CARIDAD VS DIGNIDAD

En repetidas ocasiones he visto gente en nuestra ciudad escarbando en los contenedores de basura. Podríamos decir que a veces este hecho constituye una verdadera enfermedad, dado que algunas personas se dedican a almacenar todo tipo de desperdicios sin mayor sentido ni provecho, pero también hay gente que lo hace por necesidad, buscando cosas que aprovechar para vestirse, para vender, o incluso, algunos para comer.

Sólo de pensar en los olores de restos de pescado y verduras o frutas en descomposición, pañales, compresas o quién sabe qué otras cosas que ambientan el interior de un contenedor, siento verdadera angustia.

¿Qué puede llevar a una persona a rebajarse de esta manera y buscar entre la basura?. Podríamos pensar que algunos lo hacen por orgullo, porque les supone una humillación haber de recurrir a la caridad de los otros y mirarse cara a cara, con sumisión, midiéndose, comparándose, dependiendo al completo de esa voluntad ajena, que quizá se encuentra en una posición dominante, superior. Parece así que un contenedor es más anónimo e impersonal, pero ¿dónde está el posible orgullo ante esta otra acción?.

Por otro lado, también hay gente que representa la otra cara de la moneda, que no siente la vergüenza o incluso, a veces no tienen una verdadera necesidad para pedir, pero que lo hacen aprovechándose de la buena disposición de la gente caritativa, incluso con exigencias.

Así, un tiempo atrás, quizá la caridad era un modelo necesario, que respondía a la moral de la época y que funcionaba, pero pienso que hoy es un arquetipo completamente desfasado y que no funciona, además de que contribuye a crear personas dependientes, acomodadas e inútiles, que no fomentan ni utilizan las capacidades de autoabastecimiento propias de todo ser humano, actitud que además, se perpetúa generaciones tras otras, clasificando así las personas como integradas en la sociedad o marginadas.

Una vez alguien me dijo que esas personas son “inoperantes”. Quizá queriendo ser culto, igualmente acabó calificando a esas personas de inútiles. Yo estoy convencido de que todos tenemos capacidades, que para barrer una calle, vigilar un parque, acompañar a una persona, pasear un perro o cuidar un paraje natural, tampoco hacen falta demasiadas aptitudes especiales, aparte que hacer cosas como estas puede hacernos sentir útiles, que no somos unos marginados, que en realidad estamos ganándonos el pan con dignidad.

Quizá este nuevo modelo de intercambio deba ir ya abriéndose paso, dejando atrás el viejo modelo sobre protector, paternalista y caritativo, que se limita a dar un pescado para hoy y más hambre para el día siguiente, en lugar de enseñar a la persona a autoabastecerse, intercambiando sus capacidades para obtener lo necesario para vivir. Después de todo, decir esto no es nada nuevo porque ya estaba contemplado en escritos muy antiguos. Falta llegar ya de una vez a ponerlo en práctica.