LA GUERRA CIVIL QUE VIENE

Tengo un compañero que como mucha otra gente, está en el paro y aún le queda por delante todo un año más durante el que poder cobrar su prestación. Pero ahora ya no cobra lo mismo que al principio y debe hacer frente al mismo alquiler del piso donde vive y al préstamo del coche que su día, cuando todo iba bien, tuvo que comprar para ir a trabajar fuera de nuestra ciudad. Ahora no puede pagar esas dos cosas y comer al mismo tiempo. Ha decidido vender el coche y buscar otro piso, pero como no tiene una nómina, tiene dificultades para alquilar un piso más barato.
Vender el coche en estos tiempo de crisis, tampoco es fácil. Pero tiene suerte porque no tiene una familia que arrastrar y mantener. Así podría compartir el piso con un desconocido, que podría ser una buena o una mala persona; con el que podría llevarse bien o mal, pero en cualquiera de los casos, seguro que perdería su intimidad o le dificultaría crear su propia familia.
La cosa está mal, pero él es una persona desapegada, luchadora, con ideas propias y por si fuera poco, con inquietudes espirituales; esto quiere decir que cree en la necesidad de un cambio, un cambio grande, pero al decir esto todo el mundo piensa que está “colgado”.
Últimamente empieza a estar quemado de la vida, de la gente y su indiferencia. Ve poca perspectiva de futuro y no cree que la cosa pueda mejorar en el próximo año. Dice que el mundo está para pegarle fuego; que este sistema que tenemos montado, está fallando y es inestable, porque no funciona bien.
Intenta promover un cambio en sus alrededores, pero no encuentra apoyo de la gente: todo son prejuicios, dificultades, más indiferencia. La gente tiene muchos muros a su alrededor y quizá sólo la maquinaría de combate los puede derribar. Dice que todo el mundo está latente, esperando que alguien la arranque por armarla; que estamos en las puertas de una guerra; que nuestra situación es semejante a la que había en otros países cuando estallaron las dos guerras mundiales.
Nosotros podemos continuar diciendo que efectivamente él está loco, que la cosa no está tan mal y no hacerle caso, continuando así con nuestras rutinas y mirando donde sentar nuestro culo; o por el contrario, darle, aunque sea, una pequeña parte de razón y ver que realmente ese pequeño o gran cambio es necesario.
Está claro que no podemos quedar indiferentes: ¿Qué vas a hacer: sentarte en una confortable silla, armarla o participar pacíficamente en ese cambio?.