Pasadas ya las elecciones y la crisis del pepino, que al parecer ahora ha apuntado hacia la soja, curiosamente en nuestra población nos hemos librado, porque también cultivamos pepinos, pero al revés del mundo.
Así la política, arte comparado con el cultivo del pepino, resulta un tanto curiosa en nuestra ciudad, puesto que en cierta medida, igualmente parece desarrollarse un tanto al revés del mundo, o al menos, contraria a la que gobierna nuestro país. Al parecer siempre nos quedamos con la oposición respecto al gobierno central. Ahora que las estadísticas van dando como vencedor de las próximas elecciones a un partido, nosotros también continuamos quedándonos con el de la oposición, que era el que gobernaba antes cuando nosotros igualmente habíamos elegido el “contra-partido”.
¿Qué tendrá nuestra ciudad para que se produzca este fenómeno?. Seguro que no hay nada tan extraño si se compara con el gobierno autonómico, que tras haber salido a la luz numerosas controversias oscuras del que nuevamente es nuestro representante, salga electo otra vez más y encima aún tenga la desfachatez de ir a celebrarlo con un banquete por todo lo alto. Es otra bofetada más para los contribuyentes, cuyo malestar parece que nunca acaban de escuchar los dirigentes ni tras las manifestaciones en las plazas.
Es en estas situaciones cuando uno se pregunta porqué una vez más es esa buena gente la que se intoxica supuestamente al comer un pepino y nunca se lo comen quienes tendrían que habérselo comido y experimentado algo más que una simple indigestión acompañada de unas diarreas mortales.
La explicación quizá podamos encontrarla en que lo malo, se dosifica en las vidas de las personas y todos acabamos por experimentar o representar ese lado malo. Así hay quien se conforma con poco y es feliz con lo que tiene y con su trabajo y el día menos pensado, se muere de un accidente o una indigestión. Es la parte mala de su vida feliz. Con un atrevimiento quizá digno de excomunión, me atrevo a anotar que así también hay gente con un físico tan poco agraciado y saludable, y seguramente con la vida sexual de una lechuga, que el pobre no tiene otra cosa mejor que hacer para darle sentido a su vida que llenarse los bolsillos de poder y dinero, llevándole a cometer abusos de poder, malversación de fondos públicos o quién sabe qué otras artimañas que le libran de la indigestión para darle sentido al refrán que dice “mala hierba nunca muere”. Quizá esta es la parte buena de una mala vida y que los demás hemos de conocer para ver que el mundo es un lugar lleno de injusticias, con muchas cosas buenas, pero también con otras tantas malas.