UNA CIUDAD EN RUINAS

Paseando por nuestra ciudad y todos sus rincones, poco a poco cualquiera puede ir viendo cómo van cerrando cada vez más empresas, incluso, algunas de ellas, con las naves abandonadas ya hace algún tiempo, han sido saqueadas, sacándoles todo el metal de las puertas o ventanas, rompiendo los cristales... Así, cada vez hay más gente en el paro, o que acude a Servicios Sociales u otras ONGs buscando ayuda. Igualmente podemos ver cómo hace tiempo que el acceso a uno de los polígonos industriales continúa cortado, como también el antiguo acceso inferior en el centro. Así, el emblemático puente principal con el que aún podemos acceder al centro con vehículo, también hace notar ya los años y espera una restauración que nunca llega. ¡Quizá antes acabará cayendo!. En los parques, podemos ver como falta la luz y la limpieza, hay pintadas o están deteriorados los bancos y barandillas. En la Vía Verde, podemos ver cómo han saqueado el cableado eléctrico. Igualmente, por cualquier lugar podemos apreciar papeleras y contenedores rotos, albañales sin tapa, farolas rotas y seguro que muchas otras cosas más, que sin duda, son sólo el preludio de lo que acaba de empezar, quizá a causa de la crisis y sus recortes, o porque en realidad no hay dinero o por las deudas que el anterior gobierno dejó, o porque todo esto acaba desbordado a los nuevos dirigentes del ayuntamiento.

Quizá también sea emitir juicios muy a la ligera, pero asimismo he oído decir a la gente que parece que este gobierno municipal no está haciendo nada, quizá obligados por una austeridad necesaria para hacer frente al mañana. Tal vez, sí que están haciendo algunas cosas, pero quizá, si la gente de a pie piensa y dice esto, es porque no lo ve, porque no acaba de conocer demasiado bien la situación real, o quizá también acaben teniendo parte de razón con estos comentarios.

Está claro que es una costumbre humana tirarle siempre las culpas al otro, a esos factores que nosotros no controlamos. Entonces, como todo recae en el otro,  nos justificamos diciendo, pensando y creyendo que no tenemos la culpa y por tanto, tampoco podemos hacer nada. De esta manera, está servida ya la inactividad y la indiferencia, que parece ser otra de las virtudes que caracteriza a esta sociedad acomodada. No nos gusta ver que parte de esa responsabilidad es nuestra, cuando permitimos que nuestro perro cague en el parque o la acera y no lo recogemos; cuando tiramos una envoltura del bocadillo o la hamburguesa allá donde nos viene; cuando mostramos indiferencia ante una juventud que tenemos por rebelde y que hace pintadas, rompe farolas... porque no hemos sabido inculcarles el respeto que merece la ciudad donde viven y de donde sale el dinero para hacer frente a los daños que puedan causar. A menudo también hemos quedado impasibles ante de las especulaciones que han ido sacando a la luz los medios de comunicación, o ni nos hemos dignado a firmar para evitar una construcción de viviendas de lujo en una antigua fábrica, o un hotel en medio de un parque natural, o un garaje bajo un jardín... Cuando por la avaricia de unos o los intereses zurrapientos de otros, dejamos que las pocas grandes empresas que quedan aún amenacen con dejar la ciudad.

Quizá sea duro oír esto, pero ¿de qué sirve ahora todo el orgullo de un pueblo que parece vivir de las fiestas y las viejas glorias del pasado?.