EL ORO DE LOS POBRES

Vivimos en un mundo gobernado por el dinero, no por las personas que lo inventaron, que hoy son sus títeres. Así, esta creación ha comprado a las personas, apoderándose de ellas, envenenándolas con la avaricia: una persona con dinero, siempre tendrá poco, nunca tendrá suficiente, siempre querrá más, y más, y más, y más, incluso a costa de los otros, explotándolos, dominándolos, haciendo que pasen sufrimientos y miserias, parece que sin que esto les manche mínimamente la conciencia. Pero además, el dinero también es el origen de los casos de corrupción, del tráfico de influencias, que van desbaratando más esta maltrecha sociedad avariciosa.

Los que no tienen tanta fortuna económica, dicen que el dinero no da la felicidad, pero siempre acaban añadiendo que ayuda. Así, obtener dinero es el fin de todo el mundo. Unos trabajan por dinero, otros esperan que les toque la lotería; también hay quien engaña a la gente para sacarle el dinero, o quien directamente hurta dinero o lo que sea para venderlo y sacar dinero, como es el caso de los robos de los cables del alumbrado urbano. Sin ir más lejos, el otro día, de camino de casa cuando volvía de trabajar, me encontré a dos mujeres gritando a dos jóvenes, que parecían huir saltando entre los muros, escaleras y bancales. Eran poco más de las tres del mediodía. Al pasar por el lado de aquellas mujeres, mostraban gran indignación porque parece que los dos jóvenes habían estado sacando los cables de una farola, situada en el acceso ante un centro educativo. ¡A plena luz del día! ¡Dos jóvenes, en edad de estudiar o trabajar!

El cobre parece que está de moda, que se cotiza bien. Así, los que no tienen oro o les resulta más difícil alcanzarlo, buscan cobre, que es mucho más fácil de obtener: las ciudades están llenas. Una farola por aquí, otra por allá, un parque... Son objetivos sumamente fáciles, pero antes, estas cosas parece que se hacían de noche; ahora ya ni tan siquiera importa. No hace falta hacer turnos nocturnos si de día se ve mejor.

A este paso, entre la crisis y las ciudades asaltadas por los ladrones del cobre y otra clase de vandalismo, como pintadas y otros daños en el mobiliario urbano, pronto parece que nuestras ciudades acabarán pareciendo esas urbes futuristas que vaticinaban las películas del cine, donde se mostraba una sociedad decadente y miserable. No hace falta una guerra. Nosotros mismos iremos conduciéndonos hacia aquí.

Como el petróleo, que parece que vamos tocando fondo, el cobre también se acabará. ¿Qué será lo siguiente?

--   Daniel Balaguer  http://www.danielbalaguer.es  https://sites.google.com/site/danielbalaguer