REUNIÓN DE VECINOS

Hace poco asistí a una reunión de la comunidad de vecinos de la que tengo en consideración como mi casa, a pesar de que realmente aún será del banco por muchos años. Lo cierto es que esta ya hacía tiempo que debería haberse hecho, pero por unos motivos o por otros, se retrasó su convocatoria.

Lo primero que nos podemos encontrar en una de estas reuniones, es la impuntualidad de la gente o las ausencias de algunos de los vecinos, quizá sabedores del poco provecho que acaban consiguiendo estos encuentros. Otra de las situaciones que en esta reunión, al igual que en muchas otras de diversa índole podemos encontrar, es una gran cantidad de gente que no tiene nada mejor que hacer y que intenta por todos los medios, que la reunión se alargue al máximo. Así empiezan a hablar entre ellos, a deshora, quejándose de esto, de lo otro o de lo que les afecta particularmente a ellos, criticando al administrador de fincas a sus espaldas, diciendo que es hora de deshacerse de él porque no hace nada ante algunos problemas que hay por resolver desde que nos dieron las llaves, quejándose también de los desperfectos del edificio, de las evasivas del constructor...

Cuando llega el momento de hablar cara a cara, de las chácharas ya no queda nada. Alguien sí que se atreve a manifestar su descontento, pero al final, cuando parecía que la reunión en realidad se le iba de las manos y no sabía responder ante el rebaño, como buenos corderillos, todos acaban yendo en la dirección que de manera sutil acaba marcando el administrador.

Otra de las particularidades de estos encuentros, son las votaciones, pero mientras el bolsillo parezca que se toca lo menos posible, siempre puede resultar más fácil llegar a un acuerdo.

Finalmente, te percatas que una reunión que podía haberse hecho en veinte minutos y después cada uno a que hiciese lo que quisiera, en realidad ha durado cerca de dos horas. Si en una sencilla reunión de vecinos pasan estas cosas, no quiero ni imaginar una reunión de carácter político.

¿Por qué nos cuesta tanto llegar al consenso?. ¿Por qué en una reunión colectiva acabamos anteponiendo siempre los problemas particulares?. ¿Por qué nos quejamos tanto por detrás y a la hora de la verdad acabamos callando?. ¿Por qué le damos tantas vueltas a las cosas sin acabar sacando mucho más en claro?.

Quizá, como la gente ha dejado de creer, ya no va a los confesonarios y como tampoco tiene dinero para pagarse un psicólogo, además de que quiere volver a casa lo más tarde posible, es por eso que acude a las reuniones de la comunidad de vecinos, haciendo del encuentro una experiencia repelente, larga, pesada y poco aclaratoria. ¡En fin!. ¡Parece que son cosas de la vida!. ¡Lástima perder el tiempo de esta precisa manera!.