AFÁN DE LUCRO (2)

Vivimos en un mundo dominado por la economía, donde el dinero es el único valor y meta posible: todo tiene un precio, se mide por él y se desea o aspira a tenerlo, sin marcar tope alguno. La riqueza económica parece imparable y nunca se gana suficiente dinero. Así el dinero es nuestra torre de Babel con la que aspiramos lograr el imaginario tope del cielo, tope que a su vez siempre nos resulta inalcanzable y hace que quien lo maneja pretenda llegar más y más alto, queriendo más dinero, provocando alguna discordia por el camino.
Supongamos que una empresa produce tractores para la agricultura. El precio de un tractor pongamos que tiene un coste de fabricación de 50.000 monedas, coste con el que se pagan proporcionalmente por cada tractor nóminas de trabajadores, electricidad consumida en el proceso de fabricación, materias primas utilizadas, parte proporcional de los gastos ocasionados por la adquisición de las instalaciones, impuestos… A este coste, se le incrementa una cantidad que persigue ya un beneficio del empresario por la producción de ese tractor. Pongamos que se le cargan otras 20.000 monedas, alcanzando un precio de venta de 70.000 monedas. Aquí cabría reseñar que con una parte del beneficio del empresario, este puede invertir creando más fábricas y en la mejora del producto futuro, etc. pero la otra parte va a ir a sus propias arcas.
¿Pero qué pasa a continuación? Normalmente el productor no vende directamente el tractor, sino que utiliza concesionarios que hacen de intermediarios entre los compradores finales de ese tractor. Esos concesionarios también han de mantenerse. Han de pagar nóminas, publicidad, instalaciones, impuestos… Con lo cual vender cada tractor pongamos que les ocasiona un gasto de 5.000 monedas más. Además de eso, también quieren obtener un beneficio, con lo que incrementan el precio pongamos que en otras 5.000 monedas más. De este modo tenemos que el tractor tiene un precio de venta al público de 80.000 monedas.
Obviamente el agricultor no dispondrá de esta cantidad de monedas con las que asumir el coste del tractor. Por ello acudirá a un banco para hacer un préstamo. Siguiendo con la misma mecánica anterior, el banco ha de pagar a sus empleados, instalaciones, impuestos… con lo cual pongamos que por la concesión de ese crédito ha de cargar otras 5.000 monedas. Pero por supuesto que el banco también querrá obtener beneficio con la operación, con lo cual le cargará al agricultor un interés de otras 40.000 monedas, más un seguro adicional con el que cubrir su impago en caso de muerte del agricultor. Así el agricultor finalmente acabará pagando 125.000 monedas por el tractor, más la prima del seguro. Esto es más del doble de lo que vale el propio tractor.
Ese agricultor ha de cubrir el coste del tractor, su mantenimiento, el combustible necesario… y además a de comprar las semillas para cultivarlas, el agua para su riego, los abonos, su vivienda, su coche, su propia comida, la luz que consume en casa, el teléfono, etc. Todas esas otras empresas que suministran todo lo necesario para el cultivo y la vida del agricultor, igualmente habrán ido incrementando sus costes por el camino: materias primas, elaboración, transportes, gestión, nóminas, impuestos… a lo que cargarán otros deseos de beneficio que incrementarán notablemente lo que paga el agricultor para poder seguir adelante en su oficio y su vida.
Pongamos ahora que para cubrir todos esos gastos que tiene el agricultor, su producto, en este caso la unidad de manzanas, que tiene la suerte de producir muchísimas, tantas que puede asumir los costes que ha pagado y el afán de lucro de cada una de las partes implicadas en el proceso, y que además todas las condiciones ambientales han sido favorables, sale a un precio de 10 céntimos. Pongamos que ahora ese agricultor también quiere cargar un pequeño beneficio con el que hacer frente por ejemplo a los estudios de sus hijos, con lo que se lleva un beneficio de 1 céntimo por cada caja de 10 kilos de manzanas.
Claro está que el agricultor no suele vender directamente el producto porque ya ha tenido bastante trabajo con el suyo y no puede dedicarse a atender a un mercado tan amplio. Aquí el agricultor contacta con la cooperativa. Esta igualmente ha de pagar las instalaciones, nóminas, transporte, luz, cadena de envasado, impuestos… Con lo que el precio de la manzana alcanza los 11 céntimos, más otro incremento por deseos de beneficio de 1 céntimo adicional, alcanzando sí el precio de 12 céntimos por manzana.
A la cooperativa le compran diferentes distribuidores que igualmente han de pagar sus nóminas, transportes, publicidad… que incrementan el precio de la manzana en otros 2 céntimos más el beneficio que esperan obtener, que asciende a 10 céntimos, alcanzando de este modo el precio de 24 céntimos. El supermercado o tienda ha de asumir ese precio de la manzana y cubrir el coste de sus empleados, instalaciones, cámaras frigoríficas, luz… con lo cual incrementa el precio de la manzana en otros 3 céntimos más 10 de beneficio que esperan obtener con su venta. 
De este modo, el consumidor final, una persona como tú o como yo pagará 37 céntimos por una manzana, más del triple de lo que realmente cuesta, más otros dos por la bolsa con la que se las llevará a casa.
Tenemos que hemos pagado por la manzana más del triple de lo que cuesta su producción y por el camino muchas de las empresas que han permitido que podamos disfrutar de una manzana se han llevado beneficio de ello.
Pero claro está. Nunca se gana suficiente. Esas empresas no conformes con ello, buscan abaratar sus propios costes para conseguir mayor beneficio, con lo que han decidido que el precio de la manzana en origen ha de ser de 7 céntimos, con lo que el agricultor empezará a tener pérdidas o tendrá que producir más barato con la compra de una materia prima más barata o de menor calidad. Si no puede con ello, las manzanas se importarán de otros países en los que salen más baratas porque allí el coste de la vida es menor. También abaratarán las nóminas que pagan a sus empleados y tratarán de evadir unos impuestos, que el gobierno acabará incrementando por otro lado para poder mantener a todos los políticos. El consumidor ahora pagará 50 céntimos por la manzana, porque con eso de la crisis, “TODO” está más caro.
¿Y si ahora trasladamos este esquema a nivel global con todo aquello que producimos? Desde la obtención más básica, como el hierro con el que se va fabricar el tractor. Y no sólo un tractor: móviles, coches, combustibles, ladrillos, casas, muebles…
¿Nos parece un modelo sostenible? Todo afán de lucro o deseo de dominar a los otros es un modelo sumamente caro, que atenta contra los demás y contra los recursos naturales del propio planeta. ¿Nos beneficia a todos? ¿Vamos a permitir que se perpetúe?