Quizá alguna vez nos hayan puesto una denuncia por aparcar en doble fila, en un vado o en la zona de carga con horario determinado, o en aquella esquina en la que tampoco podíamos dejar nuestro vehículo. “Solo ha sido un momento!”. Dice siempre con indignación aquel que encuentra al policía en pleno trabajo. ¡Y no le digas nada a este!, porque aún será peor y él representa la autoridad.
¡En fin!. Te han amargado el día y a cualquiera le pica tener que pagar la denuncia, pero ¿qué pasa cuando encontramos situaciones como estas?. Ellos, que representan el orden, pueden aparcar en cualquier lugar y no pasa nada. No les preocupa que a una mujer con el carrito del niño o la persona en silla de ruedas, o la anciana con el carrito de la compra no puedan pasar. ¿Por qué ellos no pueden estar recorriendo todas las calles del barrio y buscar un lugar para aparcar y después ir caminando otras tantas calles hasta el lugar donde debían ir?. ¡Está claro!. ¡Ellos van de urgencia! y quedaría mal decir “hemos tardado en venir porque no encontrábamos donde aparcar”. ¡Nos puede pasar a cualquiera!.
Está claro que ellos pueden hacer lo que les sale en gana. Por eso son la autoridad: haz lo que yo diga, pero no lo que yo haga. Quizá a veces quepa pensar que quien no es capaz de cumplir la ley, tampoco está en condición de exigir su cumplimiento, pero en fin como se decía: “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”.
Sólo hay que añadir que pongamos nuestro esfuerzo en ser un poco más justos y consecuentes cada día.
¡Sin rencor, eh!.