CON UNA MANO DELANTE Y OTRA DETRÁS

Es un buen muchacho. Es una persona trabajadora y con nobleza. Estaba casado con una mujer que no trabajaba y a la que él le proporcionaba todas las comodidades haciendo entrar en casa todo el dinero que podía, que es lo que en realidad demandaba de su marido. Él trabajaba en una fábrica de calzado y también haciendo horas en la hostelería. Ella, además de tocarse la tripa, presumía delante de las amigas de aquel nuevo bolso, de las gafas de diseño, de aquellas vacaciones en un crucero, de su manicura,... Después tuvieron dos hijos: una chica que ahora es adolescente y un chico que aún está recurriendo la infancia.
Cuando el marido llegaba en casa después de trabajar, quería la casa limpia y la comida en la mesa. No siempre lo encontraba hecho. Eso le enrabiaba y reprendía a la mujer por su dejadez, pero ella aún le ponía los hijos en contra para defenderse de su escasa dedicación a la familia.
No hubieron excusas cuando su mujer conoció a otro hombre, un vividor que tenía a la mujer hospitalizada y con un estado de gravedad crónica y de la que cobraba una pensión. En el pueblo era un conocido holgazán. Pronto se fueron a vivir juntos. La gente se hacía cruces ante aquel cambio.
A él no se le ocurrió otra cosa que refugiarse en el alcohol y sacar de dentro todo el rencor que pudiese guardarle a su mujer. Y así, adentrándose poco a poco en el mundo de la desesperación, fue juzgado y alejado de su mujer, debiendo pasarle una pensión para mantener sus hijos. El pequeño se fue con la madre, porque aún no se percataba de todo i lo podrían reconducir. La hija adolescente se fue con un tío. No obstante, su mujer se llevaba toda la pensión que exigía puntualmente.
Él después se quedó sin trabajo y empezó a tocar fondo cuando se refugió en un piso de alquiler, del que ya no salió por su propio pie. Los bomberos le sacaron alertados por la vecina que quería cobrar el alquiler y no observaba ningún movimiento, alegando que tampoco lo había visto muy bien de salud tiempo atrás. Cuando esperaban encontrarlo muerto, lo encontraran aún con vida, pero en estado catatónico, esperando pacientemente la muerte, abandonada ya toda ilusión y deseo de vivir.
Se recuperó, a pesar de que le quedaron extrañas secuelas en la vista. Intentó rehacer una nueva vida en otro lugar, pero le tiraban los hijos y sólo pudo ver su hija de vez en cuando. Todos le recomendaran que no volviese al pueblo, que rehiciese su vida lejos del pasado, alegando que el trabajo también estaba mal.
Ahora vive en una rutina intentando subsistir y encontrándole poco sentido a la vida, porque el trabajo también está mal. Está lejos de todo, y a veces no puede comer mas que pan, dado que los ingresos son escasos y debe pagar una manutención y un alquiler. No sabe cómo enfrentar el futuro ni tampoco buscar el apoyo que necesitaría, sólo vive como también lo puedan hacer las plantas, esperando alguna gota de agua, una brisa...
Así, viendo el desamor y una muestra de algunos de los problemas cotidianos de bastantes personas, quizá hay que plantearse si vamos a dejar que la situación vaya a peor en la sociedad actual, dejándonos arrastrar por las corrientes, las modas, la falta de responsabilidades, la dejadez, los bienes materiales, el abandono… o quizá empezar a hacer un nuevo cambio en nuestras relaciones con las personas con quien compartimos determinados tramos del camino de la vida.