CABRAS POR CAMELLOS

Ayer estuvimos hablando con unos amigos de nuestro viaje de bodas y algunas de las cosas que más recordábamos era el regateo que debimos sufrir a la hora de comprar cualquier cosa. Los productos no tenían un valor real, sino un valor de necesidad o deseo. Es una cosa que me recuerda al intercambio de bienes o trueque que ya hace siglos quedó atrás con la aparición de la moneda.
Precisamente las primeras formas de comercio entre los hombres consistieron justamente en el intercambio de productos mano a mano: lo que un tenía y no necesitaba, se cambiaba por lo que el otro tenía y no necesitaba. Dicen que la primera condición para que exista intercambio de bienes es la capacidad de producir excedente. El excedente es una parte de la producción que no se necesita consumir y es lo que permitió emprender el hábito de intercambiar productos. Pero también para que exista el intercambio entre individuos debe existir previamente la institución de la propiedad privada.
El desarrollo de nuevos bienes de consumo y el crecimiento de la actividad comercial demostró que este sistema era poco práctico: en primer lugar porque no siempre el otro necesitaba lo del que un disponía. En segundo lugar, también era un problema determinar cuál era el valor exacto de los productos a intercambiar. Para resolver estos primeros problemas los hombres buscaran un producto de referencia: los valores de todas las mercancías se establecerían basándose en ese producto. Esa referencia es el primer paso en la historia de la moneda, que es un elemento intermedio que sirve para facilitar los intercambios.
Sin duda fue todo un gran avance, pero con el tiempo estamos percatándonos que este sistema monetario también empieza a traer sus problemas, principalmente derivados de la aparición del lucro. Las necesidades de las personas están más que cubiertas y para que haya consumo, es necesario crear nuevas necesidades. Cuando un recurso abunda, tampoco es lucrativo, así, para poder lucrarse, igualmente es necesario crear una escasez, aunque esta sea artificial, es decir, inexistente. Incluso llega a producirse un excedente que acaba destruyéndose.
Así la tecnología caduca para alimentar el consumo. Tampoco interesa vender carne de calidad, sino producir mucha cantidad de carne que vender. Si las alteraciones químicas de los alimentos no producen enfermedades, no es necesaria la química para curar. Siempre predomina el lucro y el interés sobre la verdadera necesidad, eso motiva engaños, especulación y abusos que provocan que unas personas tengan mucho y otras muy poco. Con el dinero también se crea la deuda de unos sobre otros. Entonces no hay honradez ni valores humanos, predominando el lucro por encima de la persona.
La crisis es sólo el principio de un estallido que debe traer cambios, y como en todos los cambios a lo largo de la historia, el que no se adapte, parece que acabará quedando atrás, porque en un intento de sobrevivir, son pocos los que acaban tendiendo la mano a los otros.