DERECHO DE PERNADA

El derecho de pernada era un privilegio feudal que establecía la potestad señorial de tener relaciones sexuales con toda doncella, sierva de su feudo, recién casada con otro siervo suyo. En su origen germánico, básicamente consistía en el derecho del señor de compartir la cama con la recién casada, derecho que éste perdería a cambio de un pago en metálico. A menudo, las exigencias del señor eran mayores cuando un siervo pretendía casarse con una novia de condición superior y el siervo se veía obligado a pedir prestada la cantidad estipulada a su propio amo, pues ello implicaba la degradación social de la novia, de su hogar e, incluso, de su familia.

Este era el reflejo de la dominación de una clase privilegiada y de la baja consideración que se tenía de la mujer en la época. Por suerte las mujeres tienen ya mayor consideración, pero quizá la clase política pretenda alcanzar unos privilegios dignos de los señores feudales.

Ahora los políticos son los primeros que se suben los sueldos, aunque digan que los congelan, dado que muchas personas ya quisieran tener el sueldo congelado en tan gran refrigerador; después nos suben los impuestos, quizá también para excusarse que en nuestro país están más bajos que en otros países europeos, claro que los salarios prestaciones o derechos de maternidad, entre otros, siguen sin que les interese compararlos; después se vende tabaco a la vez que se prohíbe fumar, porque siguen obteniendo sus beneficios de la venta, aunque sea malo para la salud; igualmente se hacen proyectos urbanísticos contrarios a la opinión pública, sin importar que haya parques naturales o patrimonio cultural de por medio, porque también se llevarán unos extras de comisión; por supuesto que de las arcas del estado también salen los banquetes, la protección personal, los chóferes; hay quienes tras haber ejercido unos años en la política, incluso tienen ya una pensión vitalicia y luego aún son contratados en otras empresas de las que obtienen otro sueldo por el que más de uno se rompería los dientes; piden que nos jubilemos a los 67 años tras un montón de años de cotización, cuando ellos son los primeros que por unos pocos años, ya tienen unas pensiones que no cobrarían ni un autobús lleno de jubilados; hacen recortes sociales para ahorrar en el gasto público, mientras ellos no se quitan ningún lujo; consienten que la vivienda alcance unos precios astronómicos, de los que también habrán sacado algún beneficio; y aunque se muestre en los medios de comunicación el malestar ciudadano, siguen haciendo caso omiso a la opinión pública y se enzarzan en parodias y acusaciones a la oposición, cuando todos han sido cortados con el mismo patrón. En fin toman todas aquellas medidas destinadas a satisfacer o favorecer a la clase noble a costa de quienes para ellos tienen la consideración de sus vasallos.

Quizá ya en nuestros días el derecho de pernada nos pueda parecer una práctica absolutamente horrorosa, pero tal vez sería lo único que nos haría vencer nuestra indiferencia ante la dominación, despilfarros o abusos de la clase política que nos gobierna. Y al paso que vamos, quién sabe si algún día acaban por instaurar este derecho de pernada.

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HOMENAJE AL PEPINO

Pasadas ya las elecciones y la crisis del pepino, que al parecer ahora ha apuntado hacia la soja, curiosamente en nuestra población nos hemos librado, porque también cultivamos pepinos, pero al revés del mundo.

Así la política, arte comparado con el cultivo del pepino, resulta un tanto curiosa en nuestra ciudad, puesto que en cierta medida, igualmente parece desarrollarse un tanto al revés del mundo, o al menos, contraria a la que gobierna nuestro país. Al parecer siempre nos quedamos con la oposición respecto al gobierno central. Ahora que las estadísticas van dando como vencedor de las próximas elecciones a un partido, nosotros también continuamos quedándonos con el de la oposición, que era el que gobernaba antes cuando nosotros igualmente habíamos elegido el “contra-partido”.

¿Qué tendrá nuestra ciudad para que se produzca este fenómeno?. Seguro que no hay nada tan extraño si se compara con el gobierno autonómico, que tras haber salido a la luz numerosas controversias oscuras del que nuevamente es nuestro representante, salga electo otra vez más y encima aún tenga la desfachatez de ir a celebrarlo con un banquete por todo lo alto. Es otra bofetada más para los contribuyentes, cuyo malestar parece que nunca acaban de escuchar los dirigentes ni tras las manifestaciones en las plazas.

Es en estas situaciones cuando uno se pregunta porqué una vez más es esa buena gente la que se intoxica supuestamente al comer un pepino y nunca se lo comen quienes tendrían que habérselo comido y experimentado algo más que una simple indigestión acompañada de unas diarreas mortales.

La explicación quizá podamos encontrarla en que lo malo, se dosifica en las vidas de las personas y todos acabamos por experimentar o representar ese lado malo. Así hay quien se conforma con poco y es feliz con lo que tiene y con su trabajo y el día menos pensado, se muere de un accidente o una indigestión. Es la parte mala de su vida feliz. Con un atrevimiento quizá digno de excomunión, me atrevo a anotar que así también hay gente con un físico tan poco agraciado y saludable, y seguramente con la vida sexual de una lechuga, que el pobre no tiene otra cosa mejor que hacer para darle sentido a su vida que llenarse los bolsillos de poder y dinero, llevándole a cometer abusos de poder, malversación de fondos públicos o quién sabe qué otras artimañas que le libran de la indigestión para darle sentido al refrán que dice “mala hierba nunca muere”. Quizá esta es la parte buena de una mala vida y que los demás hemos de conocer para ver que el mundo es un lugar lleno de injusticias, con muchas cosas buenas, pero también con otras tantas malas.

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BIODESAGRADABLE

La semana pasada se me rompió la lavadora. Es una máquina que ya lleva unos 11 años de servicio y que incluso ha sobrevivido a un alquiler. Últimamente hacía un ruido extraño hasta que el tambor se quedó bloqueado y ya no rodaba. La cosa no pintaba bien y ahora no puedo permitirme comprar una lavadora nueva, a pesar de que pudiese pagarla cómodamente a plazos con la tarjeta.

De pequeño recuerdo a mi padre arreglando la lavadora de casa más de una vez. Generalmente se trataba de los rodamientos. Así, habiendo heredado con orgullo muchas de sus habilidades, me decidí a desmontarla. Efectivamente se trataba de uno de los rodamientos, pero del motor. Así que debí desmontar un motor que me sorprendió ver que era de fabricación española, pero sacar los rodamientos me resultó imposible. Estaba hecho para que no fuera desmontado.

Sin dudarlo, fui a ver a mi padre, que donde trabaja seguro que lo podríamos desmontar. Hacía años que no visitaba aquel taller en el que trabajé cerca de siete años. Finalmente lo conseguimos, pero el eje estaba un poco estropeado. Él le pegó unos puntos de soldadura y después lo pasó por el torno. Se quedó como nuevo y el rodamiento nuevo encajó a la perfección. Así, entre desmontar, arreglar y montar, tardé casi dos horas, pero ahora la lavadora va como nueva, sin ningún ruido y posiblemente pueda esperar que vengan tiempo mejores para jubilarse y ser sustituida por una máquina que seguro ya no vivirá lo mismo.

Resulta curioso que nosotros cada vez tengamos mayor higiene, alimentación, salud y calidad de vida que nos permite vivir más, pero en cambio, los aparatos que hacemos cada vez duran menos. Así fabricamos cosas sólo para vender más y más, hasta el punto que resulta más caro comprar un recambio que el aparato nuevo, que pronto queda obsoleto por otro supuestamente mejor. Ahora cada año podemos cambiar de móvil o cada dos años, aguantándolo mucho, cambiar de ordenador o de consola de videojuegos, porque han quedado obsoletos o el nuevo es más rápido o nuestro ordenador ya no es compatible con el nuevo “software”. La ropa también dura sólo una temporada, porque pasa de moda, pierde color, se deshilacha o se hace llena de bolas. Ya no le pasamos la ropa del hermano mayor al hermano pequeño o los libros de la escuela, tampoco aprovechan para el hermano porque los han cambiado, e incluso cada uno tiene su propia habitación.

Somos esclavos del consumo, pero vivimos dentro de un modelo de consumo que en realidad es insostenible, agotando los recursos naturales y creando gran cantidad de desperdicios, muchos de ellos difíciles de reciclar, mientras hay países donde la gente ni tan siquiera tiene lavadora, televisor o coche. Pero además de todo, es un modelo de consumo que a veces nos obliga a vivir por encima de nuestras posibilidades, no sólo económicas, sino también como habitantes de un planeta superpoblado, haciéndonos comprar un día detrás de otro; haciéndonos creer que también seremos más felices o tendremos mayor prestigio si tenemos este televisor o el otro coche.

Y ahora que vivimos una de las mayores crisis de la historia, nos preguntamos porque o cuánto nos durará. Lo cierto es que la cosa no pinta nada bien y otra cosa también es cierta y es que si no aprendemos estas y otras muchas cosas a base de la lógica o la razón, acabaremos aprendiendo, pero a base de coscorrones, que seguro que nos llevarán a una situación aún más grave que la que estamos viviendo actualmente.

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PAN Y CIRCO

Esta es una locución latina peyorativa ("panis et circenses") que en su origen describía la costumbre de los emperadores romanos de regalar trigo o pan y entradas para los juegos circenses como forma de mantener al pueblo distraído de la política y así ocultar hechos controvertidos.
Parece que esta vieja fórmula de los emperadores más corruptos del Imperio Romano, sigue teniendo vigor gracias al tipo de democracia imperante en nuestros días. Basta un poco de pan y mucho circo, mucho espectáculo para contentar a la plebe y que no se amotine ante la corrupción y el lujo con el que vive la clase política.
Por ejemplo, actualmente el entretenimiento lo podemos encontrar en las noticias, siempre muy parciales o que constantemente nos retratan lo peor, pero más especialmente lo podemos encontrar en el fútbol, las telenovelas y películas o los "reality show". Satisfechas las necesidades básicas de alimento en nuestra sociedad, quizá el pan ha sido sustituido por otras comodidades o falsas necesidades, como televisores de LCD, móviles, moda, coches, estética...
Pero empieza a haber gente que no se distrae con el fútbol, que está hasta las narices de la corrupción y los abusos políticos o financieros. Empiezan manifestándose o acampando en las plazas de las ciudades.
En nuestra localidad, al pasar por la plaza y ver esas chabolas o a algunos de sus ocupantes, quizá fácilmente podamos pensar que se trata de cuatro hippies desaliñados que se pasan el día fumando porros y sin trabajar. Al menos esto fueron algunas de las primeras impresiones de algunos amigos míos e incluso propias. Al principio, cuando se les preguntaba qué pretendían conseguir o quienes eran, tampoco parecía que lo tuviesen demasiado claro, según me comentó otro compañero que igualmente se acercó movido por la curiosidad. También puedo decir que no había mucho público que pareciese estar interesado en ese movimiento, porque quizá nuestros prejuicios nos hacen creer que la imagen aún es importante por mucho que se quiera proclamar lo contrario, según pude debatir con otro compañero que también se había pasado por allí, y al igual que yo, también conocía a alguno de los manifestantes.
En otra ocasión, pude ver a gente respaldando el movimiento aportándoles comida, pero la mayor parte de la población continuaba quedando indiferente. En los coloquios de las tardes no parecía haber mucha organización, pero un día después, pude ver que empezaron a formarse grupos, quizá algo más numerosos y que le daban mucha vida, color y una agradable calidez a la plaza de nuestra ciudad.
¿Cuánto durarán?. ¿Acabarán desalojándolos a la fuerza?. ¿Realmente conseguirán algo o se convertirán en el circo hecho especialmente para los políticos?. Sólo queda anotar que el cambio que promulgan es necesario y de un modo u otro, tarde o temprano, empezará a cuajar, aunque tengan que dejar la plaza. ¡Valor, fuerza, ánimo y unión!, pero sobre todo, prudencia, pacifismo y organización.
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