LA CONVERSIÓN DE LOS INFIELES

Hasta hace unos años, si por cualquier tipo de convicción, alguien tenía el atrevimiento de decir que no quería bautizar su hijo, aparte de hacer escandalizados la señal de la cruz, poner el grito en el cielo o las manos a la cabeza, calificándolo de barbaridad digna del infierno, decían que este niño era considerado "morito", como si no existiesen otras religiones en el mundo, aparte del catolicismo o el islamismo. Unos siglos antes, si un "infiel" se convertía al catolicismo, de manera voluntaria u obligatoria, igualmente se lo etiquetaba de "morisco". Quizá porque a los "conversos" se los continuaba mirando con recelo, como dudando de la veracidad de su conversión.
Los tiempos cambian y parece que mayoritariamente, quien bautiza a los hijos, hace que tomen la comunión o se casa por la iglesia, lo suele hacer más por tradición, por ser un acto social o aún por cierta presión de los padres, que por convicción. No quiero decir con esto que no quede gente que realmente lo haga por convicción. Por otro lado, también convivimos con gente que practica diferentes religiones e igualmente ahora hay otras religiones más que elegir o incluso variantes de las mayoritarias, a pesar de que estas puedan ser consideradas sectas o incluso, es común no pertenecer a ninguna religión, unos porque dicen no creer en Dios, otros por las malas prácticas de las que han sentado testigos, otros porque dicen que han creado división y graves enfrentamientos entre los seres humanos, otros porque consideran que si hubiese un Dios, no consentiría tantas injusticias...
Pero según van las cosas, en esta sociedad en crisis, en lugar de afiliarse a la seguridad social, a un partido político o a un sindicato, de los que no sacamos ningún provecho, cuidado, ni beneficio, al paso que vamos, será mejor afiliarse a cualquier confesión religiosa porque hoy por hoy, son los únicos que nos reciben con los brazos abiertos y cuidan de sus hermanos en la fe, porque si algo buena tienen las religiones, dejando de lado la relación con la divinidad, a efectos terrenales prácticos, es que suelen ser una herramienta para hacernos mejores como personas y mejorar también las relaciones humanas, cosa que cuando no consiguen, pierden buena parte de su sentido y por tanto, dejan de considerarse necesarias en la sociedad actual.