La semana pasada se me rompió la lavadora. Es una máquina que ya lleva unos 11 años de servicio y que incluso ha sobrevivido a un alquiler. Últimamente hacía un ruido extraño hasta que el tambor se quedó bloqueado y ya no rodaba. La cosa no pintaba bien y ahora no puedo permitirme comprar una lavadora nueva, a pesar de que pudiese pagarla cómodamente a plazos con la tarjeta.
De pequeño recuerdo a mi padre arreglando la lavadora de casa más de una vez. Generalmente se trataba de los rodamientos. Así, habiendo heredado con orgullo muchas de sus habilidades, me decidí a desmontarla. Efectivamente se trataba de uno de los rodamientos, pero del motor. Así que debí desmontar un motor que me sorprendió ver que era de fabricación española, pero sacar los rodamientos me resultó imposible. Estaba hecho para que no fuera desmontado.
Sin dudarlo, fui a ver a mi padre, que donde trabaja seguro que lo podríamos desmontar. Hacía años que no visitaba aquel taller en el que trabajé cerca de siete años. Finalmente lo conseguimos, pero el eje estaba un poco estropeado. Él le pegó unos puntos de soldadura y después lo pasó por el torno. Se quedó como nuevo y el rodamiento nuevo encajó a la perfección. Así, entre desmontar, arreglar y montar, tardé casi dos horas, pero ahora la lavadora va como nueva, sin ningún ruido y posiblemente pueda esperar que vengan tiempo mejores para jubilarse y ser sustituida por una máquina que seguro ya no vivirá lo mismo.
Resulta curioso que nosotros cada vez tengamos mayor higiene, alimentación, salud y calidad de vida que nos permite vivir más, pero en cambio, los aparatos que hacemos cada vez duran menos. Así fabricamos cosas sólo para vender más y más, hasta el punto que resulta más caro comprar un recambio que el aparato nuevo, que pronto queda obsoleto por otro supuestamente mejor. Ahora cada año podemos cambiar de móvil o cada dos años, aguantándolo mucho, cambiar de ordenador o de consola de videojuegos, porque han quedado obsoletos o el nuevo es más rápido o nuestro ordenador ya no es compatible con el nuevo “software”. La ropa también dura sólo una temporada, porque pasa de moda, pierde color, se deshilacha o se hace llena de bolas. Ya no le pasamos la ropa del hermano mayor al hermano pequeño o los libros de la escuela, tampoco aprovechan para el hermano porque los han cambiado, e incluso cada uno tiene su propia habitación.
Somos esclavos del consumo, pero vivimos dentro de un modelo de consumo que en realidad es insostenible, agotando los recursos naturales y creando gran cantidad de desperdicios, muchos de ellos difíciles de reciclar, mientras hay países donde la gente ni tan siquiera tiene lavadora, televisor o coche. Pero además de todo, es un modelo de consumo que a veces nos obliga a vivir por encima de nuestras posibilidades, no sólo económicas, sino también como habitantes de un planeta superpoblado, haciéndonos comprar un día detrás de otro; haciéndonos creer que también seremos más felices o tendremos mayor prestigio si tenemos este televisor o el otro coche.
Y ahora que vivimos una de las mayores crisis de la historia, nos preguntamos porque o cuánto nos durará. Lo cierto es que la cosa no pinta nada bien y otra cosa también es cierta y es que si no aprendemos estas y otras muchas cosas a base de la lógica o la razón, acabaremos aprendiendo, pero a base de coscorrones, que seguro que nos llevarán a una situación aún más grave que la que estamos viviendo actualmente.