Dicen que un desgraciado es aquel que ha sufrido una o más desgracias; o que es una persona a la que le falta gracia o atractivo, que puede inspirar compasión o menosprecio; pero también se utiliza este término para calificar a una persona de perversa, ruin y miserable. Estas son las personas que viven de manera deshonrosa, que abusan de los otros, que engañan a la gente, que se aprovechan de ella, que quieren lo que no les pertenece, actuando sólo en interés propio, a pesar de que sea a costa de los demás.
A veces oímos hablar de casos de corrupción y gente que aprovechando su situación de poder, malversa dinero o propiedades... También oímos hablar de robos... Y por supuesto, no podemos dejar de lado la estafa.
Durante esta semana, unos estafadores han estado actuando en nuestra ciudad, o quizá aún están haciéndolo. A menudo se aprovechan de gente mayor, como la tía de mi mujer, que recibió la visita de unos supuestos revisores del gas, que tras hacer como que inspeccionaban las instalaciones domésticas, con las correspondientes anotaciones y todo, como si de unos verdaderos profesionales de la materia se tratara, le pasaron una factura que querían cobrarle en aquel mismo momento. Doscientos cincuenta euros. La mujer, despavorida, dijo que no tenía aquella cantidad de dinero e incluso se ofrecieron a acompañarla al banco, pero por suerte, ella dijo que no podía pagar esta cantidad ese día.
Los supuestos revisores del gas, como queriendo mostrar un acto de buena fe, si es que saben qué es eso, le dijeron que en ese caso, podrían pasar al día siguiente para cobrarle la supuesta revisión, dado que aún iban a continuar haciendo su trabajo de estafar a la gente por el vecindario. Está claro que no le dijeron que eran estafadores, pero la mujer, un tanto preocupada por tener que rascar los bolsillos con semejante cantidad, no dudó en llamar por teléfono al servicio técnico de la compañía del gas, que efectivamente le dijo que ellos no estaban haciendo esas revisiones, ni procedían de esta manera y nunca pedían dinero en efectivo. Que en todo caso, se lo domiciliarían por el banco como el resto de las facturas. Entonces, no dudó en contactar con la policía y explicarles el suceso, informando que los estafadores iban a cobrarle al día siguiente. La policía le pidió que los avisara cuando fueran a visitarla nuevamente.
A la mujer le cogió miedo, dado que aquellos individuos habían entrado en su casa y sabían quien era. Podían iniciar alguna represalia si el asunto policial iba adelante. Cuando al día siguiente fueron a cobrarle, ella no les abrió pero les dijo por el videoportero que eran unos “desgraciados” y todo lo que un cerdo no puede oír, que estaba esperándolos con la policía... Desaparecieron en el acto, no sin haberles sacado dinero a algunos de sus vecinos, gente mayor como ellos.
Quizá la crisis o el interés por obtener dinero de manera fácil y sin demasiado esfuerzo, va moviendo cada vez más a algunos individuos a actuar de esta manera, ante la que todos podemos estar expuestos, porque la imaginación, ayuda a crear técnicas cada vez más depuradas. Situaciones como estas, son las que van restando puntos a la confianza en el ser humano. Y como parece que la justicia a veces no es igual para todos y en nuestro país actúa como actúa, quizá hay que preguntarse: ¿Dónde iremos a parar?.