EN LA TAZA DEL VÁTER

Como todas las semanas desde que tengo la costumbre de comer, el sábado fui a hacer la compra semanal y a veces me sorprende a mí mismo la cantidad de cosas que pueden comer dos personas. Es cierto que me gusta cocinar y tener siempre invitados en casa, de hecho la semana pasada tuve invitados para comer durante cinco días, pero no siempre compro para los comensales, porque dicen que donde comen dos comen tres y donde comen tres comen cuatro. Soy de los que planifican el menú de toda la semana y en función de este menú, intentando siempre repasar antes todo lo que me queda en la dispensa, el congelador o la nevera, elaboro una lista de compra a la que también soy bastante fiel. Dicen que esta manera de proceder permite el ahorro y ciertamente hay semanas que compro poco, pero también hay de otros en las que la cartera suele temblar, o por lo menos lo hace mi mano mientras la saco para pagar.
Lo más fácil es decir que han subido los precios, pero a veces también compramos más de lo necesario, como esta semana que me permití el lujo de comprar dos tarrinas de helado, fresas y nata. Del cordero, la ternera, el salmón, el emperador o el marisco hace tiempo que prescindí.
Y ya ves para qué: después de pasar horas cocinando y unos minutos comiendo, lo que no se acumula en los michelines, va a parar en la taza del váter. Es ahora que va llegando el buen tiempo, cuando todo el mundo, incluso yo, quiere perder peso, puede ser para no avergonzarse en la playa o la piscina luciendo unos modelitos que a menudo hacen pavor.
Es cierto que desde que me he independizado como lo que quiero y nunca tiro la comida, también porque procuro que nunca sobre. He hecho algún cursillo de cocina y manipulación de alimentos, también doy clases para aprender a cocinar e incluso he llegado a superar a mi madre en la cocina. Debo decir que disfruto comiendo, pero también a medida que pasan los años y mi vida va teniendo estabilidad, como apetito no me falta y he ido haciéndome un poco más sedentario, empieza a aparecer ese flotador nombrando curva de la felicidad.
Esto me hace reflexionar sobre esa gente que no tiene para comer mientras otros se pegan unas buenas hartadas e incluso se permiten el lujo de dejar comida en el plato o decir “esto no me gusta”. Mi conciencia y mi espiritualidad me mueven a querer hacer algo. Cada día le ruego a Dios que me guíe, pero por el momento no he encontrado ninguna ONG, partido político o iglesia en la que creer plenamente y obrar por los demás, a pesar de eso, colaboro en alguna en la medida en que me dejan y debo decir que no se hace todo lo que se podría y a menudo se pierde mucho tiempo y recursos.
Mientras tanto, nosotros en la taza del váter nos pegamos nuestras buenas cagadas.