LA HISTORIA DE LOS REYES MAGOS

Alguien que no tengo constancia de conocer personalmente, me envió este correo que me permito transcribir, de manera más recortada, aún cayendo en el plagio, porque quizá sirva de utilidad para lavar las conciencias de aquellos que no desean engañar a sus hijos y, sin embargo, por ver la ilusión de los más pequeños de la casa, lo hacen a costa de alguna mentira piadosa.

Cuentan que un padre, tras acabar su jornada de trabajo, se encontró a su hija que con voz baja y titubeante, le dijo: “¿Papa?. Quiero... que me digas la verdad”. “Claro, hija. Siempre te la digo” -respondió el padre un poco sorprendido.

“Papá, ¿existen los Reyes Magos?”. “Las niñas dicen que son los padres. ¿Es verdad?”. El padre se quedó mudo, miró a su mujer, intentando descubrir el origen de aquella pregunta, pero sólo pudo ver un rostro tan sorprendido como el suyo que le miraba igualmente.

“¿Y tú qué crees, hija?”, le preguntó su padre. “Yo no sé, papá: que sí y que no. Por un lado me parece que sí que existen porque tú no me engañas; pero, como las niñas dicen eso”.

“Mira, hija, efectivamente son los padres los que ponen los regalos pero...” “¿Entonces es verdad?. ¡Me habéis engañado!”, dijo la hija con los ojos llorosos. “No, mira, nunca te hemos engañado porque los Reyes Magos sí que existen”. “Entonces no lo entiendo, papá”.

“Siéntate, hija, y escucha esta historia que te voy a contar porque ya ha llegado la hora de que puedas comprenderla”. Ella se sentó entre sus padres ansiosa de escuchar cualquier cosa que le sacase de su duda, y su padre se dispuso a narrar lo que para él debió de ser la verdadera historia de los Reyes Magos:

 “Cuando el Niño Jesús nació, tres Reyes que venían de Oriente guiados por una gran estrella se acercaron al Portal para adorarle. Le llevaron regalos en prueba de amor y respeto, y el Niño se puso tan contento y parecía tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor, dijo:

-¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serían.

-¡Oh, sí! -exclamó Gaspar-. Es una buena idea, pero no seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de niños como hay en el mundo.

Baltasar, el tercero de los Reyes, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría, comentó:

-Es verdad que sería fantástico, pero aunque somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños.

Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían realizar su deseo. Y el Niño Jesús, que desde su cuna parecía escucharles muy atento, sonrió y la voz de Dios se escuchó en el Portal:

-Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme: ¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?

-¡Oh, Señor! -dijeron los tres Reyes postrándose de rodillas. Necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno para cada niño que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros regalos, pero no podemos tener tantos pajes.

-No os preocupéis por eso -dijo El Niño Jesús-. Yo os voy a dar los mejores pajes para cada uno de los niños que hay en el mundo.

-¡Sería fantástico! Pero, ¿cómo es posible? -dijeron a la vez los tres Reyes Magos con cara de sorpresa y admiración.

-Decidme, ¿no es verdad que los pajes que os gustaría tener deben querer mucho a los niños? -preguntó Dios.

-Sí, claro, eso es fundamental - asistieron los tres Reyes.

-Y, ¿verdad que esos pajes deberían conocer muy bien los deseos de los niños?

-Sí, sí. Eso es lo que exigiríamos a un paje -respondieron cada vez más entusiasmados los tres.

-Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más a los niños y los conozca mejor que sus propios padres?

Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a comprender lo que Dios estaba planeando, cuando la voz de nuevo se volvió a oír:

-Puesto que así lo habéis querido y para que en nombre de los Tres Reyes Magos de Oriente todos los niños del mundo reciban algunos regalos, ordeno que en Navidad, conmemorando estos momentos, todos los padres se conviertan en vuestros pajes, y que en vuestro nombre, y de vuestra parte, regalen a sus hijos los regalos que deseen. También ordeno que, mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les contarán esta historia y a partir de entonces, en todas las Navidades, los niños harán también regalos a sus padres en prueba de cariño. Y, alrededor del Belén, recordarán que gracias a los Tres Reyes Magos todos son más felices.