EL JINETE NOCTURNO

No voy a escribir sobre las crónicas de un personaje que por las noches cabalga por las camas de los prostíbulos, porque quizá esto es mejor dejarlo para una novela, sino de otro curioso personaje que antes era un peatón más, que como los héroes de las películas, con una capa, un antifaz o pintorescas vestimentas y con súper poderes procedentes de alguna extraña fuerza cósmica, se dedican a tomarse la justicia por su mano.
Todo empezó la noche del sábado. Había quedado con unos amigos para ir a cenar. Después de pasarse un buen rato duchándose, afeitándose y mientras se miraba delante del espejo pensando que aquella noche iba a triunfar, decidió pasar por casa de su sobrino, con el que igualmente habían quedado para cenar, mientras su mujer también acababa de arreglarse con más tranquilidad.
Dicen que si pisas una mierda estás de suerte y si compras lotería, te toca. Pues caminando por la calle, pisó una muy grande y pastosa, que por cierto esto no era la primera vez que le pasaba, y en realidad, nunca le había tocado la lotería. Ardiendo como un demonio, por el olor y la adherencia digna de los mejores materiales de construcción, prosiguió su marcha tratando de deshacerse de aquella pasta arrastrando el pie por la acera. Pronto se percató que un poco por delante de él caminaba una voluptuosa mujer, de esas que tienen una silueta que te deja boquiabierto, y más ahora en verano. Curiosamente esta mujer también llevaba un gran perro que en aquel mismo instante, estaba dejándose la mierda en la acera y que con total indiferencia, prosiguieron el camino una vez el animal se escurrió los intestinos.
Si hubieran sido otras las circunstancias, omitiendo el delito del animal, dejándose arrastrar por los instintos masculinos, quizá habría soñado con aquellas curvas y mirándola de arriba abajo hasta que los ojos se le fuesen detrás o incluso habría soltado algún piropo. Pero no se sabe cómo, invadido por la acción misteriosa de una energía alienígena, que gobernó su voluntad como si él fuera una marioneta dirigida por este poder que busca justicia en el universo, cogió unas hojas del suelo con las que tomó la mierda, aún caliente y por suerte más dura y con la consistencia necesaria para proceder a meterla dentro del bolso de aquella mujer, que iba descaradamente abierto de par en par, y te hacía preguntarte quien de los dos es el que pedía que le metiesen mano.
En aquel preciso momento, una patrulla de las que llaman al orden y representan la ley, le vio con la mano encarada en el bolso de la mujer. Pensando que se trataba de un vulgar ladrón que acababa de hacerse con el monedero de la chica, procedieron a su inmediata detención. Él en seguida les aclaró que se habían equivocado, haciéndoles saber de la acción que acababa de cometer y de la que ni la mujer ni el perro se habían percatado aún. Cuando ella comprobó el contenido de su bolso, quedó sorprendida y asqueada. Los oficiales tuvieron que meter al perro en el maletero y a ellos dos en los asientos de detrás para dirigirse a comisaría y tratar de resolver el incidente, que seguro daría bastante que hablar entre los agentes.
Estaban cansados de recibir denuncias de gente afectada por las mierdas de perro, pero la ley no decía nada de meter cosas así en los bolsos. Tras realizar las respectivas declaraciones y evitando adentrarse en litigios mayores, finalmente quedaron libres, cada uno con la parte de asco que les tocaba y acordándose de la cara del otro.
Si paseáis vuestro perro y pensáis dejar abandonadas sus mierdas y sois una mujer, quizá hay que comprobar antes que tenéis el bolso cerrado y si sois un hombre, comprobad antes que no llevéis la bragueta abierta, no sea que este jinete nocturno actúe nuevamente buscando la justicia de tantos otros peatones indefensos.