Últimamente, cuando paseo por la calle, me encuentro mucha gente que está pidiendo dinero, en un semáforo, o tocando un violín o un acordeón en una avenida, o sentados en el suelo con un pequeño cartel en el que pone su situación, u otros que bien te asaltan por la calle o están en la puerta de un supermercado con la mano extendida o con un bote donde dejarles unas gotas de nuestra voluntad. A veces también los ves venir hacia ti y ya sabes qué quieren: dinero. Pero también me he encontrado con algunos que decían querer comer. Recuerdo hace unos años a uno de los que pedía en un semáforo a la entrada de nuestra ciudad que me vendía una napolitana de chocolate, que supongo que alguien le habría dado para "comer". Recientemente, me crucé con otro que también decía querer comer, casualidad que yo llevaba comida y le ofrecí. Sorprendido, en seguida lo rechazó, diciendo que prefería otra cosa. Para mí, ese no es el verdadero color del hambre. ¿Qué quería, un jamón o mojama?. No como ni yo, ¡como para dar a otros!.
También me encontré una vez quien decía necesitar dinero para llamar por teléfono. Cuando le ofrecí mi móvil para hacer la llamada, pronto fue descubierto. También podemos encontrar quien nos pida dinero para coger el autobús, u otras excusas ya demasiado sabidas. A menudo la gente suele pensar que es para comprar drogas. ¡Quién sabe!.
Quizá ahora piden para comer, porque eso no se niega, pero para no calentarse la cabeza, hay quien prefiere darle unos céntimos y quitarse de encima a esa persona, antes de que ir a cualquier lugar con él y comprarle algo para comer, que seguro será más caro que nuestra voluntad inicial de darle unas monedas. Así, quizá acaban consiguiendo dinero, sin pedirlo como tal.
El otro día, mi mujer también se encontró con alguien que le pidió para comer. Casualidad o no, ella le ofreció la bolsa de palillos que llevaba para almorzar. Inicialmente negó con sorpresa y disgusto el ofrecimiento, pero quizá viendo el rostro de mi mujer, vio descubierta su aparente necesidad estomacal y los cogió, para dejarlos en el suelo unos pasos más atrás de donde él estaba y continuar pidiendo a otra gente. Curiosamente se encontró con una mujer que acabó despotricando de la petición que también le acababa de hacer este personaje, contándole después a mi mujer su experiencia en un horno de pan en el que trabajaba y al que constantemente iba gente a pedir, y que encima la insultaban cuando no les daba dinero o le exigían un día tras otro que los volviese a dar más productos de los que estaban a la venta.
A menudo podemos pensar: "Mejor que pida que lo hurte". Pero también hay quien en lugar de pedir, lo hurta, aunque pueda tener dinero para pagarlo, como una persona en silla de ruedas que esta semana ayudamos a poner su compra ante la caja del supermercado y mientras esperábamos nuestro turno para pagar, acudieron dos trabajadores del supermercado y tan pronto como esta pagó, le hicieran sacar aquellas cosas que había cogido y se había escondido para no pagarlas. Delante de todos. ¡Qué vergüenza!.
Así me pregunto cuál es la necesidad real de las personas que deciden pedir; Si hay otras maneras de ayudarlas; si realmente quieren esta otra ayuda, porque como mucha otra gente, yo hace mucho tiempo que he decidido no dar dinero, a pesar de que tampoco suelo llevar en la cartera. Y si realmente quieren comer, hay otras maneras y lugares para conseguir y de eso, sé bastante.