AYUDA MUTUA

Hace unos días quedé para tomar café con unas amigas de mi mujer. Una de ellas trabajaba de dependienta en una librería de nuestra ciudad. Otra era peluquera y ellas dos empezaron a hablar sobre sí habían notado la crisis en sus respectivos oficios. La peluquera dijo que la gente alargaba un poco más el corte de los cabellos o el tinte, pero continuaba teniendo las mismas clientas y más o menos el negocio se mantenía bien. Añadía que la gente necesita sentirse bien y cuidar la propia imagen personal, nos ayuda, y más ante la situación actual.
Por otro lado, la librera dijo que ellos continuaban abriendo del lunes a domingo y tampoco habían notado demasiado la crisis, a pesar de que quizá había que esperarse para cerrar el ejercicio anual y verificarlo. Después continuó diciendo que esperaba que “la cosa” se arreglara a lo largo de este el año nuevo, pero para lo cual, había que librarnos del miedo y ayudarnos entre todos, porque si ante un futuro incierto, la gente no compra, no va al bar, a comprar el periódico, ropa o unos zapatos, etc. aún se extiende más y se agrava la crisis. Decía que a pesar de que fuera un poco cada uno, debíamos mover el dinero y así, entre todos, ir ayudando para salir de la crisis, pero está claro: los consumidores debíamos vencer el miedo y los empresarios, que tienen mayor poder sobre la economía y los puestos de trabajo, también.
Finalmente, otra de las amigas, que esta era una modesta funcionaria y que sin duda era de las que menos había notado la crisis, dijo lo mismo que yo creo: que quizá nos habíamos acostumbrado a vivir muy por encima de nuestras posibilidades con los créditos fáciles, el consumismo desmesurado y las hipotecas desorbitadas, para la gente que al fin y al cabo no dejamos de ser trabajadores. Cuando todo esto se ha desbordado, ha venido el caos: nos ha arrastrado la crisis y como somos los que estamos más abajo de la cadena jerárquica, somos también los que más sufrimos sus consecuencias. Así debemos asumir nuestro lugar en esta sociedad y no querer aparentar lo que en realidad no somos, gastando así lo necesario, lo que nos pueda permitir el bolsillo y no ir tirando más y más de tarjeta de crédito y préstamos desmesurados para una economía obrera, pero que al fin y al cabo, es la rotación de esta pequeña economía de los trabajadores, que debe ser real, no ficticia, la que más va haciendo rodar el dinero del mercado, porque toda unida representa la economía global de un país que entre cuatro adinerados no serán capaces de mover (estas últimas 49 palabras me han surgido de manera espontánea mientras escribía, pero las deje aquí por sí contienen algún mensaje de cordura).