INCONFORMISTAS

Había una vez una mujer viuda que lloraba desconsoladamente la pérdida de su marido, cuando oyó que llamaban al timbre. Al abrir encontró una pareja que decía necesitar dinero para coger el autobús e ir a la capital de la provincia. Ella, metiendo la mano en su monedero, cogió lo que tenía y se lo dio. En seguida aquella joven pareja extranjera no dudó al decir que les parecía muy poco lo que les había dado. Ella dijo que no tenía más y estos le dijeron que les extrañaba mucho, que viviendo en una casa como aquella, pudiese tener y darles tan poco. En seguida ella les dijo que cambiaría la casa y su situación por la de ellos, en la que por lo menos se tenían uno a otro y que les había dado lo que tenía. Si no estaban de acuerdo, se podían ir con las manos vacías. Sin demasiado convencimiento y nada más que añadir, aquella pareja de jovenes cogió el dinero y se fue. Mientras, la mujer continuó añorando su marido.
Parece estar en la naturaleza del ser humano no conformarse con lo que tiene y desear siempre lo que pueda tener el otro. Quizá esto tiene que ver con el sentido de propiedad privada y la envidia cuando no tenemos lo que nos gustaría. Siempre parece mejor lo que tiene el otro y mientras envidiamos, no somos capaces de aprovechar y vivir felices con lo que tenemos. Además hay quien no se conforma al desear lo que tienen los otros e incluso, decide recurrir al robo para conseguirlo, pero lo cierto es que resulta fácil hablar de estas cosas cuando tenemos las necesidades cubiertas o cuando afecta a otros. Para que no nos roben lo que tenemos, pregonamos que no hay que robar; para que la envidia que nos puedan tener no llegue a hacernos mal, decimos que no hay que envidiar. Pero lo cierto es que todo esto surge cuando no somos capaces de amar y compartir con el otro, o llegar a preocuparnos tanto por el bienestar de los demás como de nuestro propio bienestar. Y con seguridad se puede decir que hasta que no llegamos a entender y aplicar esto, viviremos dentro del modelo del mundo que ahora tenemos, que parece ir cada vez más a la deriva, y que tampoco acabará por mucho que algunos se afanen en predicar que el fin del mundo está próximo.