MENTIRA O VERDAD

Se dice que "las verdades a la cara ofenden" o que "por decir las verdades se pierden las amistades". De alguna manera esto bien puede indicar que no estamos preparados para oír las verdades o que tampoco sabemos decirlas. Así hay quien dice que no tiene pelos en la lengua, pero también por este motivo hay quien ha perdido muchos amigos. Entonces, ¿es preferible no decir la verdad?.
Yo pienso que la sinceridad no está reñida con la diplomacia; que debemos ser completamente sinceros, pero también que si no sabemos decir las cosas bien, es mejor callar que decir una mentira. Quizá callar es el otro de los problemas. Nos cuesta mucho atar la lengua y antes de callar, siempre acabamos por soltar algún escupitajo del que poco medimos las consecuencias que este puede provocar, no sólo sobre los otros, sino también sobre nosotros mismos. Así parece que tenemos mucho que aprender.
Pero a menudo vivimos en un mundo lleno de mentiras, donde no sólo nos encontramos con las pequeñas mentiras que podemos decir cada día, sino también con aquellas que arrastradas a lo largo de los años por los intereses de algunas personas de su época, maceradas por sus seguidores, y repetidas al cabo del tiempo, han acabado convertidas en el que estamos convencidos de que son grandes verdades. Así hemos adornado las pequeñas verdades con gran cantidad de mentiras, hasta que curiosamente, en lugar de convertirse en grandes mentiras, han acabado convirtiéndose en grandes verdades. Pero lo peor de todo es que ¡pobrecito de quien lleve la contra!.
De alguna manera nos hemos ido acostumbrando a las mentiras, tanto como a tener pies. Así hemos dejado de lado nuestra capacidad crítica para vivir con la más absoluta indiferencia y dejar de creer en todo en lugar de buscar la verdad como la aguja en el pajar. Hemos dejado de creer en la religión, en la política, en los medios de comunicación, en las personas, en las capacidades del ser humano, en los valores... Ya no nos interesa pulirnos como persona o tratar de hacer un mundo mejor, sino la propia subsistencia de nuestro "ego".
¿Debemos continuar callando?. ¿Debemos aprender a comulgar con ruedas de molino?. ¿Es mejor ser indiferentes?.