EL EXTRATERRESTRE

Cuando yo era pequeño, fue muy conocida la película de un ser de apariencia no demasiado atractivo y venido de otro planeta, que estirando uno de sus largos dedos con la punta encendida de un color rojo brillante, decía con su voz espatarrada aquello de “SED BUENOS”. Sin duda, era un gran mensaje para la mente infantil, que por aquel tiempo se limitaba a hacer caso a los padres, no hacer "trastadas" y no pelearse con el hermano o con los compañeros de la escuela.
A medida que pasan los años, aquello de ser buenos nos resulta más complicado, quizá por el tipo de relaciones y responsabilidades que comporta la vida adulta o los hábitos que vamos adquiriendo por nuestras propias experiencias o influencias del entorno y las circunstancias.
Es posible que no nos peleemos como niños pegándonos mordiscos o bofetadas y así nos creamos que hemos madurado, no obstante, aún se registran comportamientos infantiles que nuestros adversarios de pelea, ahora con carácter psicológico, no tardarán mucho al tirarnos a la cara, o incluso, llegar a una violencia más desmesurada. Si cuando éramos pequeños con una mirada seria, un coscorrón o unas palabras razonadoras teníamos bastante para cambiar de actitud, cuando somos adultos se necesita mucho más, porque también ha crecido en nosotros la semilla del orgullo y nuestras propias convicciones. Así tenemos diferencias de pensar, mejor afinidad con unas personas, claro rechazo con otros, envidias, odios, juzgamos los demás según las nuestros propias maneras de pensar, que siempre creemos que son las más acertadas... Hemos perdido la plasticidad de la mente infantil.
Sin embargo, ¿qué es ser bueno?. Quizá una actitud muy idealizada, que no obstante debe ser la meta de una persona que debe madurar en su relación consigo mismo y con los demás. ¿Porque debemos madurar?. Para no sufrir tanto en este mundo. ¿Qué comporta ese “SER BUENO”, esa madurez?. Ser humilde y sencillo, no ambicioso ni arrogante; ser conformista, no envidioso ni avaricioso; perdonar, no vengar; ser solidario, no codicioso; ser comprensivo, no intolerante; ser pacífico, no belicoso; ser libre, no dependiente; amar, no odiar; creer, tener esperanza, no desesperarse ni deprimirse; apoyar y ayudar, no desentenderse...
Debemos reconocer, que el buen camino, es el mejor para nosotros y para los demás, además de que también es el que menos nos hace sufrir. Si no es este nuestro camino, no nos quejemos y resignémonos en nuestro sufrimiento que pronto o tarde, llevará a la autodestrucción, pero aún estamos a tiempo de cambiar de dirección.