Volvíamos de allá arriba de los pirineos circulando ya por la misma carretera nacional que también siempre ha atravesado nuestro pueblo. Eran poco más de las once de la mañana cuando pasamos por delante de una mujer sentada en una silla de plástico al lado de la carretera. Yo iba conduciendo y me pareció muy extraño encontrar aquella mujer como quien se sienta en una silla en la terraza de verano de una cafetería, pero en medio de ningún lugar. ¿Qué hace esa aquí sentada?, le comenté inocentemente a mi mujer, que se puso a reír. ¿Qué va a hacer?, preguntó ella, añadiendo si la había visto bien. Al rato vimos otra mujer también sentada en una silla al otro lado de la carretera. Lo tuve claro: una mujer con un “top” fucsia y una falda muy corta, tan corta que por bajo se le podían ver los pelos de... ¡No quiero ni imaginar la de cosas que se habrán visto por bajo de aquella falda!. ¡Con toda la solana y sin una sombrilla!. ¡Cojones!. Hay que tener valor y ganas. Y después también vimos muchas sillas vacías. Ciertamente ganas no debían faltar y ya se sabe que cualquier hora siempre es buena, y si no, que se lo pregunten a un hombre.
Me imaginé una furgoneta llena de sillas y mujeres, repartiéndolas a lo largo de la carretera nacional, como quien reparte el pan o la prensa. Pero ¿porque no había también hombres sentados en aquellas u otras sillas?. Curiosamente algunas dicen que las mujeres tienen el mismo deseo que los hombres, pero yo no lo tengo demasiado claro. Otros dicen que ellas mantienen más la decencia y no lo manifiestan tan visible y desesperadamente como los hombres. Lo que está verdaderamente claro es que hay más demanda de mujeres que de hombres. Por algún motivo debe ser: o los hombres están insatisfechos, o son unos inconformistas, o les gusta explorar terrenos nuevos, o ellos siempre tienen más ganas...
Lo cierto es que debe ser todo un negocio, a pesar de que esté lleno de miseria, abusos, explotación, marginalidad, violación de derechos y libertades... Se puede decir que es un viejo oficio que también ha ido adaptándose a los tiempos pero que salvo posibles enfermedades de transmisión sexual, tampoco parece haber decaído o sufrido graves crisis y no ha necesitado I+D como otros sectores, a pesar de que también deba competir con el mercado asiático, africano, del este...
A menudo este negocio suele estar relacionado con el de las drogas y hay gente que habla tanto legalizar uno como el otro, porque dicen que así no habría los mismos abusos, estaría todo más controlado... Hay quien dice que la prohibición y la ilegalidad favorece el desafío, la delincuencia, la marginalidad... Posiblemente si el gobierno metiese mano para controlarlo, aparte que todo sería más caro por los impuestos, irónicamente hay que añadir que quizá no habría suficientes funcionarios para controlarlos.
Falta saber si la libertad de cada uno es compatible con la propia responsabilidad y si nuestras decisiones y actos no van a afectar negativamente a los otros. Los más conservadores o moralistas defienden la prohibición, no sin ser consumidores encubiertos algunos de ellos. Los más libertarios y posibles consumidores mayoritarios defienden su legalidad. Así nos movemos a caballo haciendo la vista gorda entre unos y otros, porque ciertamente nunca habrá acuerdo y por encima del si o del no, continuará habiendo consumo. Porque?.