PELIGRO. EXPLOSIVOS

Una calurosa tarde de verano, van dos hombretones caminando por una de nuestras despobladas y calcinadas montañas, cada vez más frecuentes en nuestro país. De pronto, uno de ellos, agobiado por el calor, le dice a su compañero: “¡Oye!. ¡Tengo calor!”. A lo que el otro le responde: “Pues quítate la camiseta”. Sin dudarlo, se libra de esa prenda dejando al descubierto un pecho depilado y unos músculos esculpidos en el gimnasio. Asombrado, su compañero le dice: “Eres pura dinamita”. Prosiguen la marcha y aquel manifiesta que sigue teniendo calor,  a lo que el compañero nuevamente le responde: “Pues quítate los pantalones”. Sin prejuicio alguno, procede al igual que con la camiseta, mostrando unas piernas igualmente depiladas y perfectamente torneadas con horas de entrenamiento. Su amigo nuevamente vuelve a elogiar: “¡Eres pura dinamita!. Continúan su camino y el calor sigue agobiando, hasta el punto que nuevamente animado por el compañero, decide quitarse ya los calzoncillos. Ahora su acompañante vuelve a decir con gran sorpresa: “¡Eres pura dinamita, pero tienes muy poca mecha!”.

Quizá la situación que vivimos en nuestro país es más o menos la misma que la de esta historia. En los medios de comunicación y en las redes sociales se muestra el descontento de los ciudadanos por el estado del país. También en las conversaciones entre amigos se vive la incertidumbre de las medidas de la clase política y sus recortes. En las casas, igualmente existe ese mismo descontento. A menudo, los diálogos de la llamada “clase obrera" se tornan acalorados ante la reducción de dos derechos que tanto se han tardado en conseguir y tan poco en eliminar. Es decir, todo el país parece estar lleno de dinamita.

De vez en cuando, se producen manifestaciones que acaban pronto extinguiéndose como una cerilla ante el viento. Quizá sólo falta que esa llama necesaria para alcanzar la mecha, no se extinga y acabe por prender el fuego que detone los explosivos que hay por doquier. Ya veremos qué pasa en llegar septiembre.