El otro día recibí una llamada de teléfono del banco diciéndome que por ser buen cliente, había sido seleccionado para beneficiarme de un seguro de vida que sería gratuito hasta mayo. ¡Es curioso que todo el mundo resulta ser ese buen cliente seleccionado!. Seguidamente empezaron a decirme una retahíla de coberturas y ventajas al contratar este seguro, conversación que sería grabada; por último me dijeron el precio, que para ellos era muy asequible y yo lo podía pagar en cómodas cuotas mensuales. Después de haber escuchado paciente y educadamente esta mujer que estaba haciendo su trabajo, le dije que para mí, añadir un gasto más no me venía demasiado bien y entonces no me interesaba. Me volvió a repetir que era gratuito hasta mayo y que sólo podía beneficiarme de esta oferta por teléfono y no lo podría contratar en cualquier otro momento ni oficina bancaria. Añadió que en una semana recibiría la póliza en casa para estudiarla y decidir si rechazarla o confirmar su contratación. Mientras tanto yo ya pasaba a ser beneficiario de las garantías de este seguro hasta el mes de mayo, tanto si lo contrataba como si no. No quise dejar de ser educado y colgarle el teléfono.
Después me pasó la llamada a otro compañero que por sí fuera poco, me repitió lo mismo y al que también le dije que no quería añadir un gasto más, pero que no obstante, de tan emborrachado como estaba de leer su mensaje, tampoco fue capaz de escucharme y volvió a repetir que en una semana recibiría la póliza y así yo ya decidiría.
Antes de recibir estos documentos, sin necesidad de leerlos, tengo claro que mi respuesta será “NO”. ¡Qué desperdicio de papel y gastos innecesarios de envío!. ¡Ya tengo demasiados seguros!: que si el del coche, el de la casa, el de decesos, el del préstamo hipotecario... Si ellos se empecinaron que yo recibiese esta póliza, debo añadir que yo también tengo la virtud o el defecto de ser un cabezota y de los grandes. Eso sí, ahora veremos si es tan fácil rechazarlo como contratarlo y si debo dar y repetir tantas explicaciones como ellos me hicieron por teléfono.
Después de todo, me molesta el hecho de que te vendan una tragedia personal como pueda ser la muerte tuya o de tu pareja con una recompensa medida en dinero, como si el dinero pudiese mitigar una pérdida como esta, o servirnos para sacar beneficios, incluso de la muerte de una persona amada. ¡Parece cosa de buitres más que amor!. Yo tengo claro que ni quiero el muerto, ni quiero beneficiarme con una recompensa económica por su muerte. Así que viviré saboreando al máximo cada momento de mi vida como si fuera el último, agradeciendo aquellos momentos en los que caminamos junto a esas otras personas y que hacen del caminar una experiencia más agradable y enriquecedora. Pienso que por el simple hecho de nacer estamos condenados a morir, por tanto la muerte es tan natural como la vida y no nos debemos aferrar a nada ni a nadie, porque aparte que no aprovechará para nada, dado que nos llevamos al morir lo mismo que traemos al nacer, no es bueno vivir apoyado en el dolor que nos produce todo lo que nombramos “tragedias o problemas”, que curiosamente dejan una huella imborrable en nuestras vidas y nunca olvidamos, a diferencia de las cosas buenas, que pronto suelen quedar en el olvido.