Hace algunas semanas me pasaron una curiosa y corta encuesta sobre la educación de los hijos. Una de las cuestiones que me llamaba bastante la atención versaba sobre cuáles eran los medios de comunicación que vemos en casa y el horario de emisión o la cadena. No les interesaba o no les preocupaban cuáles eran mis estudios, idiomas que hablaba o si leía o no. También me preguntaban sobre qué valoraba en la educación de mis hijos (a lo que respondí que me preocupaba la afectividad, el desarrollo de las competencias o capacidades personales y las habilidades sociales o de relación, en fin, algunas de las cosas que a menudo pasa por alto el modelo educativo). Otra cuestión versaba sobre qué me preocupaba en su educación (a lo que respondí resumidamente que era la falta de sentido crítico, que siempre nos ha hecho comulgar con ruedas de molino, y un modelo educativo basado en los sistemas de producción de una fábrica, o lo que yo llamo “tipo granja de pollos”, cuestión última que pensé unos minutos más tarde una vez entregado el cuestionario).
Y por último, la cuestión quizá más destacable de todas, que me preguntaba si yo veía la educación como la mejor inversión, y más de cara al futuro de mis hijos, y acababa preguntando cuánto invertiría al año con una educación que me diese garantías. Aquí sólo puse otro pequeño resumen: que la educación de calidad debe ser accesible para todo el mundo.
A pesar de que no sé la procedencia de este extraño y absurdo cuestionario, del que intuyo que procede de una escuela privada, quizá aquí hay que reflexionar sobre la existencia de escuelas privadas y otros llamadas públicas, que en sí ya constituyen un claro ejemplo clasista y discriminatorio, que separa las élites que pueden pagarla, de los pobres o personas humildes y trabajadoras que no se lo pueden permitir. Este es quizá el único modelo educativo que necesita una verdadera reforma, aparte también de las maneras de dar esa educación, donde todos deben llegar a unas determinadas notas con idénticos contenidos para todo el mundo, sin tener muy en cuenta al alumno. También resulta curioso que esas escuelas privadas tengan una base que ellos llaman cristiana y llena de valores, cuando precisamente los valores que promueve la esencia de esa fe es la humildad y un acercamiento hacia la gente más necesitada, que queda bien lejos de la pecunia que hay que aportar por tener esa educación que ellos ya destacan y diferencian como “de calidad”. Me parece vergonzoso, sumamente injusto, egoísta e inhumano que sólo la gente con dinero pueda tener acceso a una educación o una asistencia sanitaria de calidad.
Quizá para acabar, hay que decir que la única forma de evitar la discriminación, y por tanto el conflicto, es mediante la igualdad, y obviamente, esta debe estar por encima del dinero, porque al fin y al cabo, las personas son mucho más importantes. Es una lástima ver que somos tan pobres, que sólo miramos por el dinero. --> -- Daniel Balaguer http://www.danielbalaguer.es https://sites.google.com/site/danielbalaguer