A pesar de que todo está relacionado, no hace falta hablar de la pérdida de valores humanos que tanto preocupa a unos o la caída de la bolsa que preocupa más a otros, porque al fin y al cabo, esas pequeñas cosas forman parte de un todo mayor y cuando una pequeña parte se desestabiliza, todo es cuestión de tiempo que tarde o temprano afecte al resto. Así, en los últimos tiempos, estamos viendo cómo está perdiendo valor todo aquello en lo que se asentaba nuestra sociedad: la familia, la educación, el trabajo, la economía, la moda, el saber, las tradiciones, la fe, la cultura...
Podemos estar fijos en una gran empresa y que esta acabe hundiéndose y quedarnos sin trabajo igual que si tuviéramos un contrato temporal en cualquier otro lugar. Igualmente podemos pensar que gozar de una plaza fija de funcionario de la administración es un seguro indestructible, pero tampoco acabará siendo así. Primero empezaron con la congelación de salarios, después con las reducciones en las nóminas... De la misma manera, el matrimonio, como una sacramento que era para toda la vida, puede caducar ya y tener pronto los días bien contados o incluso, ya no necesita exclusivamente de un hombre y una mujer para producirse.
Tener estudios, también es una cosa supervalorada; no es algo que garantice seguridad y un buen trabajo estable. Hemos podido ver que hay gente con muchos estudios barriendo las calles y otros sin estudios dirigiendo empresas. También hemos podido ver la gran cantidad de estudios, pensamientos, conocimientos o investigaciones que muchos de ellos acaban siendo contradictorios. El lucrativo negocio de la cultura también se ha visto afectado por la piratería. Quizá cada vez hay menos gente que conozca el origen de nuestras tradiciones festivas, gastronómicas o de bailes populares y las practique, como la religión, que también ha quedado relegada a una minoría en declive.
La economía igualmente ha sido un barco a merced de los vientos del egoísmo, la avaricia y la explotación de los grandes mercados y multinacionales, en el que se han acabado engañando unos a otros y han escorado el barco. De la misma manera, si antes pensábamos en vestir bien, los jóvenes han acabado vistiendo ropa agujereada y enseñándonos los calzoncillos, quizá para decirnos que lo que verdaderamente luce, es lo que queda dentro.