Ahora que los cielos están libres de nubes y las noches son más claras, quizá sea momento para lanzarnos a la calle y mirar hacia el cielo. Los parques pueden ser uno de los lugares más bonitos y próximos en los que cultivar esta afición, sobre todo, si llevamos a nuestro perro, porque mientras él caga, nosotros podemos dedicarnos apasionadamente a mirar hacia el cielo. Y claro, como nosotros estaremos tan ocupados con nuestra reciente afición de contar estrellas, localizar constelaciones o ver la altura del sol y aprender a deducir la hora en la que nos encontramos, podemos cultivar una afición que seguro será más entretenida que prestarle atención al hecho de ver como un perro se escurre sus intestinos en medio del césped, en el que por estas fechas también juegan más los niños. Además, si dejamos el césped plagado de “minas”, los niños también podrán jugar a la guerra tratando de esquivarlas como si estuvieran en una misión suicida, con lo cual, quizá también contribuiremos a estimular su imaginación y aprenderán que en esta sociedad, la suciedad es una cosa normal.
Sé que quizá no todo el mundo está preparado con una pequeña bolsa, que fácilmente podemos encontrar en las tiendas “multiprecio”, con la que meter dentro la mano y dedicarse a palpar el calorcito y la textura de los productos que fabrican los intestinos de los animales. Todos somos tan estirados, que quizá pensamos que hacer esto es rebajarnos dentro del nuestro estatus social: “¿Qué dirán si nos ven palpando una mierda caliente?”. Pero en realidad no nos degrada tanto como pensamos, sino que nos hace más cívicos, mejores ciudadanos, porque vivir en sociedad implica eso, saber que no estamos solos, dejando de creer que somos estrellas brillando en el cielo y así dejar de lado nuestro orgullo o el ego para pensar en los que conviven en nuestra ciudad y con los que compartimos los espacios que utilizamos. Quizá hay que recordar que todos podemos tener hijos, sobrinos, nietos, hijos de amigos... que seguro que utilizan los parques.