DESAHUCIADOS



Parece ser que la palabra desahucio está en auge por las ejecuciones hipotecarias de los bancos, que reclaman el dinero prestado a quienes en estos tiempos de crisis no pueden pagar su hipoteca. Pero más allá de esta acepción, también significa quitar a alguien toda esperanza de conseguir lo que desea, o admitir que un enfermo no tiene posibilidad de curación.
Así pues, son frecuentes las noticias que hablan de corrupción de los políticos, hambrunas y epidemias en algunas regiones del planeta, violencia de género, asesinatos, racismo, abuso de poder, atentados, guerrillas, explotación laboral, privación de los derechos humanos... Quizá todos estos problemas son los síntomas que indican que nuestra sociedad está enferma, y si no abordamos los problemas desde su raíz, casi podríamos afirmar que no tiene curación. Esta raíz se encuentra en los seres humanos, que tenemos adquiridos muchos hábitos, inseguridades, miedos, costumbres o creencias, fruto de un mal aprendizaje, o una educación gobernada por condicionamientos e intereses de unos pocos. Con la palabra educación, aquí no queremos hablar de los estudios académicos, sino del aprendizaje de las actitudes y creencias que le otorgan la personalidad al ser humano. Esto nos conduce a vivir alimentados a base de prejuicios, miedos, inseguridades, comparaciones, egoísmos, avaricias, arrogancias, etc.
De este modo, descartamos directamente a algunas personas por su forma de vestir o hablar, o por ser gitano, drogadicto, enfermo mental, mendigo o inmigrante e incluso  si no trabaja, o si trabaja en una profesión menos loable. De forma directa, quizá inconscientemente, las etiquetamos como marginadas, como desahuciadas del sistema. Pero lo peor de todo, es que a menudo esas personas se encuentran ancladas en este rol que les asignan los individuos y la sociedad y parece que ya no van a poder salir de él.
¿Acaso nosotros nos creemos especiales, privilegiados que no podremos ser marginados?.
Por ejemplo, es curioso ver que vivimos en un sistema que llama progreso al desarrollo tecnológico, que obliga a las personas a estar siempre a la última moda, conectadas a través de un moderno teléfono móvil, operando desde cajeros automáticos o realizando compras y mil gestiones más a través de Internet. ¿Cuánta gente hay que no puede alcanzar y comprender el manejo de esta tecnología? ¿No se quedará atrás sin saber hacer estas gestiones? Así pues, parece ser que el progreso conlleva una nueva forma de marginación. ¿Realmente podemos decir que ha progresado una sociedad que desahucia cada vez más a las personas?
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--   Daniel Balaguer  http://www.danielbalaguer.es  https://sites.google.com/site/danielbalaguer