NIDO DE BUITRES

Había una mujer viuda y que no podía tener hijos, que se volvió a casar con un hombre que también era viudo y tenía un hijo. Así volvieron a formar una buena familia, a pesar de que corrían tiempo difíciles y aquella mujer también debía trabajar muchísimo para pagar la casa que se habían comprado, porque su marido también estaba delicado y las pensiones aún no habían sido inventadas. El hijo creció y también se casó. De aquella nueva familia nació una hija, que también creció.
No se saben los motivos por los que la vida da más garrotazos a unas personas que a otras, incluso siendo buenas personas, así que la vida hizo que aquella mujer volviese a enviudar. Sola en su casa, con el dolor y la nostalgia por esta otra pérdida, enfermó. Detrás de la operación, el mismo día en que le dieron el alta del hospital, le esperaban su nieta y su nuera exigiendo la herencia que correspondía a su hijastro. Aquella mujer debió pagarle la mitad de lo que valía su casa, solo por el hecho de haber compartido algunos años de su vida con un hombre que tenía un hijo. Este hijo callaba ante de las exigencias de su mujer y la hija, porque no tenía valor de decirles nada o porque también se beneficiaba.
Acabando de salir del banco, la mujer viuda le decía a su hijastro que no había derecho por cuanto le habían hecho, y les hizo la cruz a aquellas dos mujeres, por mucho que el hijo ahora abriese la boca para decirle que debía olvidarlo todo, que no eran tan malas personas.
La mujer viuda tiene muchos, muchos años, pero conserva una lucidez como pocos, y también una fuerza con la que va al mercado para comprar las pesadas botellas que el hijastro se bebe cada día, antes o después de salir de los bares. Ahora la visita cada día, y más desde que murió una sobrina a la que la mujer viuda cuidó como una hija y con la que había obtenido el apoyo y las satisfacciones que no había tenido nunca por otra lado. Él continúa casado con la misma mujer, a la que quizá ve algún día a la hora de comer, porque ella siempre se va con las amigas y así el hombre pasa muchos días solo. Seguro que duermen en camas separadas y también está esperando la otra parte de la herencia, con la que heredaría una vez y media más de lo que en realidad podría haber heredado.
Ciertamente viendo situaciones como estas podemos ir haciéndonos una idea del mundo en que vivimos y el panorama que nos espera. Y siendo que la cosa no mejora, dado que cada uno vive mirándose su propio ombligo, lo más lógico es pensar que este mundo vaya a peor. Así que quizá hay que hacerse el haraquiri antes de que los intereses o caprichos ajenos predominen sobre los nuestros y consecuentemente nos salpiquen y nos hagan más daño.