"Las personas tienden más a la estabilidad que al cambio", dijo a su clase aquel conocido psicoterapeuta al que tuve la oportunidad de conocer. Es decir, somos perezosos, nos acomodamos, no nos gusta cambiar, y menos el esfuerzo que supone tener que adaptarnos.
Durante millones de años de evolución en la tierra, las diferentes especies han debido adaptarse a un mundo lleno de cambios. Esta capacidad de adaptación, es la que les ha permitido sobrevivir. Así, las especies que no han sabido adaptarse, han quedado extinguidas. Pero ahora llegamos a nuestro tiempo, con la especie humana, y quizá una cosa es haber evolucionado físicamente, pero otra muy diferente la capacidad de adaptación de nuestra mente, que a pesar de que es la más plástica y evolucionada de todas las especies del planeta, parece resultar sumamente perezosa delante de los cambios, quizá bajo la fatiga de un cuerpo que ha ido evolucionando hasta llegar a lo que somos, dejándonos esta huella en los nuestros genes.
Así, nos resulta más cómodo darle nuestro voto a un partido político que involucrarse en la mejora de nuestra sociedad; es más cómodo coger el coche, el ascensor o las escaleras mecánicas que tener que caminar; es más cómodo comprar una planta crecida que guardar la semilla y plantarla; es más cómodo comprar la comida preparada que cocinar; es igualmente más cómodo ver las noticias o oír la radio que leer un periódico, o ver una película que leer el libro; también es más cómodo poner al niño delante del televisor que dedicarle tiempo, o comprarle cualquier cosa antes de que darle afecto; igualmente es más cómodo coger un traductor electrónico que aprender un idioma, o guardar un número en el teléfono antes de que memorizarlo en nuestra mente; es más cómodo quejarse de los políticos y la crisis en las redes sociales que implicarse en las acciones para mejorar nuestro entorno; es más cómodo dar limosna que participar como voluntario en una ONG; es más cómodo hablar que escuchar, u oír que comprender; es más cómodo tomar alguna píldora para adelgazar, que pasar horas haciendo deporte en un gimnasio; es más cómodo tirar un envoltorio donde nos viee que buscar una papelera; incluso es más cómodo convivir con una pareja entre la que ya no hay afecto que hacer una nueva vida con otra pareja...
Y así, una cosa tras otra, vamos confirmando lo que dijo el psicoterapeuta: que no nos gusta cambiar. Ahora tenemos formadas nuestras creencias, nuestra vida, nuestras costumbres y quizá una situación como la que vive el mundo actualmente nos dice que debemos cambiar, que debemos aprender a adaptarnos a la nueva situación. ¿Seremos capaces de cambiar o una vez más nos dejaremos arrastrar por la pereza, o esperaremos que sean los otros los que promuevan el cambio?.
Daniel Balaguer
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