PABLITO Y EL SEXO

Hace mucho, mucho tiempo, un niño jugaba feliz en el parque, aunque esta vez estaba solo, porque a su mejor amigo, lo habían castigado y su otro amigo, se fue con su madre a comprarse unas zapatillas.

Al poco rato se le acercó un desconocido. Era un hombre bastante mayor; este le saludó y fue a sentarse en un banco que había delante de él. Pablo, o “Pablito”, que es así como lo llamaban sus padres y sus amigos, mostró indiferencia, porque siempre le habían dicho que no hablase con extraños. Pero aquel hombre no se dio por vencido y le dijo que era de muy mala educación no devolver el saludo, así que Pablito le saludó. “Así está mucho mejor”, le dijo aquel personaje sonriendo; “ven y toma un caramelo”, continuó diciendo. Inocentemente, el niño acudió a por aquella golosina. “Hoy hace un día maravilloso, ¿verdad?; puedes sentarte que no te voy a morder” le dijo de nuevo aquel hombre sonriendo; pero el pequeño, guardando las distancias, se volvió para recoger sus juguetes. Si hubiesen estado sus amigos, seguro que se habría envalentonado para decirle al hombre que su madre no le dejaba hablar con desconocidos.

Acababa de recoger el tractor, la pala, el rastrillo y el cubo cuando se dio la vuelta para mirar por última vez a aquel desconocido. Y allí estaba él, sentado en el banco haciendo algo con sus pantalones.

“Se había bajado la cremallera y se estaba tocando el pito”, le dijo a su mejor amigo dos días después entre risas. No le dieron importancia al asunto, porque su ignorancia en tema sexual mantenía intacta aquella inocencia suya y todo quedó como un acto de locura. Tampoco hablaron con nadie sobre el asunto, porque eso “eran guarrerías” según decían los mayores.

Tiempo más tarde, en los bancales de una masía abandonada, en los que estaban jugando Pablito y sus amigos, apareció de nuevo un hombre que decía ser mago.

Aunque las imágenes están difusas y sus palabras se borraron por completo de mi memoria, puedo anotar que tal hombre, acabó masturbándose a tres metros de aquellos niños, entre los que estaba yo y Pablito, sentados como si ante un espectáculo de magia se tratase, con los ojos fijos en el escenario para no perder detalle y poder delatar al mago y sus falsos trucos.

Cuando acabó el que decía ser su primer truco de magia, dijo que necesitaba un papel para su segundo truco y se fue a buscarlo. Ya no apareció. Al poco rato, aparecieron dos chavales que eran unos años mayores que nosotros, a los que les explicamos lo sucedido. “Eso nosotros también podemos hacerlo, pero vosotros sois demasiado pequeños aún” dijeron antes de marcharse.

Yo no supe hasta dónde podía alcanzar la magnitud de los hechos que acontecieron en el parque o detrás de la masía con aquellos hombres hasta años más tarde. Pero las picaduras que en aquel momento pasaron desapercibidas para mi edad, me dejaron un veneno en la sangre que perdura años después en mi mente.

Por circunstancias de la vida, las actividades con niños son una constante que me recuerdan muchas veces aquellas escenas, de las que los medios de comunicación nos destapan casos peores, y pienso que yo tuve suerte y no me causaron mayores traumas que clasificar la sexualidad como algo sucio o prohibido. ¡Menos mal que mi mujer me hizo cambiar de idea y descubrir su lado bonito!. Por suerte, los niños de nuestros días son más despiertos y poseen mayor información sobre estos temas, aunque ojalá nunca perdiesen esa inocencia que les hace tan especiales.

Se dice que los maltratados acaban convirtiéndose en maltratadores, así que yo quizá también podría haberme convertido en otro hombre más que como ellos, pierden la cabeza y ahogando la moral, alimentan sus fantasías sexuales con los perfiles de la inocencia que se dibujan en los rostros de los niños o de cualquier otra manera menos decorosa.

Resulta curioso ver que es siempre el hombre el verdadero protagonista en los casos de violaciones, pederastia, prostitución, malos tratos, drogadicción… Es algo que también me avergüenza como varón y me lleva a preguntarme porqué, ¡Con la de mujeres que hay y lo maravillosa que puede ser vivir la sexualidad en su compañía, en condiciones de igualdad y de manera responsable!. Unos responden que es cosa del mal, que anda suelto por la faz de la tierra, pero lo cierto es que aún no he hallado una clara respuesta que me satisfaga y me permita entender el porqué de tales acciones humanas.

Pablo