Un compañero me pidió a que escribiese algo bonito, así que dejando de lado la poesía, uno de los sentimientos más bonito que he tenido la suerte y el privilegio de experimentar es el amor. A pesar de que es un término a menudo muy idealizado y abstracto, quizá hay que diferenciar algunos tipos de amor: el más conocido y deseado por todo el mundo es amar y sentirse amado por la pareja, pasando por la pasión, la ternura, el respeto mutuo; pero hay que añadir que también lo solemos confundir con la dependencia de vivir con otra persona, incluso nos parece en su máxima expresión cuando el enamorado le dice a su estimada: "no puedo vivir sin ti".
También se habla de amor propio como la estima que cada uno se tiene a sí mismo y el afán de mejorar las propias actuaciones; pero tristemente algunas personas no son capaces ni de estimarse a ellas misma, y en otros, una sobrestima también suele alimentar el orgullo y puede llegar a convertirse en arrogancia y hacer que menospreciemos a los otros.
Pero el tipo de amor que más difícil de experimentar como seres humanos nos resulta es el amor al prójimo. Entendemos la capacidad de amar a todos aquellos que nos rodean o con quien nos relacionemos de manera que se sientan bien, se sientan a gusto y bien atendidos, sientan que son importantes para alguien más, tal como a nosotros nos gustaría a que nos trataran. Este es el verdadero amor en todo su máximo esplendor; es el amor que tiene méritos, porque ¿qué mérito tenemos si amamos a quien nos ama, o si hacemos el bien a quien nos hace el bien o si prestamos a aquellos de quien esperamos recibir?.
Sin duda nos resulta muy difícil tratar bien a aquellos que no se han portado bien con nosotros, pero la vida es demasiado corta para vivirla en pleitos, peleas y divisiones. Quizá es necesario que sea esta nuestra aspiración, porque si cada uno lo practicase un poco más, seguro que nos sentiríamos mejor con nosotros mismos, con el mundo y la vida y también con Dios, que es la fuente de este Amor.
Así que por mucho que queramos hablar de cosas bonitas como amor, alegría, suerte, fortuna o felicidad, a mí no deja de hacerme ver lo triste que es saber que en el mundo, e incluso en la nuestra propia ciudad, hay gente que no conoce ese amor misericordioso, desinteresado, libre, paciente, servicial o sin envidias ni prejuicios. Quizá hay que dejar de mirarnos el ombligo ver que hay gente que está abandonada, perdida, sola...
Ciertamente a mí me gustaría hacer algo más que ayudara a cambiar un poco nuestro entorno. ¿Y a ti?