A lo
largo de los siglos, ha habido personas que han tenido grandes ideas que han
revolucionado completamente a la humanidad. Han hecho la vida más cómoda, más
segura, más estable, más práctica, más sana… Con el tiempo, algunas personas
han sabido convertir esas ideas en grandes empresas que han alcanzado buenos
beneficios. En ocasiones otras personas también se han aprovechado de esas
ideas para crearlos. De este modo, ideas propias y ajenas se convierten en
medio de vida para muchas personas y a veces, incluso en un negocio sumamente lucrativo.
Las
sociedades evolucionan, avanzan, cambian al igual que las tendencias, los
deseos y las preferencias de la gente. Así, surgen igualmente nuevas ideas que
satisfacen esas necesidades sociales y personales del momento. Lo curioso, es
que el progreso también provoca que a menudo se materialicen ideas que acaban creando
una necesidad hasta el momento inexistente, del mismo modo, se convierten en
otro lucrativo y arrasador negocio que no tarda en arrollar a otras empresas.
¿Qué
pasa con los que ya vivían de una idea o negocio antes de que una competencia
más novedosa les quitase el mercado de clientes? La evolución es eso, saber
adaptarse al medio y a las circunstancias. A los que quedan atrás, parece ser
que sólo les quedan cuatro vías: asumir la derrota y retirarse; hacer un gran
esfuerzo por innovar y adaptarse al momento; moverse hacia otro campo
desconocido e inexplotado; o atacar a quien les arrebata su trozo de pastel.
La
especialización en una determinada y única materia, también parece que cierra
nuestras miras hacia otros sectores. Además, por lo visto las grandes ideas no
son muy numerosas y con haber tenido ya una, no cabe exprimir para sacar otra. Así,
parece ser que la opción más factible es el ataque, el menosprecio, la
difamación hacia la competencia, porque nadie está dispuesto a dejar perder lo
que tanto esfuerzo le ha supuesto crear, lo que ha sido su medio de vida, el
que era su negocio, el que le producía beneficios, otro aspecto del que igual
merece la pena hablar.