Me casé por el juzgado hace poco más de un año. Recuerdo que desde que iniciamos los trámites hasta que nos pudimos casar, pasó medio año. En uno de tantos trámites, necesitamos que viniera un testigo y se lo pedimos a nuestra cuñada. Fue sometida a una especie de interrogatorio policial en el que casi hizo falta el polígrafo, delante de la mirada inquisidora de la funcionaría que la atendió.
Hace una semana, me tocó a mí hacer de testigo en el juzgado. En este caso era un amigo el que quería casarse, pero se daba el caso de que su pareja era extranjera. Empezaron a preguntarme la dirección exacta de donde vivían; cuánto tiempo hacía que los conocía a cada uno; de que los conocía; en que trabajaban o estudiaban. Y después comenzaron a hacer más preguntas sobre ella: que de qué país venía; cuántos hermanos tenía; cuanto de tiempo estaban viviendo juntos; cómo se habían conocido ellos dos; si yo la conocía a ella antes de iniciar su relación con mi amigo; cuánto tiempo hacía que estaba estudiando en nuestro país; qué carrera estaba estudiando; si había estado casada antes... ¡Y que sé yo!. Somos amigos. Trabajamos, estudiamos... Nos hemos visto alguna vez para ir a cenar o al cine; han venido en casa a comer y poco más, aparte, cuando nos juntamos, no es para hablar de nuestra vida privada o la del otro y quizá hay que ser muy cotilla para hurgar en la vida privada de los demás.
Después a cada uno de los miembros del futuro matrimonio, los sometieron a un nuevo interrogatorio, por separado y en una cámara aparte, sin que pudieran cruzar palabra. En mi caso, no vivimos esta segunda tanda de preguntas, supongo que es porque ella era extranjera, posiblemente tratando de descubrir un posible matrimonio de conveniencia, en el que hasta hace poco podían pagarse importantes sumas para obtener la nacionalidad en nuestro país. ¡Como si tuvieses los mismos derechos que por ejemplo en Suiza!.
Yo conozco a mi amigo y aparte que es demasiado joven para casarse, sé que si ha decidido dar este paso, dure lo que pueda durar cualquier otro matrimonio íntegramente nacional en nuestros días, no es por conveniencia, sino porque la quiere, pero es sólo mi testimonio, como bien podría haberlo preparado cualquier otro conociendo las preguntas que se hacen en estos casos y de las que ya se informa por Internet.
Quizá, a pesar de que pueda ser parte de nuestro oficio, en este caso no dejamos de ser detectives aficionados o no hay los recursos suficientes para hacer investigaciones más serias que un puñado de cuestiones personales que todo el mundo interesado en la materia puede conocer por cualquier medio. ¡Pero en fin!. Son cosas de la administración y la burocracia que a veces hacen que las cosas vayan como van.