A veces quizá hay cosas que estamos deseosos de contarle a alguien pero tampoco queremos que otra gente lo sepa. También puede darse el caso de haber hecho algo mal que igualmente no queremos que nadie más conozca. En cualquiera de los casos, nos encontramos con el misterio de las cosas ocultas del ser humano, que deambulan en la mente como grandes secretos, pero que quizá tarde o temprano acaban escapándose de sus prisiones.
Quizá a menudo nos podemos encontrar a alguien que nos dice algo que nos pide que no le digamos a nadie, y curiosamente, parece que tarde o temprano, más gente de la que nos pensamos acaba sabiendo esa cosa desde la sombra, sin que en apariencia ninguna persona más lo sepa; a veces también porque la misma persona que nos pedía que no se lo contásemos a nadie, es la primera que va diciéndolo a otra gente, igualmente en secreto; o también porque nosotros mismos lo compartimos en confidencia. ¿Porque nos cuesta tanto callarnos las cosas?. Quien sabe si es el lenguaje y nuestra capacidad de hablar algo que nos domina y es más fuerte que nosotros mismos y nuestra propia voluntad.
Pero de alguna manera, también parece que nos gustan las murmuraciones y hablar de las cosas desde la sombra, dando un aura de secreto y misterio, como si fuésemos viejos narradores que van transmitiendo la historia o el saber con la tradición oral, antes de que surgiese la escritura. Hay quien las desprestigia diciendo que todo esto son chismes tan condimentados de boca en boca, que poco tienen que ver con su “sabor” original, pero conocido es por todos el refrán que dice “cuando el río suena, agua lleva”.
Si realmente quieres que una cosa no se sepa, empieza por no decírsela a nadie; si nunca quieres que se sepan cosas que has hecho mal, en lugar de tener que esconderlas después, empieza antes por no hacer nada que se pueda tildar de inmoral, corrupto,... Porque como se dice en alguna parte: “nada hay encubierto, que no deba ser manifestado; ni oculto, que no deba saberse”.