LOS CUIDADORES DEL FUEGO

Hace miles de años, el hombre prehistórico descubrió el fuego, probablemente por la erupción de un volcán, un incendio o la caída de un rayo. También es muy probable que cuando lo tuviera, nuevamente volviesen a perderlo y había que esperar un otra vez que la naturaleza les brindara la oportunidad de volver a conseguirlo. Así, al principio, el mayor problema era cuidarlo y mantenerlo encendido o llevarlo hasta su aldea u hogar, entonces empezó a custodiarlo como uno de los primeros grandes tesoros del ser humano.
La vida empezó a hacerse alrededor del fuego como una manera de calentarse, para cocinar los alimentos, para espantar a los animales peligrosos, para tener luz en los momentos de oscuridad o también para la lucha. Entonces hasta que aprendieron a controlarlo y crearlo, debieron custodiarlo para que no se apagase, nombrando incluso a guardianes del fuego. Cuando aprendió a encenderlo, dominó uno de los elementos que más sirvieron en el avance de la civilización.
A veces las creencias, que acaban convirtiéndose en las tradiciones, son la esencia sobre la que se desarrolla una determinada cultura. Después nace la preocupación de que las influencias de otras ideas o culturas, afecten de manera que pueda hacer peligrar eso sobre lo que se asienta nuestra particular cultura o creencia. Entonces hay defensores de esas tradiciones o creencias que se aferran a ellas como la única verdad posible, cayendo a veces en el fanatismo o manteniendo costumbres o creencias de las que ya no se sabe ni su origen, que en un tiempo pasado quizá tuvieron su utilidad, pero que en las nuevas sociedades van perdiendo fuerza, o incluso, han llegado a convertirse en un negocio.
A veces, todas estas creencias se convierten en un lastre, una manera de crear diferencias, de dominar al otro, de dividir a la gente en seguidores o no seguidores. Crean también un condicionamiento del pensamiento, una pesada carga de la que es difícil librarse y que nos hace actuar y pensar según unos patrones, privándonos de la libertad mayúscula.
Como el fuego, estas creencias le han permitido crecer al ser humano, desarrollarse tratando de mantenerlas, defendiéndolas, tratando de convencer al otro de lo que uno cree, incluso, llegando a la guerra, la conquista a base de la fuerza, cosa que le ha hecho trabajar la imaginación y le ha permitido avanzar.
Pero ¿qué habría pasado si hubiésemos nacido en medio de otra cultura?; ¿si hubiésemos vivido otras experiencias?; ¿si nos hubieran influido los pensamientos de otras personas?. Sin duda seríamos muy diferentes. Entonces en el ser humano, aquella realidad cultural o religiosa que consideramos única, intocable, verdadera, es completamente subjetiva y si le quitamos al hombre todo esto, sólo lo que queda en esencia es la única cosa realmente verdadera. Todo el resto son añadiduras, que únicamente forman parte de la historia humana y los ingredientes necesarios para su evolución.