EL ARTE DE BUSCAR ROBELLONES

Hace semanas que las montañas están llenas de gente buscando robellones. Unos, veteranos, otros, aprendices y quizá muchos, buscando llenar el tiempo libre al que les obliga el paro o la jubilación.  Hay gente que sabe donde buscarlos, o mejor dicho, donde encontrarlos, porque gente que busca, hay mucha, pero gente que encuentra, quizá no tanta. Y estos nunca dicen donde se pueden encontrar, guardando la ubicación del preciado rodal como un tesoro. Así, también hay quien remueve todos los matorrales o a quien sólo le queda girar la montaña hacia abajo y sacudirla bien para sacarle cualquier cosa. Pero igualmente, hay quien observa pacientemente los pequeños montículos que van levantando los robellones al emerger de la tierra, escarbando sólo en el lugar exacto. También hay quien sabe contar los días desde las lluvias de finales del verano, y hay quien se guía cuando ve la gente venir con las cestas llenas. Hay quien conoce las especies de hongos comestibles y otros que sólo conocen el robellón.  Hay quien sólo en busca por las cercanías, pero también hay quien hace muchos y muchos kilómetros para encontrar. También hay quien invierte muchas horas, caminando de aquí hacia allá con la vista clavada al suelo. Y hay quien da unos pasos y pronto se desmotiva cuando no encuentra nada. Y después de todo, hay quien sabe que no encuentra por circunstancias concretas y hay quien le tira la culpa al mal tiempo o a la cantidad de gente que ha pasado delante de él.

Quizá buscar trabajo se parece a buscar robellones: hay muchos que dicen buscar y son pocos los que encuentran. Así, hay quien invierte jornadas enteras con estos menesteres, y hay que enviando cuatro currículos ya piensan que lo tienen todo hecho.  Hay quien se mueve sin importarle las distancias y hay quien no se mueve de las cercanías. Hay quien enseguida se desmotiva cuando ve que no encuentra nada, y quizá algunos aún continúan buscando y buscando. Quizá todo el mundo espera encontrar trabajo de lo que conoce, de lo que ha hecho siempre, pero quizá son menos los están dispuestos a cambiar de oficio y se abren a otras posibilidades. Igualmente creo que son pocos los que observan las tendencias del mercado o las necesidades de las personas para ofrecerlos un determinado servicio. Y otra cosa quizá cierta, es que nadie nos dirá donde o cómo encontrar.

Sabemos que corren tiempos difíciles, que por mucho que busquemos, realmente no hay trabajo porque la economía está en paro, pero aquí está la tierra, que aún nos da de comer; que tiene muchos campos yermos, con árboles abandonados; que igualmente está dando de comer a los animales. Quien sabe: quizá es momento de volver a los pueblos que abandonaron nuestras generaciones anteriores, entonces en busca de más comodidades, ahora, en busca de comida.

--   Daniel Balaguer    http://www.danielbalaguer.es    https://sites.google.com/site/danielbalaguer