UNA QUEJA

A menudo oigo la gente quejarse: si está calvo, si tiene demasiado pelo, si tiene trabajo, si no tiene trabajo, si tiene los cabellos rizados o si los tiene demasiado lisos; si está casado o si no tiene pareja; si está solo, o si un pesado quiere que le acompañe a algún sitio; si tiene hijos chicos o si son chicas; se queja también del tiempo, de los políticos, de los vecinos, de la programación televisiva, de los anuncios, de la manera de pitar el árbitro o del entrenador de su equipo de fútbol favorito... Así, sea como sea, parece que todos nos quejamos de todo. ¿A qué se puede deber tanta insatisfacción? Se dice también que debemos aprender a ser optimistas, pero la mayoría parece que ve más fácilmente el lado oscuro de las cosas. ¿Porque vemos siempre la parte más miserable de las cosas y somos más proclives al pesimismo y la queja?

Quizá todo se deba que nos han educado más así y tenemos esta actitud aprendida, y por tanto, una oscura manera de ver la vida programada en nuestro subconsciente. Pero por otro lado, lo curioso es que cuando nos quejamos de los otros, siempre lo hacemos a sus espaldas: tampoco hemos aprendido o nos han enseñado a decir las cosas a la cara, sin ofender, buscando las soluciones para llevar a cabo la mejor convivencia. También a menudo nos gusta quejarnos, pero cuando alguien se queja de nosotros, eso no nos gusta tanto. Parece que nos ofende.

Entonces, esto nos permite ver la compleja dimensión de las relaciones humanas, que como seres dotados de inteligencia, en lugar de buscar soluciones, una vez tras otra nos enfrascamos creando problemas y más problemas de diversa índole, que a menudo nos cargamos en la mochila negra, quizá buscando utilizar posteriormente nuestra inteligencia para tratar de solucionarlos. No es por nada, pero parece un derroche de energía. ¿Acaso no tenemos nada mejor que hacer?

Quizá el primer paso para corregir esta manera de ver las cosas y de actuar, es percatándonos de estas actitudes arraigadas en nuestra manera de ser y ver que también nos rodean en el grupo de personas entre las que nos movemos. Una vez detectadas, el siguiente paso consistirá en hacer el esfuerzo necesario para liberarse de ellas y corregirlo, aprendiendo a ser más positivos. Por supuesto que no debe ser nada fácil encontrar el lado positivo de una tragedia. No hay optimismo que valga, pero seguro que con el tiempo, la práctica y las últimas vivencias, si no nos dejamos arrastrar ni alimentamos el negativismo, veremos como surgen nuevas oportunidades que aportarán luz y color a nuestras vidas.

--   Daniel Balaguer  http://www.danielbalaguer.es  https://sites.google.com/site/danielbalaguer