a ella misma, todo el mundo tenía defectos.
Para ella era todo un asco vivir en aquella laguna en la que nadie le preocupaba que a las personas tiraran latas y otra clase de desperdicios, o las tortugas extranjeras se comieran los peces, o las algas invadieran las aguas, o los mosquitos transmitieran enfermedades. Ella era una víctima más de la forma de vida de la laguna. Así soñaba en el día en que el azar llamara a su puerta con el premio de la lotería, día en el que podría mirar a los otros por encima del hombro, haciéndoles ver que era mejor que los otros, que había triunfado y dejaría por fin aquella caótica laguna. Y mientras aquel día llegaba, en lugar de hacer nada por mejorar su entorno y la miseria de su vida, esperaba que su suerte cambiare, pero mientras esperaba, no hacía otra cosa que esperar. Así, el tiempo pasaba.
A menudo oigo la gente hablar y parece que todos nos creemos expertos en toda materia. A veces nos creemos bastante sabios para dar consejos y por supuesto, juzgamos las actuaciones de los otros, como si nosotros fuésemos auténticos modelos de perfección. Pero si tan buenos somos, quizá hay que preguntarse ¿que hemos aportado nosotros a la humanidad o nuestro entorno para mejorarlos?. Fácil es hablar, incluso escribirlo, pero el verdadero reto, es actuar. Así hay que mejorar las relaciones con los nuestros semejantes, que tendrán tantos defectos como nosotros mismos, fomentando el respeto, la lealtad, el afecto, la comprensión, el perdón... Y juntos creceremos como personas, como hermanos.
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PACTO DE CABALLEROS

A pesar de que la evolución tecnológica ha metido los caballos dentro de un motor y estos animales han pasado a formar parte de un hobby, el diccionario dice que un caballero es un hombre que se comporta con nobleza y generosidad, pero además, curiosamente en otra acepción, también dice que es una persona obstinada, que no se deja disuadir por ninguna consideración.
La mayoría de las relaciones humanas, por no decir todas, lo creamos o no, se mueven por intereses personales, a veces honestos, pero no siempre; a veces claros, pero también ocultos. Esa necesidad de asociarse se da para alcanzar lo que el ser humano no es capaz de conseguir por él mismo y cubrir las necesidades personales. Así, toda asociación humana es fruto de un pacto de intereses en el que se pone en conjunción lo propio y lo ajeno. El éxito de este pacto dependerá de la satisfacción de cada uno de los interesados y también la respuesta que de a las necesidades humanas y sociales del momento.
Esto son leyes de pura economía de medis que incluso se producen en el estado natural de otras especies: el caso más conocido se llama simbiosis, pero el ser humano ya lo valora todo con dinero. Dentro de este sistema de intercambio económico, también hay gente que no quiere dar nada a cambio o sacar siempre mayor beneficio, sin importarle nada el otro. Además, curiosamente vivimos en un mundo donde hay personas que tienen mucha capacidad para hablar y conducir a las personas hacia sus propios intereses, a menudo hiende uso de técnicas de manipulación que incluso pueden llegar a hacer sentir mal a las personas si no van por donde se les dice. Imperan y se imponen así los criterios, las necesidades o los intereses propios por encima de los de los otros. Son numerosos los errores que estas formas de actuar han producido a lo largo de la historia, pero por desgracia estos métodos aún continúan utilizándose.
Buscar el bien común por encima de las diferencias personales, sin imponer criterios, quizá es una herramienta por el momento aún utópica para nuestra forma de vida, pero que no dudemos que a la larga se producirá.
Por el momento, poniendo ejemplos, puede resultar ilusorio encontrar una persona que desee hacer un voluntariado de forma totalmente altruista. Es cierto que quizá le muevan ciertas inquietudes que lo lleven a querer hacer cosas por los demás, pero a a menudo también necesitará llenar su tiempo, relacionarse con otras personas, llenar su currículo, aprender unos contenidos, obtener reconocimiento, identificarse con una causa, o a la larga, cubrir la vacante de un puesto de trabajo... Si satisfacemos esos intereses personales, siempre obtendremos mayor implicación y también se notará en la calidad de la atención que pueda ofrecer a las personas necesitadas de esa labor voluntaria. Sino, estaremos aprovechándonos de esa persona como también lo pueda hacer cualquiera otra secta.
De la misma manera las personas trabajan por un sueldo, a menudo porque no tienen otro remedio y más si han de pagar la hipoteca o mantener una familia, pero también le damos al trabajo un sentido de autorrealización, con el que si hacemos una labor que nos gusta, con buen ambiente de trabajo, aprovechando nuestras capacidades, siempre rendiremos más que si estamos a disgusto. Así también el empresario necesita de los trabajadores para que le hagan el trabajo, dado que él no la bote hacer toda por sí mismo y no podría obtener tantos beneficios. Si el empresario es víctima de la ansia de riqueza, lujo, poder o posición social y no es capaz de reconocer y valorar el sacrificio de los trabajadores, es más propio del tiempo de la esclavitud que de una sociedad civilizada.
Igualmente vamos con unos amigos porque nos sentimos a gusto, porque nos aceptan como somos y nosotros también los podemos aceptar como son, porque compartimos aficiones, porque juntos lo pasamos bien, porque así tenemos compañía... Siempre hay algo de intercambio por el medio, por muchos que algunos se esfuercen en vender un altruismo desinteresado, el amor al prójimo, que ya no son otra cosa que utopías del mundo actual, con las ya ha perdido todo el valor aquello de “que Dios te lo pague” o “te ganarás el cielo”. Debemos tener claro que nadie nos dará nunca nada, por mucho que a menudo hacemos servir la palabra “gratis”.
Quizá todo acaba resumiéndose en “dad y recibiréis”. Está claro que de dar nadie se hace rico, y de recibir muy tampoco se alcanza la plenitud. Al fin y al cabo, todo es cuestión de un equilibrio, del que nosotros solo somos las piezas dentro de la totalidad del universo, donde debemos poner una parte de nosotros para recibir una parte de los otros.
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