¿NADIE SE MUERE DE HAMBRE EN ESTE PAÍS?

Estamos en crisis: no hay trabajo y mucha gente agota las prestaciones por desempleo; han cerrado muchas empresas; hay recortes por todas partes; suben los impuestos; bajan o se congelan los salarios… ¡Ya lo sabemos!
No podíamos imaginar nada peor, pero esto conlleva importantes consecuencias entre la población: crece el número de personas al margen de la pobreza; desciende el nivel adquisitivo de las personas y por tanto el acceso a la educación, a la sanidad, a la salubridad alimentaria y del hogar; dejamos de poder permitirnos pequeños extras o caprichos como ir desayunar al bar, renovar el móvil, comprar juguetes a los hijos; estiramos la duración del calzado; no renovamos vestuario…
Pero aún dicen que no estamos tan mal, que aquí nadie se muere de hambre, como si fuese esta la única necesidad de las personas de una sociedad supuestamente desarrollada como la nuestra.
No sé hasta qué punto confiar en la veracidad de esta afirmación, y eso que he estado mucho tiempo colaborando con algunas ONGs en programas de banco de alimentos. Quizá no lleguemos aún a la situación que desde hace años azota a los países del llamado tercer mundo. Aquí, en nuestro país, he visto de todo, pero sigo viendo cada vez a más personas buscando entre la basura de un contenedor. Sí, algunos de ellos buscan objetos que tal vez puedan intercambiar por dinero, pero en esta última semana pude ver a una persona rescatando mendrugos de pan duro de un contenedor de basura. Esto me dice que realmente hay personas que están pasando verdadera hambre.
Es cierto que antes de llegar a la muerte por inanición, exprimidas las vías asistenciales, una persona puede ser capaz de robar o buscar en un contenedor, pero esas entidades que practican un asistencialismo caritativo que cubre algunas necesidades básicas de personas llamadas desfavorecidas o vulnerables, también están sufriendo los recortes, precisamente en una época en la que existe mucha más demanda de sus servicios. Por tanto, esto provoca que no puedan dar cobertura a muchas personas o que las que atienden, vean mermadas las ayudas que reciben.
Así, es lógico ver que cada vez más personas se vean obligadas al hurto o la búsqueda entre la basura para poder subsistir. Y esto nunca es tarea fácil. Se ha de vencer el amor propio, el orgullo, el sentido de la humillación, la vergüenza, la moralidad. De este modo, los que no se atreven a robar, son los que se ven forzadas a recurrir a la basura. Esto es mucho más que una situación lamentable, pero que no se tomen medidas al respecto por parte de los dirigentes de un país, que prefieren mirar a otro lado, aún es mucho más deplorable.
Fotografía de Majo Revert, de su blog "Viajar con el Alma"